Fragmento 1: ¡Splash!
Ella solía usar faldas cortas, justo por encima de las rodillas, lo que a veces permitía que, con una ráfaga de viento, cualquiera que pasara cerca de ella, si tenía suerte, pudiera vislumbrar su entrepierna. Desde el primer momento en que la vi, supe que quería que fuera mi pareja casual, mi compañera en la cama, o cualquier otra cosa que me permitiera conocerla más profundamente, no tanto en el aspecto emocional de una relación, sino más bien en cómo reaccionaba mientras hacíamos el amor; ese era mi objetivo. No obstante, si en el proceso ella llegaba a enamorarse de mí, eso facilitaría las cosas, ya que significaría que podría acostarme con ella casi cuando quisiera. No obstante, como solía ocurrir en la mayoría de los casos, y de hecho en todos los casos en los que intentaba acercarme a una mujer, estas solo buscaban una amistad sin compromisos, o simplemente no querían nada conmigo. En algunas ocasiones, tras evaluar la autoestima de la chica, la seducía para lograr mis objetivos, incluso si eso implicaba tenerlas con las manos atadas, arrodilladas en un colchón, mientras las penetraba sin piedad por detrás hasta descargar mi semen en su interior.
Desde que salí del colegio, mi objetivo era tener una vida sexual activa, pero después de recibir una patada en los testículos en lugar de una felación por parte de la primera chica con la que intenté algo, me di cuenta de que sería más complicado de lo que pensaba. Así que tenía que idear un plan para conseguir tener relaciones sexuales, o de lo contrario, ¿me quedaría sin pareja para siempre?
Cuando empecé la universidad, descubrí un nuevo mundo. A diferencia del colegio, ahora había más opciones para elegir, pero eso implicaba que uno debía tener las habilidades suficientes para atraer a alguien y lograr algo con esa persona. En la universidad me interesaba una chica en particular, me acerqué a ella y logré que aceptara salir conmigo. Estaba emocionado. Esa noche lo preparé todo: debía convencerla de algo más o al menos sentar las bases para que algo sucediera en nuestra próxima cita. Mi plan era sencillo: hablar bien de mí, halagarla y pagar por todo, ya que pensaba que así ella se sentiría "obligada" a recompensarme de alguna manera. No podía fallar.
Llegó la primera cita y ella fue puntual, al igual que yo y mis deseos. De manera carismática, sugirió que viéramos una película, a lo que accedí. Después de la película, dijo que tenía hambre y propuso ir a comer pollo a la brasa, a lo que también accedí. Durante la cena, según mi plan, cuando me preguntó acerca de mí, traté de mostrarme de la mejor manera posible y elogié su belleza. Aunque mi intención esa noche era avanzar a algo más, si hubiéramos terminado en una relación seria, seguramente ella hubiera sido la única, habría llevado una vida convencional y no estaría contando esta historia ahora.
Ella sonrió, para mí era una señal de éxito. Me dijo que también le parecía atractivo que le dijera eso, lo cual me ilusionó. Sin embargo, lo que sucedió a continuación cambiaría las cosas para siempre. ¿Habré sido demasiado atrevido? ¿Debí esperar a la próxima cita? No lo sé. Le insinué que le gustaba el pollo, a lo que asintió con la cabeza. Entonces, sin rodeos, le pregunté: "¿Quizás también te interesa probar otro tipo de 'pollo'?" Aunque mi gesto fue algo obvio, ella lo entendió claramente. Su expresión cambió un poco y, justo cuando pensé que me había pasado de la raya, sonrió y dijo: "Siempre quise probar ese 'pollo' pero nunca había tenido la oportunidad". Estas palabras me emocionaron. Lamentablemente, estábamos en el patio.
de las opciones gastronómicas del centro comercial, creo que habría sido capaz de tener relaciones sexuales en ese mismo momento. Pero me contuve.
