Esa tarde cálida de la estación primaveral, una desconocida joven de pelo corto y castaño, disfrutaba de un helado de crema con calma y pureza. No obstante, observada a través de los apasionados ojos de Lorena, que sentía una gran excitación, aquel momento se transformaba en una escena apasionada. La chica, con la simple intención de refrescarse, se humedecía los labios y se chupaba los dedos sin darse cuenta de que alguien capturaba eso en primer plano y experimentaba sensaciones en su propia boca. Una gota blanca y cremosa cayó del cucurucho de galleta y fue a caer en el generoso escote que exhibía una ceñida camiseta sin mangas.
Lorena pensó que era imposible sentir tanto deseo sexual.
Esperó la llegada del autobús sin apartar la mirada de los suaves y deliciosos bocados que la castaña le daba a la veraniega golosina con su bonita dentadura. A la hipnotizada observadora le pareció que la joven encajaría en sus gustos, de esas que enseñan un poco de encía al sonreír con amplitud, e imaginó que le dedicaría una sonrisa especial, acompañada de una mirada pícara, solo para ella.
De pronto, un cruce de miradas la sacó de su ensoñación, sintiéndose avergonzada por ser descubierta.
Pero con esa distracción, un poco de crema se derramó por la comisura de los labios de la observada. Acto seguido, lo recogió con un dedo y se lo chupó con desenfado y deleite.
Afortunadamente, llegó el autobús y Lorena subió a él, con prisa para poder llegar a casa, tomar una ducha fría y alejar esos pensamientos de su mente.
¿Quizás debería ella misma disfrutar de un helado?
Después del trayecto, llegó frente a la puerta de su departamento compartido, buscó las llaves en el bolso y las introdujo en la cerradura, pero antes de girarla volvió a recordar esa boca que ansiaba probar y se recreó en las imágenes guardadas en su memoria por un instante. Luego, sacudió la cabeza para regresar a la realidad y giró la muñeca para abrir con un empujón.
El maldito marco se hinchaba con el calor y costaba abrirlo.
Entró al salón y su compañera Ana estaba sentada en el sofá. Vestía una camiseta blanca, holgada y bastante vieja que se transparentaba ligeramente debido al desgaste del tejido. La parte inferior de la prenda intentaba cubrir unas bragas negras de algodón que se ajustaban de forma tan precisa a la forma de su cuerpo que los labios vaginales se insinuaban en un sutil trazado de curvas y ondulaciones, formando un intrigante recorrido que llevaba a sus piernas desnudas y suaves, y también a sus pies descalzos que en ese momento descansaban en la mesita de café, la cual tenía delante para pintarse las uñas y lucir después unas bonitas sandalias a juego en su próxima salida.
Ambas mujeres se saludaron y comentaron superficialmente cómo les había ido el día y cuáles eran sus planes para más tarde.
Lorena se sentó junto a su amiga y decidió no mirarla demasiado para evitar que su mente se deleitara de nuevo en fantasías. Con Ana, era mejor no fantasear, porque le encantaba. Aunque, por supuesto, ella no tenía ni idea.
Inteligente, de mirada intensa y sonrisa perfecta. Su sedoso cabello pelirrojo como el fuego adoptaba una interesante forma desigual en la parte frontal de la cabeza, dejando al descubierto su nuca con un leve rapado en la parte posterior. Sus ojos grandes, de un verde intenso, eran como el personaje final de un enfrentamiento global de miradas que nadie jamás lograría vencer. Sus labios dibujaban las mejores y más graciosas expresiones que hacían reír y enternecer a Lorena al mismo tiempo. Además, su rostro conteníade veinteañera unos hermosos lunares que le otorgaban +10 de encanto adicional. Por otro lado, su figura era menuda, esbelta, pero con curvas voluptuosas y proporcionadas formadas por una piel lustrosa y suave.
En resumen, atributos que su compañera y admiradora en secreto creía que la dejaban a ella a la altura del betún.
Ana tenía sus planes, como era habitual, por lo que la soledad, ya fuera para sufrirla o disfrutarla, quedaba en manos de Lorena, quien había optado por escapar del calor encerrándose con el aire acondicionado en su habitación. Sin embargo, no esperaba que aún le aguardara experimentar otro momento de excitación involuntaria al presenciar algo tan sencillo como ver a la estupenda belleza con la que convivía abrir un yogur y empezar a lamer la tapa con total naturalidad en varias ocasiones, dejando al descubierto una lengua extensa y poderosa que se deslizaba ansiosamente hasta dejarla impecable.
