Me encuentro estudiando en la universidad, tengo algunas compañeras realmente atractivas y seductoras, he mantenido relaciones sexuales con un par de ellas, pero la situación que deseo relatar ahora, es una que me llena de orgullo, ya que mejoró significativamente el estado de ánimo de una de ellas de una manera impresionante.
Laura, es una joven abierta a explorar su sexualidad, con el cabello corto, no posee facciones particularmente hermosas ni un busto muy prominente, pero su trasero es perfecto, levantado, redondo y firme. A pesar de tener una novia estable, Laura tuvo una experiencia previa de matrimonio y un hijo (que pasa una semana con cada progenitor), sin embargo, se separó de su esposo debido a que, según sus propias palabras, él demandaba tener relaciones sexuales con demasiada frecuencia, algo a lo que ella no estaba dispuesta a acceder, lo que finalmente llevó a su divorcio. Teniendo en cuenta esto, podría pensarse que Laura es reservada y quizás poco dispuesta a aventurarse en nuevas experiencias, tanto metafóricamente como literalmente.
Hace unos meses, nos asignaron un proyecto académico en equipos compuestos por 3 personas, sin embargo, por motivos personales, una de mis compañeras no pudo reunirse con nosotros para discutir el proyecto, por lo que Laura me propuso acudir a su casa. Mientras estábamos en su hogar discutiendo las ideas a desarrollar, la conversación subió de tono hasta convertirse en una acalorada discusión debido al temperamento de Laura, quien intentaba permanecer en control de la situación a toda costa, llegando incluso a insultar mi inteligencia y mencionando que por ese motivo había decidido ser lesbiana, alegando que los hombres no podían superarla en una discusión. En medio de esta tensa interacción, comencé a responder a sus insultos llamándola "Machorra" y expresiones similares, lo cual incrementó la hostilidad entre nosotros. En un momento dado, Laura mencionó que ella podía tener relaciones con quien quisiera, a lo que respondí desafiante: "Yo podría ser una opción para ti", provocando su interés al elogiar su trasero, lo que despertó mi curiosidad y me llevó a proponerle mostrarle mis atributos, a lo que ella, creyendo que estaba bromeando, respondió desafiante.
Toda esta interacción y el pensamiento en su trasero, despertó en mí un deseo intenso, y ante el desafío planteado, me despojé de mi pantalón rápidamente, mostrando mi miembro erecto que captó su sorpresa. Con una longitud de 14 cm y considerable grosor, su mirada se tornó incluso más tensa.
- ¿Qué te parece? ¿Es suficiente para ti? - le pregunté.
- Jajaja, bueno, no está mal - respondió ella sin apartar la mirada.
- ¿Entonces, te convence para tener relaciones o no? - le pregunté con confianza.
- Tal vez... - respondió ella con voz sugerente - Pero es incorrecto. ¿Cómo te atreves a enseñármelo así? - expresó nerviosa.
- Tú pediste verlo, aquí lo tienes - le respondí acercándome sutilmente.
Ella tomó mi miembro tímidamente con su mano, momento en el que me acerqué para besarla mientras me excitaba. A partir de ese instante, no hubo necesidad de palabras, solo caricias, gemidos y suspiros. Desnudándonos mutuamente, comencé a estimular su intimidad con mi boca mientras me deleitaba con la visión de su perfecto trasero. Prosiguió complaciéndome con sexo oral, humedeciendo mi miembro con su saliva. Dada la situación inesperada, no teníamos preservativos a la mano, sin embargo, esto no le importó a Laura, quien se montó sobre mí sin titubear, entregándose al momento sin cuestionar la falta de protección. Comenzó a moverse con intensidad, inundando la habitación con sus gemidos y fluidos mientras me esforzaba por contener mi éxtasis. Nalgueándola ligeramente, se entregaba al placer auditivo, como si deseara que toda la vecindad supiera que estaba saciando sus deseos carnales.
Una vez satisfecha con sus movimientos sobre mí, se dedicó a complacerme con tal entusiasmo al practicar sexo oral, que parecía ser la experiencia más placentera de su vida, asegurándose de no apartar la mirada de miembro mientras lo disfrutaba. Sin duda, fue un encuentro que llenó de placer a ambos y nos dejó sin aliento, disfrutando de un momento íntimo y apasionado que ninguno de los dos esperaba vivir en ese día.
Observé con esos ojos y esa mirada que enamoran a un hombre, tanto que fue suficiente para excitarme. Rocíe una parte de su cara con mi semen y el resto lo dirigí directamente a su boca, mientras me estimulaba para exprimir hasta la última gota, y cuando ya no quedaba nada, intenté ayudarla a limpiarse el rostro de mi fluido, pero ella prefirió pasar sus dedos por la cara para retirar mi semen y llevárselo a la boca, dejándose limpia.
Tomé a la chica y le pedí que colocara su trasero sobre mi rostro, quedando prácticamente sentada en él, lo cual me excitaba mucho, en cuanto mi miembro se endureció de nuevo, ella comenzó a practicarme sexo oral, realizando un 69 y llevando mi pene hasta su garganta. Decidí ponerla en posición de cuatro y estuve penetrándola durante un buen rato mientras la agarraba por el cuello y los hombros, ella gemía de placer y me pedía que la azotara, una orden que cumplí, adentrando mi miembro lo más profundo posible. La giré para quedar en posición de misionero y mientras la veía disfrutar, aproveché el momento de éxtasis para introducirle los dedos y estimularla, lo cual la hizo temblar y experimentar un intenso orgasmo, eyaculando en abundancia. Después de su clímax, me miró sorprendida, se volvió hacia mi pene erecto, luego me miró a los ojos y me pidió:
- Eyacula dentro de mí, por favor - dijo con un tono tranquilo pero ansioso.
- ¿Cómo? - pregunté atónito
- Por favor, hagamos lo que quieras las veces que desees, pero por favor, lléname, por favor - rogaba desesperadamente
- Si eso es lo que quieres - respondí, no muy convencido pero mi deseo pudo más que mi racionalidad, así que abrí sus piernas, inserté mi pene y comencé a penetrarla con fuerza en posición de misionero, al punto que la levanté y ella comenzó a moverse de forma frenética, realmente lo estaba disfrutando. La agarré de las nalgas y dije - Aquí voy - y la llené de semen, mientras ella gritaba de alegría.
Esa fue la primera y última vez que lo hicimos, ya que ella tenía una pareja estable y se sentía mal por repetir la experiencia, pero durante casi un mes, no mostró enojo, ni molestia, y no creó conflictos por ningún motivo, a pesar de las circunstancias, lo que me hace pensar que simplemente necesitaba buen sexo.
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