Madre enamorada (5)


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--Helena mi cielo despierta, es hora de levantarse.- Anunció Belén mientras abría el cajón de la cómoda y seleccionaba la ropa interior que usaría después de mi baño.

Desde que éramos parejas Belén elegía mi vestimenta íntima a diario. Era algo que me hacía sentir única, deseada... Me emocionaba y me alegraba. Y sé que a ella también.

-Espera un momento, aún es temprano- respondí adormilada y perezosa.-

-Sí, lo sé, pero tenemos que regresar a la ciudad y antes quería dar un paseo por la playa. Date prisa por favor.

-¿Puedes darme un beso de buenos días?, lo necesito.- Solicité cariñosa.

-No estoy segura de que te lo hayas ganado, estás muy perezosa hoy.- Respondió Belén acercándose a nuestra cama y dándome un rápido beso.

Aproveché la oportunidad y la abracé besándonos con pasión. Nuestras lenguas se entrelazaban húmedas y mis manos acariciaban su trasero con descaro...

-Ya, cariño ya, ahora no podemos... Vamos, levántate, dúchate y salgamos a caminar por la playa, ¿sí?.- Pidió Belén con su habitual dulzura.

-Está bien mi amor, me apresuraré lo prometo.

Después de mi baño me puse la lencería rosa con motivos lilas que Belén había escogido para mí. Me dirigí a la cocina y allí estaba mi amor. Desempaquetaba algo que acababa de recibir por mensajería.

-¿Qué es eso mi cielo? - pregunté curiosa.

-Después te lo contaré Helena, el desayuno se enfría y quiero nuestro paseo por la playa tomadas de la mano.

-Eres tan linda mi tesoro.- Respondí emocionada.

-Lindo es amarte cariño.

Nos besamos y luego de un ligero desayuno fuimos a disfrutar de la playa y la brisa marina tan húmeda y natural.

-Bueno, ¿qué era eso de lo que querías hablarme?, ¿Me tienes intrigada con ese paquete que recibiste?

-Son juguetes.

-¿Juguetes?.- Pregunté ávida de respuestas.

-Juguetes sexuales, para nuestra intimidad.-Respondió Belén con una mirada traviesa.

-¿Y qué tipo de juguetes son amor?, me tienes en ascuas.

-Verás, son dilatadores anales, vibradores y arneses. Ah, y unas bolas chinas je je.- Explicó mi pareja como si estuviera hablando de la lista de la compra.

-Vaya, parece que lo tienes todo bien planeado, ¡me asustas ja!

-Nos divertiremos amor, no podemos caer en la rutina. Además, tengo ganas de ir al baño. Busquemos un lugar discreto porque no me aguanto más.- Replicó Belén mientras me cogía de la mano en busca de un lugar para hacer sus necesidades.

Pronto llegamos a la zona de las dunas, allí Belén bajó sus leggings y sus braguitas para empezar a orinar. Observar y escuchar el sonido de sus fluidos me excitaba mucho. Ella me miraba fijamente a los ojos.

-¿Te gusta verme, Helena?.- Preguntó mi pareja.

-Mucho Belén, eres muy traviesa, me calientas y luego me dejas con las ganas, como esta mañana al despertar.- Respondí traviesa.

-Bueno, todo a su tiempo cariño. Tal vez pronto me supliques clemencia je, je...

Luego de limpiarse con un pañuelo de papel, emprendimos el camino de regreso a casa.

*********

¡Belén cariño, mi equipaje ya está preparado!

-Mamá, ¿Puedes venir un momento?- Solicitó mi hija desde la habitación de invitados.

-Sí, ya voy amor- Contesté atenta

-¿Necesitas ayuda con tu maleta mi cielo?

-No, es que antes de salir quiero que nos coloquemos un dilatador anal. Necesito saber si alguna de tus ex parejas te ha practicado sexo anal. Deseo que me entregues tu ano. Y quiero entregarte el mío. Ay, todo esto me excita tanto.- Confesó Belén con cierta timidez.

