Al dÃa siguiente, con el propósito de darle tiempo para reflexionar y organizar sus pensamientos, le envié un mensaje por whatsapp:
–¿Cómo has dormido?
Al instante.
–Dormà una siesta muy larga, estaba agotada, jeje, y al despertar eran las 21 horas, cené algo y como no tenÃa sueño, comencé a leer relatos e historias de Dominación y Sumisión, me imaginaba llevando a cabo lo que leÃa, algunas cosas me asustaban por lo lejos que llegaban y no sé si serÃa capaz, pero me excitaban, me estimulé un par de veces, no he dejado de pensar en lo de ayer, sigo encendida desde entonces y más con las recomendaciones literarias, jaja, me has descubierto un mundo. Gracias.
–Después de lo leÃdo, de conocer más sobre cómo funciona esto y lo que sucedió ayer, ¿deseas continuar?
-SÃ, me interesa mucho.
–Bien, como habrás visto se deben establecer ciertas reglas y lÃmites. Por eso:
A las 14 te espero en el restaurante Calco junto al Hotel Central, donde deberás hacer una reserva para hoy y comprar una tarjeta SIM prepago para ti. Quiero que vayas provocativa, pero con elegancia, ansÃo ver cómo lucen tus formas.
–Vale, me pongo manos a la obra, espero que me de tiempo. Estoy emocionada, y algo más… Uff
–A las 14, sin demoras y con los deberes cumplidos.
Continué con mis asuntos, me duché y a las 13:50 llegué al restaurante, me senté un poco alejado de miradas curiosas, a los cinco minutos llegó Isa corriendo con varias bolsas, llevaba unos vaqueros ajustados, una blusa blanca semitransparente que dejaba ver su sujetador negro y zapatos de tacón alto, aún siendo una "conservadora" sabÃa cómo provocar.
Se sentó a mi lado, fue a darme dos besos, a lo que respondà con un beso prolongado mientras acariciaba su entrepierna que ardÃa.
–Ve al baño y tráeme tus prendas Ãntimas.
–¿Ahora? Con lo ajustado de los vaqueros, se me marcará todo.
–Y es precisamente lo que sucederá, presioné un poco más mi mano en ese horno.
Ella ya estaba ardiente y sin decir nada, con una expresión de disgusto se marchó y regresó minutos después, entregándome sus bragas blancas de encaje.
-¿Te sientes incómoda? ¿Por cómo están?
–No por ti, sino por lo que puedan ver o decir los demás.
–¿Te preocupa? Creo que ya lo dejamos claro ayer.
–SÃ, perdona.
–Dame la tarjeta SIM y tu teléfono.
Saqué de mi bolsillo un teléfono antiguo, le coloqué la tarjeta SIM prepago.
Borré mi contacto y las conversaciones de su teléfono, anotándole el nuevo número.
Este serÃa a partir de ahora nuestro medio de comunicación, no querÃa sorpresas.
Durante la comida conversamos sobre lo ocurrido el dÃa anterior, sus ojos se iluminaban al recordarlo. Fue una comida llena de complicidad con el constante intercambio de vivencias y deseos.
–Este es un mundo nuevo para mÃ, jamás imaginé que detrás de la persona que he conocido todos estos años hubiera un dominante y ahora que lo descubro, ni que me gustara tanto cómo me trataste y lo que hiciste conmigo. PodrÃamos haber comenzado antes, siempre me sentà muy a gusto contigo, pero nunca imaginé que llegarÃamos a esto.
–He visto algunos videos. Y he leÃdo mucho, pensé que mi cabeza iba a explotar al plantearme tantas situaciones excitantes.
–Bueno, nunca es tarde, aprovecharemos al máximo este tiempo, ¿qué historias te han gustado más?
–Las de humillación, insultos, de entrega, creo que muestran la esencia de cada persona, pero me da temor el dolor.
–No te preocupes, tú pones el lÃmite, como te dije ayer, lo que sucede tras esa puerta se queda en estricta intimidad, lo que nos permite seguir nuestros instintos sin tabúes. ¿Sigues deseando continuar? Este es el punto de no retorno. Hablaremos después sobre las condiciones.
Me dio un beso muy húmedo.diciendo:
–Estoy completamente seguro. Confiaré en ti.
–Debo admitir que se me moja solo de recordarlo. No puedo dejar de darle vuelta a todo lo que he leÃdo y deseo sentirlo.
Volvà a colocar mi mano en su regazo, su humedad se hacÃa evidente en los vaqueros que se habÃan ajustado a su vulva.
–Parece que deseas continuar con tu entrenamiento lo antes posible.
–Estoy ansiosa.
