Mi cariñosa señora


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Ingresé a la habitación y, bajo una suave iluminación exterior, divisé la figura del cuerpo de Agos aguardándome boca abajo, luciendo una delicada lencería de encaje de color negro.

Sus ojos permanecían cerrados, y la sábana cubría sus piernas, dejando al descubierto la perfecta redondez de sus glúteos, los cuales, como una dulce fruta, tentaban mi boca.

Me aproximé lentamente, percibiendo cómo debajo de mi pantalón, mi miembro empezaba a adquirir una fuerza irresistible. Observé una sutil sonrisa en el rostro de Agos, como presentimiento del placer por venir, y su cadera comenzó a moverse suavemente.

Comencé a acariciar con la yema de mis dedos sus muslos, rozando cada centímetro de su piel desde su cola, su espalda hasta su cuello. Su piel se erizaba al tacto. Al posar mi mano en su entrepierna, percibí la humedad a través de su ropa interior. Agos, como envuelta en un éxtasis, mantenía los ojos cerrados, concentrada en disfrutar cada movimiento que le brindara placer.

Mi boca, cual si estuviera poseída, empezó a besar su espalda hasta llegar a su cuello, donde mi lengua exploraba detenidamente su piel. Un suave gemido escapó de sus labios mientras mi mano presionaba sobre su entrepierna.

Agos abrió los ojos y elevó levemente su rostro para besarme. Su dulce lengua tenía un sabor embriagador, cautivador, un calor que se extendía por todo mi ser. Su excitación se transmitía a mí, contagiándome. Agos se recostó ligeramente para exhibir sus pezones erectos, invitando a mi boca a acariciarlos. Mi lengua obedeció, lamiéndolos con suavidad y mordiéndolos levemente.

Agos gimió de placer mientras su mano descendía acariciando mi entrepierna. Tomé esto como una señal y me deshice de mi ropa, quedando completamente desnudo. Mi amante contempló mi cuerpo y la firmeza de mi miembro, erguido y de tonalidad morada.

Me senté en la cama, despojándola de su lencería, y comencé a estimular su sexo empapado, el cual parecía absorber naturalmente mis dedos en lo más profundo de su ser. Sus fluidos mojaban las sábanas mientras escuchaba: "penétrame por completo, cariño". Mi pene cobraba vida propia chocando contra mi abdomen.

Comencé a introducirlo lentamente en el sexo de Agos, sintiendo cómo mi glande se humedecía al penetrarla suavemente pero sin pausa, hasta chocar con su pared vaginal interna. Agos gemía nuevamente, esta vez en voz alta. Mis caderas retrocedían para tomar impulso y luego volvían a penetrarla, sintiendo una vez más su calor y humedad. Nuestros movimientos coincidían con sus gemidos en un vaivén de placer constante. Los gemidos de Agos resonaban en la habitación como gritos de éxtasis.

Nuestros cuerpos, como poseídos por un hechizo demoníaco, incrementaban su ritmo frenético. Mis caderas golpeaban con fuerza contra sus glúteos. Sin detenerse, Agos se volteó y recorrió con su lengua serpenteante el interior de mi boca, transmitiéndome su salvaje excitación.

Continué la penetración sin descanso. Los glúteos de mi amante se tensaban amortiguando mis movimientos intensos. Nuestros cuerpos sudaban y se unían en placer. Cada milímetro de la vulva de Agos era sentido por mi glande, golpeando vigorosamente su interior. De repente, Agos se dio la vuelta y me dijo: "ahora quiero tomarte a ti". Su mirada era determinante mientras me acostaba boca arriba. Se posicionó sobre mí, ubicando su sexo cálido sobre mi pene, y descendió lentamente para que su vulva se uniera a mí. Gimiendo de placer, comenzó a subir.

y descender, estableciendo los modos y los momentos de la penetración. Empiezo a percibir cómo los fluidos de su intimidad, fluyen a lo largo de mi miembro derramándose sobre mi abdomen y mis testículos.

Agos parece recobrar la conciencia, me observa y acerca sus pezones a mi boca. Empiezo a acariciar sus pechos, a morderlos y besarlos como si fueran frutas jugosas en medio de un desierto. Agos se arquea más para rozar su clítoris contra mí. Puedo sentir su firmeza deslizándose sobre mi abdomen y me enloquezco. Estoy cautivo de su cuerpo y su placer, y eso me fascina. "penétrame por completo", le digo.

Agos, desenfrenada, comienza a cabalgar sobre mí con frenesí. Ahora soy yo quien gime y grita de placer, sin importar nada. "¡continúa, continúa!", le pido, sin poder contener mis gemidos.

Siento que mi miembro va a ceder ante tanta pasión, pero nada me importa. Percibo las caderas de Agos golpeando de forma enérgica sobre mis testículos. Agos se agacha y sujeta mis manos con fuerza, apresándome aún más. Siento que ella es mi soberana copulando con su súbdito del deleite.

Puedo sentir cómo el clímax de Agos se gesta en su interior, como una explosión inminente, que arrasará con todo. Su convulsión se propaga desde los pies, las manos, hasta su intimidad, de manera imparable. Finalmente, llega con un grito estremecedor que libera un orgasmo salvaje. Comienza a reír y a llorar al mismo tiempo.

Ahora soy yo quien no puede contenerse. Cierro los ojos y me sumerjo profundamente en el éxtasis. Siento que algo intenso empieza a invadir todo mi ser. Agos continúa cabalgándome, moviendo sus caderas en todas direcciones. Sus caderas chocan violentamente contra mi pene que arde de placer.

Los fluidos de Agos siguen empapando mi miembro, mi cuerpo y todo a su alrededor. Visualizo que ese líquido va directo a mi boca y lo degusto con placer. Escucho cómo me pide: "dame toda tu leche caliente, cariño. ¡Quiero que me llenes con toda tu leche calentita!"

Gimiendo de placer, aprieto con fuerza sus glúteos marcando mis uñas. No puedo detenerme y siento cómo la erupción de un volcán de placer estalla dentro de las entrañas de Agos, inundando todo su ser con semen ardiente.

Agos se desploma sobre mi pecho mientras nuestros cuerpos se relajan.

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