-Vaya... Cariño, eres muy directa. Te diré que sigo siendo

inexperta por detrás. Todas mis ex parejas fueron bastante tradicionales y no disfrutaban de esas cosas, desafortunadamente. Siempre tuve fantasías al respecto, pero nunca se dieron

-Entonces, ¿Te gustaría probarlo conmigo, cariño? - Preguntó Belén impacientemente.

-Sí, mi cielo, ¿Tienes alguna duda? - Respondí con entrega, devoción y deseo.

-Quítate la ropa interior. Nos pondremos listos antes de salir hacia la ciudad. No puedo esperar más. - Pidió Belén con su habitual dulzura.

Me deshice de mi ropa interior y me puse a cuatro patas apoyando las manos en la cama. Belén se arrodilló detrás de mí y besó mis nalgas. Se lubricó las manos, separó mis glúteos y besó mi cerrado trasero. Lo humedeció con saliva y luego con sus dedos húmedos para finalmente penetrarlo con uno de sus dedos. Estaba mojada, mi piel se erizaba y mis caderas no podían mantenerse quietas. Antes de que me diera cuenta, sentí un leve ardor. Belén ya me había penetrado con su nuevo juguete.

-Listo, cariño. Ahora las bolas chinas en tu vagina y estarás lista para el viaje, ¡ja!

Experimenté la doble penetración por primera vez a los cuarenta y nueve años. Me encantaba la sensación de entrega total con Belén. Mi vagina estaba empapada y no pude contenerme. Mi hija me ayudó con su mano, consciente de mi excitación.

-¡Oh, Belén, mi amor! Lograste lo que querías: hacerme estallar. ¡Ah! ¡Mmm!, ¡sí!

-Disfruta, Helena. Después yo te limpiaré y tú harás lo mismo por mí, ¿de acuerdo? - Afirmó mi amante incestuosa mientras acariciaba mi clítoris rítmicamente.

Después de varios momentos de placer, mi hija me lavó y me preparó ropa limpia, para luego pedirme que le insertara sus juguetes con una simple frase:

“Ahora me toca a mí”.

Se quitó la falda negra y las bragas azules, mostrando su abundante vello púbico oscuro. En posición de perrito, apoyándose en la cama con los brazos, me permitía ver su trasero y vulva, ambas aún por lubricar.

-Date prisa, cariño, quiero sentirme llena - Suplicó Belén mirándome fijamente.

Me lubriqué la mano y luego su ano y labios vaginales, aunque estos últimos ya estaban empapados.

La penetré con mi dedo índice y permanecí dentro de ella por un tiempo. Quería sentir su calor y hacerla disfrutar de mi presencia. Sabía que deseaba entregarme su trasero virgen. También ansiaba entregarle mi trasero virgen, quería que ella me penetrara. Pero no era el momento, debía colocarle el dilatador anal primero, lo hice con cuidado y rápidamente.

-Listo, cariño, ¿te sientes bien? - Pregunté con preocupación.

-Sí, Helena, gracias. Se siente bien. Ahora solo faltan las bolas chinas, quiero sentirme doblemente tuya - Dijo excitada e impaciente.

Quería obedecer y salir hacia la ciudad, pero mi excitación estaba en su punto máximo.

-Un momento, amor, voy por una toalla, regreso pronto.

-¿Una toalla? - Preguntó Belén, incrédula y curiosa.

-Sí, cariño, es que no puedo resistirlo.

Coloqué la toalla entre las piernas de mi hija, me lubriqué la mano generosamente y comencé a acariciar su vagina. Introduje todos mis dedos suavemente en su interior. Estaba empapada. Sentí cómo su vulva apretaba y succionaba mi mano con facilidad. Apenas presioné un momento y mi puño estaba dentro de ella. Comencé un movimiento lento pero constante, al que pronto las caderas de Belén se unieron rítmicamente. Era mi puño el que estaba satisfaciendo a Belén, era lo que deseaba, sentirse penetrada por mí y por el dilatador anal.

Su espalda se arqueaba, proporcionando más placer y más fuerza a sus caderas. Su cuerpo estaba sudando,su boca comenzaba a revelar su excitación y disfrute de manera evidente.