–Tranquila, te convertirás en una experta.
–Perfecto, ¿en qué habitación estás?
–En la 407.
–Bien, ve subiendo mientras pago –le dije apretando ligeramente su muslo.
Ella se puso de pie y al poco regresó con un guiño que no pasó inadvertido para los comensales de al lado. Me gustaba la transformación que estaba experimentando, de conservadora a provocativa.
Entré directamente al hotel y fui a la habitación. Cuando abrió, estaba desnuda y se habÃa cubierto con un albornoz. Cerré la puerta y le di una bofetada, no muy fuerte, querÃa saber hasta dónde estaba dispuesta a ir. Me miró sorprendida.
–Esto es por tu actitud con las bragas en el restaurante. Espero que sea la última vez.
–SÃ, Amo –dijo buscando mi aprobación, querÃa demostrar que habÃa puesto interés en lo que habÃa leÃdo en los relatos.
–Bien, veo que sabes cómo debes hablarme de ahora en adelante en privado. Deberás usar lencerÃa provocativa y desnudarte cuando te lo ordene. ¡Zorra!
–SÃ, Amo, ¿puedo preguntar algo?
–Dime.
–¿Me visto de nuevo para usted?
–No es necesario. Quiero que me hagas sexo oral mientras te tocas con las piernas abiertas. Veamos si has asimilado todo.
Fue como si me hubieran concedido el perdón. Comenzó a hacer sexo oral con interés, mientras se estimulaba, habÃa progresado mucho con las lecturas y desde el dÃa anterior se esforzó en excitarme, estuve a punto de apartarla, pero querÃa seguir empujándola a sus lÃmites.
–Sigue, chúpamela –dije apretando su cabeza contra mis genitales– y cómetelo todo, ¿me oyes, zorra?
Aceleró el ritmo, sin dejar de mirarme. En ocasiones se atragantaba y tenÃa que dejarle espacio para respirar. Finalmente, no pude contenerme más y llegué al clÃmax. Intentó no desperdiciar nada, incluso lo que escapaba por la comisura de sus labios. Estaba convirtiéndose en toda una prostituta.
La llevé al borde de la cama y introduje dos dedos en su vagina, que estaba muy húmeda. Luego los chupé y se los puse en la boca; comenzó a lamerlos como si fueran un pene.
–¡Eres tan puta! ¿Te gusta?
–Me encanta.
–¿Disfrutaste del sexo oral de ayer?
–Fue increÃble, ¿podrÃamos repetirlo?
–¿Te gustarÃa?
–Mucho, me excita solo de pensarlo.
–Ya veremos. Ahora vamos a ver ese trasero.
Saqué de una bolsa de regalo un pequeño tapón anal y un lubricante, ella observaba con nerviosismo, como si estuviera en un quirófano.
–Tranquila, lo haremos despacio al principio. Este es tu regalo de hoy.
Comencé a estimular tanto su vagina como su ano, utilizando los fluidos que aún tenÃa. Introduje un poco el dedo y ella se contrajo automáticamente. Una palmada le indicó que debÃa relajarse. Poco a poco, fue cediendo y dejándose llevar. Coloqué un poco de lubricante en el tapón y continuamos con el juego. En cada intento, se iba adaptando un poco más hasta que finalmente lo succionó por completo, con una leve mueca de dolor.
–¿Lo he hecho bien, Amo?
–Déjalo ahà para que te acostumbres, pequeña zorra.
La besé y seguà disfrutando de su vagina y sus pechos. QuerÃa mantenerla muy excitada, algo que no resultaba difÃcil.
Cuando la calentura estaba en su punto, la hice ponerse a cuatro patas en el sofá mientras volvÃa a recibir sexo oral. Continuamos con el juego del tapón anal, cada vez se sentÃa más cómoda. Era una vista magnÃfica ver cómo movÃa su trasero en busca del tapón. Introduje dos dedos con ayuda del lubricante, que a estas alturas, ya no era necesario. Al ser penetrada, una sonrisa se formó en su rostro.de zorra mordiéndose el labio inferior, le añadà un poco más de gel y acerqué el pene a la entrada de aquel trasero, presenciando lo que se avecinaba intentó detenerlo, pero ya era tarde.
–Si te mueves y te pones tensa será peor.
–Relájate y disfruta de cómo tu Amo te va a desvirgar tu culito. Puta
Comprendió de inmediato y comenzó a seguir el ritmo de los movimientos.
El tapón habÃa cumplido su propósito, a medio camino parecÃa haberse adaptado al compás, era una vista magistral, pedÃa más y sin previo aviso decidà darle todo, soltó un grito tanto por la sorpresa como por el dolor.
