A pesar de ser de ascendencia latina y tener raíces cubanas, la idea de la ‘‘diversión’’ en fiestas, reuniones o bailes, no era de mi agrado. Personalmente, prefería salir con amigos a comer o tener conversaciones nocturnas en la playa junto a una fogata, en lugar de asistir a ruidosas discotecas y bares.
Conocí a Nicolás en la secundaria, fue mi gran amigo en esos últimos años de escuela. Dado que prefería tener amigos en lugar de amigas, pude forjar una sólida y duradera amistad no solo con él, sino también con sus amigos de toda la vida: Arturo, Santiago y Daniel. Nico siempre fue un seductor y todos éramos conscientes de ello; encubríamos sus infidelidades y nos reíamos de sus aventuras. Era atractivo, alto, bien formado, de piel morena y con unos ojos cafés encantadores, además de una mirada de chico malo que conquistaba a las mujeres que se cruzaban en su camino; incluso se rumoreaba que era muy bien dotado en cierta área y que en la intimidad era todo un semental.
Cerca de la graduación, conoció a Michel, una chica con recursos económicos que, por alguna razón, terminó estudiando en una escuela pública de una zona poco recomendable. Ella no encajaba en el típico estándar de belleza que predominaba en ese caótico entorno escolar; tenía una piel muy blanca, cabello largo y rubio, y unos ojos cafés impresionantes. Además, su cuerpo rozaba lo escultural. Todos los chicos se fijaban en ella durante las clases de educación física: su ajustado short resaltaba la forma de sus muslos y glúteos, su vientre plano y ligeramente bronceado llevaba rápidamente la mirada hacia sus senos jóvenes y firmes. Incluso los profesores fueron sorprendidos más de una vez mirándola de forma insinuante.
Como era de esperar, la recién llegada desplazó a Jazmín, quien solía ser considerada la más hermosa. En aquellos momentos, la atención de todos estaba centrada únicamente en Michel, sin embargo, mi amigo Nico nunca la prefirió ni la buscó. Después de la escuela, la clase se dispersó y lo último que supe es que Nicolás se enlistó en el ejército para cumplir el servicio obligatorio, y que poco más de un año después conquistó el corazón de la famosa Michel. También escuché rumores de que, irónicamente, Jazmín y Michel se habían acercado más... desapareciendo así la rivalidad.
El 12 de octubre del año pasado, recibí una llamada de Santiago informándome que Nico había regresado a la ciudad hacía unos meses y que su familia celebraría su cumpleaños con una gran fiesta en su casa. Aunque, como mencioné antes, ese tipo de eventos no eran lo mío, accedí por él, ya que ansiaba reencontrarme con el chico que fue parte de mi infancia; ahora, todos éramos adultos. Por lo tanto, tras arreglarme lo mejor posible, me dirigí a la casa de mi amigo.
Finalmente lo vi y lo saludé, él ya había tomado algo y la música retumbaba en los muros de la casa. El reguetón era el género predominante, seguido de salsas, merengues y ritmos tropicales. Reconocí a todos los presentes, incluida su novia y, para mi sorpresa, también a Jazmín. No entendía por qué estaba ella ahí, ya que luego de conversar un rato con Nicolás, él me confesó que no le caía muy bien... Todo era extraño y supuse dos posibilidades: o bien Jazmín se estaba encontrando en secreto con uno de los amigos de Nico, o estaba encubriendo a Michel mientras esta engañaba a su novio con algún compañero.
La situación era confusa y no me dejaba tranquila. Prácticamente pasé toda la noche sentada y sin.beber en exceso, y ellas, obviamente, no entablaron conversación conmigo. Todos estaban consumiendo en demasía excepto las chicas, quienes gradualmente dejaban el lugar. A medida que esto sucedía, noté una mayor complicidad entre las dos mujeres que mencioné, lo cual me preocupaba, pues no soportaba la idea de que estuvieran ocultando algo a mi querido amigo; sin embargo, no lograba deducir qué era. Cada vez más, a medida que las botellas de ron se iban vaciando, podía percibir un aire melancólico en mi antiguo compañero.
Cerca de la medianoche, quedamos tres mujeres y cinco hombres: ellas dos, algunos conocidos de Nicolás, él y yo. Algunos chicos ya estaban tumbados en el sofá, por lo que las dos comenzaron a bailar. Con el trascurrir de las horas, ya adormilada, noté que los demás muchachos estaban distraídos y apenas prestaban atención a lo que ocurría en la pista. Sin embargo, fui despertada de repente por mi canción favorita, una de Eddie Santiago: "Mía". Fue en ese momento cuando todo dio inicio. Jazmín se levantó y llevó a Michel al centro del salón; empezaron a bailar. Las observé.