-¿Te agrada Belén? -Pregunté con entusiasmo.

-Mucho cariño, lo estaba deseando. Por favor, no te detengas, estoy a punto de llegar al clímax.

Ver a Belén a cuatro patas, su trasero con el dilatador, moviéndose al compás de mi mano, hacía que mis pezones se endurecieran como rocas. De repente, su vagina se convirtió en un océano de fluidos, expulsando varios chorros a los que ayudé a aumentar con mi mano. No pude resistir acercar mi boca a su entrepierna y sentir cómo su íntima cascada empapaba mi rostro e inundaba mi boca.

-¡Ah, oh, mmm Helena, me enloqueces amor, ah! -Exclamaba Belén exhausta y en éxtasis.

Permanecimos abrazadas, de rodillas, sin movernos durante varios minutos. Solo se escuchaba el sonido de nuestra respiración en la habitación.

-Se nos está haciendo tarde, cariño -comentó Belén, ya recuperada de nuestro fugaz momento de pasión.

El viaje transcurrió sin contratiempos. Belén iba con los ojos cerrados, escuchando música en su reproductor MP4. Yo no podía dejar de reflexionar sobre lo rápido que habían ocurrido las cosas. Aún me costaba creer que ahora éramos amantes, descubriendo el lado sumiso y morboso de mi hija en la intimidad. Mi ser estaba lleno de emociones, sensaciones y experiencias que me hacían sentir joven y plena. Amaba a Belén y era consciente de lo poco convencional de nuestra relación, pero no estaba dispuesta a renunciar a algo tan hermoso y real. Aunque sabía del riesgo y lo prohibido de nuestra unión. La vida era efímera y yo quería saborearla sin preocuparme por lo que era correcto, moralmente aceptable o prohibido.

Tras dos horas de viaje, llegamos a casa. Era una amplia residencia de estilo montañés, de dos plantas. La planta baja contaba con un amplio arco de entrada, y la superior tenía un gran balcón de madera que atravesaba toda la fachada. Las paredes eran de piedra caliza y el tejado estaba cubierto de tejas rojas, lo cual le daba un aspecto noble, robusto y antiguo. El jardín era espacioso, con un césped bien cuidado por un jardinero local meticuloso y eficiente que teníamos contratado. Alrededor de la finca se alzaban antiguos hayas plantados por mis abuelos en los albores del siglo pasado. Nunca había imaginado un lugar mejor para vivir; era el sitio donde nací, crecí y donde guardaba mis mejores recuerdos. El lugar favorito de Belén era la piscina, contigua a la casa y construida por mis padres cuando era niña. Tenía techo y estaba climatizada para poder disfrutarla durante todo el año, dadas las inclemencias propias del clima del norte de España.

De vuelta en casa, pasé la tarde ordenando mi estudio, donde solía pasar la mayor parte del tiempo. Tenía una afición por la pintura, sobre todo retrataba paisajes, inspirada por artistas como Sorolla o Marcelo Fuentes. A veces me atrevía con desnudos, aunque era algo ocasional.

Belén pasó la tarde nadando en la piscina, una actividad que disfrutaba enormemente. Cuando estábamos solas, lo hacía desnuda. Le encantaba sentir el agua sobre su piel y a mí me fascinaba contemplar su hermoso cuerpo.

Apareció en mi estudio, luciendo espléndida, con el cabello mojado y apenas cubierta por un albornoz verde que le regalé el invierno pasado.

-Hola cariño, aún no me has dicho a dónde iremos a cenar.

-Hola mi amor, cenaremos en un restaurante del centro. Ya lo conoces, ¿recuerdas dónde celebramos tu cumpleaños?

-Sí, claro, ¿Los Tamarises?

-Exacto, disfruté mucho la comida, guardo un bonito recuerdo de aquel día.

-Yo también Helena -respondió ella.