La tomé del cabello susurrándole:
–¿Esto es lo que andabas buscando?
–Me arde, me duele, no sé si podré aguantarlo, pero me gusta, qué placer, sigue, sigue, más
Le propiné un fuerte azote. –¿Sigo?
–Perdón, mi Amo, Siga, dele a su zorra su merecido, me gusta, más, más, uff, me corro
–ni se te ocurra hasta que te lo indique
–¿Puedo ya?, no aguanto.
–Adivinarás, cuándo.
No pasó mucho tiempo más, me tenÃa al lÃmite, empecé a embestir y ella al mismo ritmo, nos corrimos.
Por sus muslos una mezcla de fluidos y sensaciones.
–Tienes una expresión de lujuria que es todo un poema
–¿Le gusta Señor, esa expresión de su zorra?
–Me complace ver todo lo que has aprendido desde ayer
–¿Cómo te sientes?
–Todo una golfa, que ha estado años reprimida. Pensé que cuando me lo dijo ayer iba a respetar mi trasero un poco más, pero uff, ha sido increÃble, nunca pensé que me follarÃan por detrás mis amigas, uff.
Y?
-Ahora veo que sÃ, jaja duele, quema, pero compensa. Gracias.
–cuando lo hayamos trabajado, lo disfrutarás tanto como tu vagina,.
–Ahora zorra, vamos a ducharnos que estamos empapados.
Nos duchamos y al salir nos tendimos para hacer una breve siesta, al despertarla la tenÃa a mi lado mirándome fijamente.
–¿No has dormido?
-Di una cabezada, pero las sensaciones se me agolpan y no me han dejado.
–y qué haces ahà parada, si no duermes, tendrás que seguir practicando.
Dibujó una sonrisa asintiendo y desapareció bajo las sábanas, comenzó a practicarme sexo oral, estaba asimilando toda la nueva situación, todo lo leÃdo e iba dando sus frutos.
–Ven, del 69, solo lo del colegio, ¿no?
–Tampoco, Amo no se enfade.
–Vale (me encantaba moldear a mi antojo a esa mujer.) Ven aquÃ.
La hice girarse, separándole las piernas y empecé a besarle los muslos, alrededor de su intimidad, ella se iba entregando más, frotando su sexo, buscando el climax deseado, mientras chupaba mi pene. Cuando estaba a punto de explotar la hice ponerse a cuatro patas y se la introduje de una vez por la vagina, que estaba más que húmeda, era una perra en celo, pedÃa más, agarrándola del cabello aumenté el ritmo.
–Amo me corro, por favor, lo necesito.
–Espera a que te llene, perra, para correrte.
–No puedo, no puedo aguantar más, me corro, uff, uff
Comenzó nuevamente a retorcerse, dejándose caer sobre las sábanas.
–Dame la vuelta.
Me corrà sobre su rostro y su cabello.
–LÃmpiala, con las manos atrás, ya veremos tu castigo por correrte sin permiso.
El aroma a sexo impregnaba la habitación. Nos duchamos nuevamente, antes de salir de la habitación, deseé conversar con ella mientras nos vestÃamos.
Te voy a dar algunas instrucciones:
–Vas ir a casa a por algo de ropa y el ordenador portátil, pero dormirás aquÃ. Solo con unas bragas.
–Para mañana seguirás leyendo historias y anotarás qué es lo que más excitación te provoca de ellas.
–Podrás estimularte, pero no llegar al clÃmax.
–Dame tu tarjeta de la habitación. Solicita otra cuando regreses de tu casa, di que la has olvidado en la habitación o que la has extraviado.
–Quiero que redactes un contrato Amo-Sumisa, hallarás uno en las páginas de historias, adáptalo a nuestra situación, dado cómo están cambiando las cosas, deseo tener tu permiso firmado para utilizarte como y cuando quiera. EnvÃamelo por WhatsApp al nuevo teléfono.
Ahora debo irme, luego te escribiré para ver cómo avanzas.
Si a las 11 am no sabes nada, haz el checkout y continúa con tu vida normalmente, si puedes.
–¿Algún interrogante?
–¿Amo regresará hoy?
–Son las 20:30 y me esperan a cenar.
Antes de salir se abalanzó hacia mà dándome un beso muy apasionado, estuve a punto de poseerla nuevamente allÃ, pero ya habÃa tenido suficiente por el momento. Salimos del hotel cada uno en una dirección.
Continuará...
Si alguien desea ponerse en contacto conmigo puede hacerlo a mi correo: [email protected], siempre que sea con cortesÃa, siendo adultos, sabiendo lo que cada uno busca y desea.
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