Me sorprendió ver cómo, conforme avanzaba la canción, los cuerpos de ambas se acercaban cada vez más, bailaban con una ternura inusual y una proximidad desconcertante. Atribuí esto al efecto del alcohol. La mano de Yazmin reposaba en la cintura baja de Michel, mientras esta última la abrazaba con firmeza. Se desplazaron hacia donde yo estaba, y pude presenciar algo que me dejó impactada. Al sonar ciertas líneas que Michel escuchó con una sonrisa mientras su antigua rival se las susurraba al oído: "mía, aunque estés con él, sabes que eres mía. Mía, porque le mostré a tu piel lo hermosa que puede ser la vida; y tú sabes que es verdad...". Tragué saliva y una furia me invadió, pero, deseando no dramatizar los hechos, me retiré a descansar al finalizar esa canción.
Eran alrededor de las 2:30 am cuando una intensa sed me despertó. Percibí algo curioso sucediendo. Desde no muy lejos, escuché gemidos apagados... ¡Ahh...! la voz se oía de repente y luego se acallaba. De nuevo, otra vez, quizás más audible... ¡Ohh... uh...! Con el pasar de los minutos, la situación se intensificaba... "¡Sigue así mi amor, no pares!" decía la voz de una mujer. Entre risas, pensé: "¡Un par de apasionados se han colado aquí para estar juntos!... ¿Pero quiénes serán?". Me acerqué a una puerta entreabierta que daba al otro cuarto. El sonido de un orgasmo era delicioso. Llena de curiosidad, comencé a excitarme. Me levanté, salí descalza de mi habitación, procurando no alertar a los enamorados. Avancé unos pasos y me acerqué para espiar por la puerta entreabierta del cuarto contiguo.
Eran dos amantes, eran dos mujeres, ya no cabía duda alguna, y yo observaba. Con una pasión desbordante, Jazmín y Michel unían y exploraban sus bocas. Sus lenguas se enredaban en cada rincón de sus bocas y paladares. Ambas tenían los ojos cerrados y solo cuando un orgasmo se aproximaba, Michel los abría de par en par. Desnudas, una sobre la otra, sus cuerpos se fundían en uno solo, y Yazmin, con su dedo índice derecho, jugaba en la entrepierna de la novia de Nicolás. Me sorprendió la intensidad de aquel movimiento circular, a veces vigoroso, que resonaba por la humedad en la zona íntima de la persona dominada. Yazmín bajó para besar el cuello de Michel, devorándolo, chupándolo, mientras su amante se mordía los labios para evitar gemir de placer. El recorrido continuó descendiendo por el abdomen de la joven hasta llegar a su intimidad, donde pronto alcanzó el éxtasis en boca de la otra.
El disfrute de ambas era evidente. Michel se incorporó, se volteó, mostrando su retaguardia en señal de deseo, como Yazmin entendiera. Ella sonrió y se inclinó para besar esa sugestiva región que Michel le ofrecía. Después, recorrió con sus labios la boca de Yazmin, el trasero de la...
Desleal, y lo engulló, dejándolo todo mojado y ensalivado, lo cual excitaba aún más a la desafortunada. ¡Continúa, no pares! Le instaba, y en un instante, detuvieron toda acción. Las observaba, pero ellas no reparaban en mí. Entonces, Yazmín sacó un miembro artificial con una correa que ajustó a su cintura, y enseguida, comenzó a penetrar a la muchacha. Y cómo disfrutaba ella, cómo se regodeaban las dos. Los gritos estallaron, y la pelvis de la mujer chocaba y resonaba en las nalgas redondeadas de la otra. Por fin, culminaron, y regresé a mi habitación con emociones desconcertantes.
Me invadía un gran enojo e inquietud. Al final, ambas se quedaron juntas en la cama, abrazadas, mientras mi amigo ignoraba todo. Quería contárselo, pero no sabía cómo, aunque antes deseaba enfrentarlas. Pasaron los días y no reuní el valor para llevar a cabo ninguna de las dos acciones, pero la rabia, una emoción extraña, me crispaba. Casi todas las noches pensaba en aquel día, en aquella fiesta, en lo injusto de aquel desliz, de que Nico experimentara algo semejante. Sin embargo, con el tiempo, lo más recurrente fue rememorar la escena de ellas, ambas allí, entregadas a toda suerte de travesuras, quizás... Lo concebía cada vez con más frecuencia, de modo constante, hasta que finalmente, acabé masturbándome. Las imaginaba tumbadas allí, y me estimulaba... reflexionaba en mi interior: ¡Qué bien hacían el amor, estas dos! ¡Qué maravillosas eran, estas lesbianas! ¡Oh, sí! exclamaba; ¡Estaban enamoradas, se amaban! Me agradaba la idea de que Michel encontrara mayor placer en otra mujer que en su esposo. ¡Que sigan viéndose! pensaba, ¡que sigan experimentando orgasmos juntas! Porque el amor entre dos mujeres es superior a la escasez que los hombres pueden ofrecer.
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