*************

Eran las siete y media de la tarde y Belén, como siempre, se estaba haciendo esperar. Yo me puse un traje chaqueta tipo esmoquin en color rojo. Los pantalones ceñidos a la perfección, me gustaba destacar mis largas y estilizadas piernas; y la chaqueta con solapas y botones satinados sobre una fina combinación con...encaje, llevaba unos zapatos blancos con un tacón mediano.

Justo cuando estaba por fumar mi segundo cigarro, apareció Belén con un minivestido lencero de Zara en tonos nude. Había agregado un cinturón que resaltaba su figura y lo combinaba con unas zapatillas que le daban un aspecto muy deportivo.

Decidí no usar el auto ya que el restaurante estaba en el centro y también nos permitiría tomar algo si se presentaba la oportunidad. Además, el tráfico a esas horas es terrible.

Disfrutábamos de la cena y nos sentíamos felices, disfrutando de nuestro amor y compañía. Era maravilloso perderme en sus ojos azules, su sonrisa perlada, sentir el roce de sus manos.

-Dime Helena, ¿Cómo te sientes?- Me preguntó Bélen con su habitual dulzura.

-¿Sobre qué, cariño? - Respondí sin saber qué decir.

-Sobre lo que llevamos puesto desde esta mañana, ¿Qué tal te sientes?- Contestó con una sonrisa pícara.

-¡Oh, eso... Me siento diferente, emocionada, húmeda, inundada de sensaciones. Como si estuviera siendo penetrada por dos hombres al mismo tiempo. Es una sensación nueva, y debo confesar que muy placentera. ¿Y tú, amor, cómo estás con los juguetes dentro de ti? -Pregunté ansiosa.

-Pues verás, me siento ardiendo todo el tiempo. Húmeda, excitada y de muy buen humor. Es el mejor antidepresivo que pude imaginar ji, ji... -Sonrió mi hija.

-Me alegra que te sientas así, cariño. Fue una gran idea comprar esos juguetes.

-Vamos a pedir la cuenta, mamá. Quiero invitarte a una copa en un pub. Quiero que lo conozcas, he ido un par de veces y es muy agradable.

Pedimos la cuenta y nos dirigimos hacia el lugar. Estaba a unos diez minutos en auto desde el restaurante. Tomamos un taxi. Durante el trayecto, Belén me contó que conoció el pub gracias a una amiga de la universidad. Trabajaba allí como camarera para costearse sus estudios.

Pagamos el taxi y entramos en el Bar de copas. Tenía un ambiente de pub inglés, se llamaba Morgan, todo en el local era de madera y las paredes terminaban en ladrillo rojizo, dándole un aspecto sobrio y antiguo. Nos acercamos a la barra y pedimos nuestras bebidas favoritas. Nos atendió Susana, la amiga de mi hija. Era alta y delgada, de tez blanca y cabello moreno. Llevaba tatuajes en los brazos y un pequeño piercing en la nariz. Sus ojos eran grises y sus labios finos, al igual que su boca pequeña. Me pareció muy atractiva y simpática.

-¡Hola Belén, qué alegría verte aquí y en tan buena compañía!- Nos saludó amablemente Susana.

-La mejor compañía, sin duda.- Respondió Belén mirándome con complicidad.

-Te dije que vendría más veces a visitarte, y aquí estoy. Ella es Helena, una gran amiga.

-Mucho gusto.

-El gusto es mío, Helena.- Respondió Susana dándome dos besos, uno en cada mejilla.

Nos sirvió nuestras bebidas y continuó con su trabajo. Disfrutamos de la copa hablando de nuestras cosas, mirándonos, tocándonos... En definitiva, coqueteando. Susana no dejaba de observarnos, aprovechó un momento y se acercó a nosotras.

-Perdón, chicas, quería sugerirles el club privado, vale la pena.-

-¿El club privado? - Preguntó mi hija.

-¿Ven esa puerta roja al fondo? -Señaló Susana.

-Pagando una pequeña tarifa, ambas pueden pasar el tiempo que deseen, realmente vale la pena.-

-Gracias por la recomendación, y es un placer conocerte, Susana.- Dije riendo.

-El placer fue mío, bombón.- Respondió Susana con una mirada seductora.

