Sylvia me despertó con sexo oral. Recorría mi pene con su lengua, chupando y dando placer. Después de un rato, le advertí que iba a eyacular y ella me incitó a hacerlo. Fue un momento placentero. Este fue el segundo acto sexual de la noche, el primero ocurrió antes de dormir. Después de preliminares apasionados, me uní a Sylvia en intimidad. Nos dirigimos a desayunar a Tejeringos. Sylvia llevaba un atuendo a rayas, sandalias elegantes y una apariencia encantadora. Tras nuestra charla, nos despedimos con un beso ligero y ella se marchó.
Ese día, decidí relajarme en la playa. En La Caleta, me encontré con Remedios, una mujer atractiva. Nos bañamos juntos y, aprovechando la privacidad, tuvimos relaciones íntimas en la arena. Fue un encuentro pasional y discreto. Después de nuestro momento íntimo, Remedios tuvo que irse a una cita, dejándome solo en la playa para seguir disfrutando del día.
Vi nuevamente a Sylvia unos días más adelante. Otra vez en el Lemnny: a ambos nos gustaba ese bar con esa música tan rockera. Sylvia rompió el hielo: "Mi cliente me ha contado lo de esta tarde en la playa"; "¡Qué!"; "Sin duda eres tú"; "¡Qué!". No, lo estaba soñando. Me había quedado dormido por la tarde. Era de noche cuando desperté. Tenía una llamada perdida. Era la de un posible empleo. Pero no estaba interesado en trabajar, no todavía. Sonó el timbre. Abrí la puerta: era Sylvia. "Perdona por no haberte llamado antes..., pensarás que tengo mucha cara..., pero he considerado quedarme contigo mientras termino mi trabajo..., me da pereza buscar alojamiento"; "¿Y tus cosas?"; "Nunca las llevo...". Me quedé reflexionando un momento, luego la dejé pasar. Sylvia se instaló en el sofá. Traía consigo una carpeta. Supuse que serían unos bocetos. "¿Me los enseñas?", le pedí cuando se dirigía hacia el sofá. Ella asintió y abrió la carpeta. Me senté junto a Sylvia. Me mostró sus dibujos. El retrato era tan hermoso... "¿Quién es ella?", pregunté; "Bah, una dama, se llama Remedios, creo que quiere ligar conmigo, que el retrato es una excusa..., ha debido ver mis fotos en internet y le he gustado..., bueno, mientras pague...".
Por la noche me acosté con Sylvia y tuvimos relaciones. Su cuerpo tan delgado y blanco se movía con soltura cuando se colocó sobre mí. Subía y bajaba con mi pene dentro de ella y mi placer aumentaba al escuchar sus gemidos de satisfacción. Sus senos colgaban y recibí entre mis labios sus pezones oscuros y los chupaba. "Oh, sí, bésame los senos", me pedía. Y yo levantaba un poco más la cabeza y mordía su piel tibia. "Oh, aaahh, aaahhh", Sylvia se excitaba. Aumenté el ritmo y ambos llegamos al clímax; luego terminé yo.
Sylvia insistió tanto que accedí. A la mañana siguiente fui con ella a la casa de Remedios. "Vaya, hombretón", me saludó Remedios al verme junto a Sylvia, "así que tú y la pintora son amantes, qué bien, me encanta..., venid, sentaos..., he preparado café y bollos". Nos sentamos alrededor de una mesa redonda de madera con un mantel a cuadros rojos que había en el estudio donde estaban retratando a Remedios. Había un diván en la habitación y una estantería con libros, además de los utensilios de Sylvia esparcidos por ahí. "Os he citado juntos por una simple cuestión", dijo Remedios, "ojo, no soy celosa", mencionó mirando fijamente a ambos amantes, "es más, yo misma me acuesto con quien quiero desde que me separé de mi pobre marido..., solo quiero que sepáis algo, creo..., sinceramente, que estáis hechos el uno para el otro..., en fin..., y me gustaría..., me gustaría casaros... aquí, en este estudio, me hace ilusión". Sylvia y yo nos miramos confundidos. "A ver, no soy ministra de la Iglesia, ni jueza ni nada de eso, pero..., os quiero casar"; "No entendemos", dije mirando a Sylvia, que tenía los ojos muy abiertos, y a Remedios alternativamente. "Quiero", dijo Remedios, "que os desnudéis y tengáis relaciones en ese diván..., esperad, avisad en el instante del orgasmo y yo me acercaré a vosotros y os convertiré en esposos".
El chorro de semen cayó sobre los labios de Remedios, húmedos del flujo de Sylvia. El sabor de ambos se había mezclado en una sola boca, en un solo cuerpo, testigo de nuestra unión.
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