Se incorporó y decidió que tenía que alejarse para recostarse en su cama de 90 cm y evitar a toda costa esos pensamientos candentes y sin sentido... Quizás reflexionar para tranquilizarse.
O si se quedaba sola en casa... tal vez sería un buen momento para contactar a algún ligue de su lista de contactos y que ella le ayudara a mitigar las penas.
Al fondo se escuchó la despedida de su amiga, quien se había vestido rápidamente para su escapada, y justo después, el sonido de la puerta cerrándose, dejando a la desconcertada joven recostada en su cama, mirando al techo en un silencio que, de inmediato, evocó en su mente más imágenes de su día que preferiría no recordar. Lenguas moviéndose juguetonamente, labios besándose con caricias húmedas, dientes mordiendo con un interesante y sensual cuidado, escotes pronunciados y prendas que se transparentaban...
No, la lista de contactos no era una opción. Las únicas dos personas que responderían a una llamada así y acudirían sin demora eran dos chicos que disfrutaban acostarse con ella de forma veloz cuando ella correspondía en sus apasionadas manifestaciones poco veladas. Sin embargo, en ese momento lo que anhelaba era un placer más tangible, con atenciones en cada centímetro de su ser y caricias estimulantes y mimos sin prisas pero sin pausa.
Su segunda opción era ver algo de erotismo suave y proporcionarse placer hasta alcanzar los orgasmos necesarios para sentirse completamente calmada y feliz.
Lo había hecho en otras ocasiones y le resultaba perfectamente.
Pero dejando de lado todas las ideas anteriores, respiró hondo y decidió acercarse a su cofre secreto, escondido al fondo de su armario, y abrirlo en busca de su antiguo reproductor de mp3 que había quedado obsoleto hace años. Luego tomó unos auriculares grandes que aíslan del ruido exterior del primer cajón de su mesita de noche y, tras conectarlos al reproductor, se los colocó. Se tumbó nuevamente en la cama boca arriba y empezó a presionar los botones leyendo los títulos de las pistas de audio almacenadas en busca de una en particular que tenía un nombre, evidentemente codificado, para disimular y ocultar la verdad: "Canción_de_Ana_editada_001.mp3".
Ese archivo de audio era una obra maestra de la edición creada en la primera etapa de la atracción silenciosa de Lorena hacia su compañera de piso. Y es que un día cualquiera, durante su ritual habitual de autoestimulación visualizando videos de contenido erótico explícito de diversa intensidad, tuvo la gran suerte de encontrar a una actriz amateur, poco conocida, del cine para adultos, que tenía prácticamente la misma voz que la protagonista de sus pasiones más íntimas.
Esa mujer, de la que rastreó y descargó material en una navegación obsesiva y meticulosa por la red de Internet, no se asemejaba físicamente en nada a su amiga, por supuesto, pero mientras practicaba felaciones intensas, era penetrada sin clemencia o se dejaba acariciar con una sonrisa fingida y bien interpretada, también gemía, jadeaba y...provocó con su vocabulario vulgar en una tonalidad igual a la que alguna vez había escuchado sin intención en su vivienda a la pelirroja por las delgadas paredes que dividían los dormitorios de ambas. Fue así como utilizando un programa informático que conocía de su etapa como locutora en prácticas en una radio local, separó los sonidos que le llamaban la atención de aquel material audiovisual y los ensambló para crear su propia narrativa de ficción lésbica hecha exclusivamente para su disfrute caprichoso.
Completamente acomodada, cerró sus ojos de un color avellana, se humedeció los labios, carnosos y suaves, inhaló profundamente por su nariz pequeña y respingona, y presionó el botón de “play” con el volumen lo suficientemente alto para no perderse ni un detalle y para que la voz en off de Ana hiciera vibrar su cuerpo desde sus primeros susurros.
Pronto, suspiros suaves entre algunas risas se colaron por los canales auditivos de Lorena, que ya estaba previamente excitada por la emoción, acariciándola por completo desde la mente.
– Hola amor, ¿cómo estás? ¿Te gusta lo que ves? Estoy segura de que te gustará incluso más cuando me desnude y veas lo excitada que estoy por ti.
Sonidos de prendas deslizándose por la tersa piel de la protagonista y cayendo al suelo por efecto de la gravedad acompañaban las palabras de la actriz, que en la mente de la joven Lore dibujaban el descubrimiento del increíble cuerpo de su anhelada compañera y amante.
