Oriunda de Argentina, me trasladé a México debido a motivos laborales y económicos.
Al llegar, descargué una app para conocer gente de la zona, dado que no conocía a nadie en absoluto.
A través de esta aplicación, empecé a entablar conversaciones con un individuo. Sólo sé lo básico acerca de Manuel: es ebanista, tiene 45 años, dos hijas y 1 hijo, casado y según las fotografías que me ha mostrado, tiene una anatomía impresionante.
Puede que me juzguen por hablar con un hombre casado, pero la tentación es más fuerte que yo y la verdad es que no me preocupa demasiado.
Él también posee escasa información sobre mí: 20 años y escritora de novelas de terror.
Por eso, decidí contactar a Manuel hoy, ya que deseo un mueble de madera para mis libros y también conocerlo en persona.
Él respondió afirmativamente y acordamos que en unas horas, una vez finalizado, me llevaría el mueble a casa.
Las horas transcurrieron hasta que finalmente oí el timbre de la puerta.
Al abrir, me encontré con un individuo alto, de cabello negro entremezclado con gris, de cejas pobladas del mismo tono, ojos oscuros; en resumen, un hombre atractivo acompañado de un mueble de madera.
-Manuel- apenas pude articular, sorprendida.
-Eres hermosa- expresó él, lo cual me reconfortó, ingresó a la casa y me abrazó con una intensidad que no experimentaba desde hacía tiempo.
No quería separarme de su abrazo, pero lo hice para poder mirarlo a los ojos y recibir el ansiado beso en los labios.
Estaba besando al hombre con el que había conversado tanto tiempo y aún así, me costaba creerlo; por eso, ambos decidimos profundizar en el beso.
Él entreabrió sus labios y yo introduje mi lengua en su boca; la suya aprisionó la mía para saborearla pausada y después rápidamente.
Olvidamos el mueble afuera y me costó horrores interrumpir el beso para invitarlo a entrar.
-Perdona, me dejé llevar- se disculpó Manuel.
-Continuemos, amor- respondí acercándome nuevamente para unir nuestros labios y disfrutar mutuamente.
En esta ocasión, él fue más allá del beso. Sus manos se deslizaron por mi cintura hasta alcanzar mis glúteos, los acarició sutilmente.
Dejó de besarme en los labios para dedicarse a mi cuello con suaves mordidas, mientras seguía masajeando mis glúteos; aquellos besos resultaron aún más placenteros.
Luego, me levantó y se puso debajo de mí, caminamos juntos hacia mi habitación sin dejar de besarnos en las mejillas.
Al llegar a la habitación, con sumo cuidado me recostó en la cama como si fuera el tesoro más preciado del mundo.
Se tendió sobre mí, coloqué mis brazos en su cuello y nuevamente nos besamos, pero esta vez con suavidad.
Con esos besos tan dulces, nos desnudamos pausadamente y contemplamos mutuamente nuestras desnudeces. Manuel descendió hacia mí, trazando un sendero de besos con sus labios desde mi cuello, recorriendo la curva de mis pechos hasta llegar a mis senos, donde con ambas manos los acarició mientras los succionaba con su lengua, yo gemía acariciando su fornida espalda.
Continuó lamiéndolos con fervor hasta que finalmente, colocó su ensanchado miembro entre mis senos y empezó a moverse.
A partir de ese momento, asumí un rol más activo en la estimulación que hasta entonces había sido dirigida por él.
Extendí mi lengua y envolví la cabeza de su miembro, mientras Manuel seguía...
movimientos con su pene en mis pechos.
Luego opté por ir más allá y me introduje todo su miembro en mi boca.
Él no cesaba en sus movimientos a pesar de que mi boca estaba ocupada con su falo, ya que deseaba que se lo chupara profundamente, y así lo hice mientras acariciaba sus testículos.
Con un fuerte empujón, su pene llegó al fondo de mi boca y explotó todo su esperma caliente y abundante, alcanzando la zona de mis pechos con tanta cantidad que bajé la mirada y vi que estaban cubiertos de gotas de su calienta leche, pero Manuel no me dio tiempo para contemplarme, me agarró de la cintura y me penetró de repente.
Quedé encima de él con sorpresa y excitación por su acción precipitada de empezar a penetrarme; tampoco pude pensar mucho al respecto, ya que volvió a colocar sus manos en mis caderas para levantarme y hacerme saltar sobre su miembro al ritmo de sus embestidas.
Era tan placentero sentir su miembro entrando y saliendo de mi sexo mientras sus dedos me apretaban para hacerme saltar más fuerte, más rápido.
Alcanzamos una velocidad que se consideraría como sexo salvaje y, con un último embate en mi vagina, ambos tuvimos un delicioso orgasmo al mismo tiempo.
Pero parecía que Manuel tenía más ganas de seguir teniendo relaciones, ya que después me puso en cuatro y me penetró por detrás mientras me agarraba un pecho con una mano y me daba fuertes nalgadas que resonaban contra mi piel.
Su miembro era grueso y con una buena glande, por lo tanto, disfruté mucho de sus embestidas por detrás, al igual que Manuel, que terminó eyaculando lo que le quedaba de semen.
Se recostó en la cama y yo me acurruqué con mi cabeza en su pecho, nos besamos de nuevo y me acarició el rostro.
-Carino, eres maravillosa, y ahora que te encontré, nunca te dejaré -me dijo y me dio otro beso mientras yo le pedía que se quedara a dormir.
-Todas las noches serán así, mi amor -me aseguró.
Y desde esa tarde, soy su novia en secreto.
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