Me sentí halagada por esa joven tan atractiva, aunque pude percibir cierta mirada de celos en Belén. Lo cual me excitaba mucho. Tomé a mi hija de la mano y nos dirigimos hacia la puerta roja. Pagamos veinte euros cada una en la máquina adjunta a la pared y abrimos la puerta. Bajamos por unas escaleras estrechas y llegamos a un amplio local decorado.

como en aquellos tiempos de los años treinta. Todo muy refinado y moderno. Sonaba música jazz, tenía una barra de madera decorada con un acabado dorado, una zona para bailar y otra donde podías sentarte y disfrutar de una bebida. Las lámparas eran voluminosas y evocaban las películas de antaño. Sin embargo, algo que me sorprendió sobremanera fue que todas las presentes éramos mujeres.

-Cariño, ¿Esto es un club lésbico, verdad?

-Sí mamá, quise que fuera una sorpresa. Tenía ganas de tener una cita contigo y que te sintieras a gusto conmigo.- Explicó Belén con dulzura.

-Siempre me siento cómoda contigo, amor.- Le respondí mientras posaba mi mano en su nuca y la besaba.

-¿Te gusta?

-¿A quién te refieres, cariño? No comprendo.- Respondí confundida.

-Susana. La deseas, percibí cómo se miraban mutuamente.

Los ojos de Belén parecían llenarse de lágrimas. Pude notar tristeza en ellos, eso me partió el alma. Acaricié su rostro y besé delicadamente sus labios:

"Te amo, cariño, Susana es solamente una joven bonita, nada más."

Pasamos un rato agradable bailando, yo dedicándole toda mi atención. Trataba de hacerla sentir bien, aunque detrás de su sonrisa radiante, escondía un atisbo de tristeza.

-Cariño, quiero que regresemos a casa, deseo entregarte mi retaguardia intacta. Sé que lo deseas y quiero que suceda esta noche.- Susurré en su oído mientras bailábamos abrazadas, con mis manos aferradas a sus glúteos.

-Te dolerá, ¿lo sabes, verdad? - Me respondió seria, mirándome fijamente.

-Lo sé, mi amor, deseo que me poseas y me hagas estallar, si eso es lo que anhelas.- Asentí desafiando su mirada.

Belén tomó mi mano y nos dirigimos de vuelta a casa. No pronunció una sola palabra durante el trayecto. Tampoco soltó mi mano. Permanecía inmersa en sus pensamientos mientras yo me sentía cada vez más excitada, imaginando nuestra noche de pasión prohibida...

*************

Entramos en casa y Belén continuaba sin soltarme. Me llevó en silencio hasta nuestra habitación y con voz firme me ordenó:

"Desnúdate y acuéstate boca abajo sobre la cama."

Debo confesar que encarnar el papel de sumisa me tenía ardiendo. Mi entrepierna parecía un río desbordado, una corriente de fluidos ansiosos por ser saboreados. Belén ya estaba desnuda, de pie, preparando un consolador anal. Era más delgado y corto que un falo de látex habitual. Se arrodilló en la cama y separó mis nalgas, extrayendo el dilatador anal de forma enérgica.

-¡Oh, cielo, más suavidad, me duele!- Exclamé.

-¡Shhh!, ¿te he autorizado a hablar? Hoy te portaste mal, mereces ser castigada. Hablarás cuando se te ordene.- Decretó Belén propinando varios azotes en mis glúteos.

Jamás imaginé que este juego de sumisión me resultara tan estimulante. Los azotes fueron demasiado para mi intimidad, y de mi interior brotaron varios chorros que sorprendieron a mi hija.

-¡Vaya, parece que sigues portándote mal, ¡qué mujerzuela eres, Helena!

Se sentó sobre mi espalda, me penetró bruscamente con el consolador anal. Experimenté un dolor agudo, acompañado de un intenso ardor. Mis dientes mordían las sábanas, negándome a dar el gusto de gritar. Con su otra mano, Belén retiró las bolas chinas de mi cavidad, de manera brusca por supuesto, y empezó a estimularme. La combinación del dolor en mi retaguardia y el placer de sus caricias en mi feminidad me llevó a un clímax casi constante. Tenía la sensación de que mi hija estaba excitada y disfrutando tanto o más que yo. Eso me llenaba de felicidad, como nunca antes lo había experimentado con ninguna otra mujer.