– ¿Te gustan mis pechos? Observa cómo los acaricio y mis pezones se endurecen...
– ¿Te gusta mi boca y cómo me chupo un dedo para ti…? Estoy muy excitada y no sé si podré aguantar tanta humedad...
Las manos de Lorena empezaron a explorar su cuerpo, primero por encima de su ropa. La vestimenta que llevaba al estar cómoda en casa consistía solo en una camiseta blanca de tirantes, bajo la cual llevaba un sujetador y unas bragas, ambas de color azul oscuro. Sin embargo, poco a poco se deshizo del sostén con prisa, y sus prominentes senos se esparcieron ligeramente a los lados de su torso.
Los agarró para unirlos y amasarlos, imaginando las manos de aquel a quien ansiaba con deseo desbordante.
– Observa cómo estoy de mojada… Tengo tantas ganas de sentirte que no puedo evitar empezar a acariciarme...
Ese suave deslizar de piel con piel, de unas manos descendiendo hacia la entrepierna de la joven, para que dos de los dedos más hábiles de su diestra tocaran un clítoris sensible, hinchado y mojado, fue imitado por la oyente, continuando con sus manos masajeando bajo la camiseta. Se pellizcó los pezones y se retorció sobre las sábanas mientras se deleitaba con la ayuda de una ligera respiración entrecortada, suspiros, gemidos y jadeos que se intensificaban a veces, provenientes de su colección de audio secreto.
– ¿Te gusta cómo me abro para ti? ¿Cómo me toco por ti y cómo se reflejan las ganas que tengo de llegar al clímax, solo para ti?
Lorena decidió desnudarse por completo, tomó la almohada y se montó sobre ella para frotarse contra la misma apretando con sus muslos. Lo hizo para excitarse unos instantes para luego sumar sus dedos a la ecuación mientras se movía encima de la almohada con amplios movimientos de esas caderas anchas y flexibles que poseía y de las cuales acababa de perder el control. Mientras tanto, su cabello rubio, largo y ondulado cubría su rostro sin importarle, ya que seguía con los ojos cerrados inmersa en su intrincada fantasía.
– Mira, voy a introducirme dos dedos y a disfrutar con ellos.
– Así… ummm, entran tan fácilmente que quizás añada otro más. Imaginando que son los tuyos...
– Y tu lengua… No sabes cuánto deseo sentir tu lengua aquí abajo.
Instintivamente, Lorena acercó su anular y corazón, sacó su lengua de la boca, salivando y pensando que su propia humedad impregnada en sus dedos era de...
su pareja femenina. Un poco de saliva escurrió desde sus labios hasta su mentón, siguió su camino hacia su escote y su hermoso abdomen de mujer con curvas.
Y enseguida decidió que ella también necesitaba sentir un par de dedos profundamente adentro.
Se acostó en la cama con el brazo derecho extendido entre su cuerpo y el colchón, apretando uno de sus pechos con la mano izquierda y deslizando sus dos dedos más largos hacia adentro, de manera rítmica, utilizando la palma de la mano para estimular el clítoris al mismo tiempo. Así, entraban y salían de ella acompañando la penetración con un delicioso y placentero roce, una agradable presión o un urgente movimiento que se intensificaba cada vez más y sin intención alguna de detenerse pase lo que pase.
La oyente gemía y se descontrolaba inevitablemente al participar en una masturbación mutua con su voluptuosa y admirada compañera de piso. Su cuerpo temblaba con cada oleada de placer que recibía desde los centros de su clítoris y su mente. Y justo en ese preciso y esperado momento, la grabación se hizo más intensa y explícita.
Gruñidos, susurros, gemidos de placer y choques húmedos de un cuerpo contra la entrepierna de Ana, que Lorena imaginó que eran sus dedos. Y luego, un orgasmo sensual, largo y sonoro que la estremeció y a la vez indicó que se guardara para después ofrecerle el suyo como colofón.
– Prepárate porque ahora que tú ya has logrado que me excite, yo te lo voy a hacer todo... Ya verás cómo disfrutas con mi boca...
– Umm, sí, así. Disfrútalo mucho. – Continuaba el audio acompañado de sonidos de lametones y chupadas, mojados, babosos y juguetones.
Mientras tanto, Lorena se retorcía en la cama sin importarle que el cable de los auriculares se enredara en su cuerpo apretándola como una serpiente y moviera a la vez uno de sus pechos, buscando la mejor posición para estimularse rápidamente el clítoris, arqueando su espalda, abriendo la boca de par en par y gimiendo por las olas de placer que la invadían al imaginar cómo su amiga la complacía sin límites.