-¿Te excita ser mi mujerzuela, Helena?

-¡Sí, sí, ahh, mmm, no pares, sí! - Respondí en medio de un segundo orgasmo.

-¿Sí, qué?- Insistió mi hija azotando nuevamente mis nalgas.

-Sí, ahh, ohh, ¡por favor, no pares, me vuelves loca!

-Contesta mi pregunta, Helena, ¡me estás provocando aún más!- Exigía Belén mientras

Azotando mis nalgas.

-¡Sí me encanta ser tu amante!, ¡Oh, ah, me corro! - Respondí en éxtasis, sin poder contener la lluvia de flujos que salían de mi húmedo sexo, pareciendo una cañería averiada que derramaba agua sin control.

Mi hija, al percatarse de aquel orgasmo intenso, apartó el consolador de mi ano y acercó su boca a mi íntima fuente, probando mis sensuales fluidos como quien llega sediento a un oasis.

Llena ya de mi íntima esencia, se levantó y se colocó un arnés en su cintura y vagina. El miembro era largo y grueso. Ajustó bien el juguete y lo lubricó rápidamente. Mientras tanto, yo, entre gemidos, disfrutaba de su desnudez sudorosa que pronto volvería a penetrarme.

-Ponte en cuatro.- Ordenó Belén con determinación.

Obedecí de inmediato, anhelando que me hiciera el amor con esa réplica de falo como si fuera una yegua en celo. Nunca antes me había sentido tan excitada y fogosa, sentir a mi hija tan dominante, enojada y distante; me permitió descubrir facetas de mí misma que desconocía.

-Helena, separa tus nalgas con las manos.-Ordenó Belén con tono más suave.

Con ansias de tener a mi amante dentro de mí, obedecí. Acercó el falo a mis labios, empapados tras múltiples orgasmos, y me penetró lentamente. Permaneció unos momentos dentro de mi vagina, luego rozó mi hinchado clítoris con el glande, provocando que volvieran a fluir pequeñas corrientes de fluido acompañadas de espasmos y respiraciones entrecortadas.

-Mmmm, ah, oh, uf... ¡Amor, lo haces deliciosamente, cógeme con fuerza, por favor, no aguanto más!

-¿Te he dado permiso para hablar?- Inquirió Belén.

-Mis disculpas, amor.

-Veo que aún no cumples del todo con mis órdenes, abre la boca.- Ordenó con firmeza.

Dejó de penetrarme y me introdujo el falo en la boca, provocando casi de inmediato mis primeras arcadas.

-¿Ves lo que sucede cuando no te comportas como es debido, cariño? Debo enseñarte buenos modales.

-Sí, amor, tengo mucho que aprender, enséñame, tesoro.- Respondí con torpeza e ininteligibilidad con el miembro en la boca.

Fue en ese momento que sentí a mi hija completamente excitada. Se levantó, se quitó rápidamente el arnés y regresó a la cama, sentándose en mi rostro con agilidad felina, comenzando a acariciar su gran botón. Un chorro grande, brusco y largo bañó mi rostro y sació mi boca por varios segundos.

-¡Ah, me corro! ¡Helena, te amo!.- Exclamaba Belén en éxtasis mientras yo me sentía incapaz de decir una palabra. Me invadía una sensación constante de felicidad y plenitud. Viviendo momentos que jamás imaginé.

De repente, mi amante se incorporó y me miró, diciendo:

"Esta noche dormiré en mi antigua habitación. Sigo celosa y enfadada."

-Amor, por favor, quédate a dormir conmigo, no te vayas.- Supliqué enamorada.

"Intenta descansar, mamá, mañana todo estará olvidado."

Belén salió desnuda de la habitación, dejándome exhausta y con ansias de repetir la experiencia.

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