– Así, entrégamelo todo, ábrete en mi boca. Aquí
No pudo evitar visualizarla sumergida entre sus piernas, deseosa, con sus labios expertos saboreándola, indicándole dónde quería experimentar el sabor de su placer.
Además, los deseos de Ana eran mandatos para Lorena, y era necesario sincronizar de manera precisa el momento.
Por lo tanto, la chica puso todo su empeño y empleó sus mejores técnicas, colocándose boca arriba y levantando las caderas para penetrarse y al mismo tiempo estimularse el clítoris con ambas manos de forma apresurada y enérgica tratando de llegar al clímax en pocos segundos.
– Umm, sí... vístelo... ven, porque ya quiero sentirlo en mi lengua...
Lo sentía cerca.
– Vamos, eyacula para mí... tal como yo lo hice para ti. Adelante.
Vio la lengua de Ana deslizándose por su sexo, explorando cada centímetro y deteniéndose especialmente en movimientos que estimularan y complacieran su hinchado clítoris. Eso, junto con los sonoros lametones y chapoteos que salían por los auriculares, finalmente la llevó al éxtasis. Y alcanzó el clímax sin restricciones en unos últimos gritos de placer, que se fusionaron con los sonidos de la mujer saboreando y disfrutando de sus fluidos. Así logró un orgasmo que se prolongó durante varios segundos, con contracciones musculares, ojos en blanco y movimientos involuntarios de su cuerpo, que se retorcía entre las sábanas, la ropa que le resultaba molesta desde por la mañana y el maldito cable de los auriculares.
Un orgasmo que seguramente se escuchó en todo el vecindario.
Las piernas le temblaban y el corazón latía como si quisiera salirse de su pecho.
Tomó una profunda bocanada de aire para recuperar el aliento y poco a poco se fue relajando.
Deteniendo de inmediato la estimulación de su órgano hinchado y ahora demasiado sensible para ser molestado, pero manteniendo sus dedos en su interior. No los retiró por completo de su sexo hasta que finalmente los observó impregnados de su increíble y húmeda explosión de placer.
Transcurrieron unos segundos más...
Después de limpiarse, arregló su cabello, se quitó los auriculares, se puso su pijama corto de verano gris con dibujos de Mickey Mouse y guardó nuevamente su preciado tesoro en el baúl al fondo del armario.
Luego se encaminó al salón, feliz, con una amplia sonrisa, caminando descalza sobre el parqué para disfrutar de la sensación de libertad y adrenalina que le proporcionó llegar al éxtasis con el extremadamente erótico estímulo de la voz que más ansiaba en ese mundo...
Y se encontró con Ana sentada en el sofá con una expresión desconcertante, dejándola helada y deseando que en ese instante un rayo fulminante la hiciera desaparecer de la faz de la tierra para siempre.
– Me han cancelado los planes... – Dijo la pelirroja con gesto inocente.
La rubia solo pudo cubrirse el rostro con las manos y sentir tanta vergüenza que sus ojos se tornaron vidriosos.
Inesperadamente, su amiga se acercó y la reconfortó, calmándola de la mejor manera que pudo, con un abrazo y asegurándole que era algo natural, algo que todo el mundo hacía y que no pasaba nada.
Pero lo que impactó a Lorena fue la broma que llegó supuestamente para aliviar la situación.
– Wow, amiga, vaya forma de llegar al clímax. Tiene que ser placentero darte placer. Qué lástima que no te gusten las chicas.
Ante la bofetada recibida, los ojos de Lorena se abrieron de par en par y luchó por articular palabras durante unos instantes, sin lograr emitir sonido alguno debido a la falta de aire en sus cuerdas vocales...
Ana ya se estaba girando para regresar al sofá y continuar viendo alguna serie.
Y su admiradora logró expresar lo que deseaba.
– Sí me gustan, especialmente tú. – Dijo finalmente en un susurro casi inaudible.
Con la garganta seca y enmudecida por los nervios, no logró proyectar su voz hacia ella y que esta llegara a su objetivo.
No la escuchó.
Nunca más podría hacer esa confesión y, en esa única ocasión maldita, la persona por la que sentía una profunda devoción no pudo escucharla.
Irónicamente para Lorena, esa tarde, la voz de una Ana ficticia le proporcionó uno de los mejores orgasmos que había experimentado en soledad, pero la voz de la verdadera la dejó muda y anuló la posibilidad de sentir verdadero placer a su lado.
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