Entonces le propuse: si lo prefieres, podríamos ir a un lugar más tranquilo, con menos ruido, donde nosotros seamos los protagonistas. Ella respondió con una sonrisa pícara y dijo: Vamos. Salimos del sitio, caminamos unas cuadras y cerca del hotel que había planeado de antemano, ella sugirió: Para no gastar, sería mejor aprovechar que esta zona está poco iluminada. Había un terreno en venta cercano, sin vallas, completamente oscuro con las farolas apagadas. Solo se podía ver un montículo de tierra en la parte delantera del terreno, lo que nos podría dar cierta sensación de seguridad. Sorprendido y un poco confundido, la miré y ella me instó: Ven, no seas tímido, y enséñame lo que traes ahí, veo que estás excitado desde hace un rato.
Tomándome del brazo, me llevó con ella. Se arrodilló frente a mí y comenzó a bajar mis pantalones. Sentí frío por estar en un lugar descubierto, lo que hizo que mi pene empezara a encogerse, pero ella lo calentó con sus manos para que se endureciera de nuevo en cuestión de segundos. Para mi sorpresa, mis testículos no se habían encogido como esperaba, sino que colgaban normalmente. Ella me dijo: Mira. En ese instante, se quitó la blusa y mostró sus senos, que, aunque no eran grandes, eran lo suficientemente voluptuosos para una estimulación adecuada.
Ella me tenía completamente hipnotizado y sentía que tocaba el cielo cuando comenzó a acariciar suavemente mis testículos con una mano y con la otra tomó la base de mi pene para llevarlo a su boca. Me sentía pleno, sobre todo al sentir el calor de su boca en mi glande y la punta de su lengua. Sin embargo, como mencioné anteriormente, este momento marcaría un antes y un después en mi vida.
Cuando pensé que me lo iba a comer todo de una vez, decidí no forzar la situación y disfrutar del momento, lo cual resultó ser un grave error. Sentí que soltaba mis testículos y escuché un ¡Splash!, seguido de un intenso dolor en mi entrepierna. Un ligero beso en mi glande y otro ¡Splash!, esta vez pude sentir claramente cómo su mano angelical se convirtió en un puño poderoso que aplastaba mi escroto y mis testículos, causándome un gran dolor.
En total, esta chica, a la que pensé que me complacería esa noche, casi destrozó mis testículos en tres ocasiones. Mis manos fueron directamente a mi entrepierna para intentar proteger lo que ya había sido dañado, y caí al suelo por el dolor. Ella rió levemente y, mientras yo me retorcía de dolor, se bajó un poco el sostén, mostrándome la punta de sus pechos y apretándolos, dijo: ¿Realmente creíste que te lo haría? Tienes un buen miembro, pero no te lo mereces tan rápido, jovencito. Hoy, y probablemente nunca más, sobre todo después de lo que le he hecho a tus genitales, no te haré sexo oral ni tendremos relaciones.
Pensé que sí me había dañado, pero pronto el dolor empezó a ceder. Como pude, me levanté y le dije: Esto no se quedará así. (Quizás la determinación que surgiría en mí esa noche se hizo presente) Le advertí: Hoy, sí o sí, tú, señorita, me harás sexo oral y te gustará, o de lo contrario... Antes de que pudiera terminar la frase, sentí un cuarto ¡Splash! en mi entrepierna, esta vez fue su pie. Al haberme levantado apresuradamente antes, mis pantalones seguían bajados y mis genitales estaban expuestos, y ella aprovechó para propinarme una fuerte patada en mis testículos.
De inmediato, tras su patada, y habiendo quedado atónito, recibí un golpe de su puño en la mandíbula. A pesar de ser un poco más baja que yo, ella tenía la ventaja en ese momento. Después de ese impacto, simplemente perdí el conocimiento. No sé realmente cuánto tiempo estuve en ese estado.
Sin embargo, al despertar me sentí como si además de esos golpes, me hubieran dado una paliza. Intenté levantarme, pero no pude. Cuando finalmente lo logré, me di cuenta de que la muy ¡Hija de p…! se había llevado mis pantalones. Solo llevaba mis zapatillas, mi camiseta semipuesta (dado que se notaba que había intentado quitármela) y mi chaqueta, que había arrojado a un lado antes de ese desafortunado incidente. No obstante, no me encontraba donde recordaba haberme desmayado, sino en una especie de zanja.
Resulta que, en ese mismo terreno, en la parte trasera, había una zanja cavada, probablemente por los dueños del terreno. Ella se había tomado la molestia de no solo quitarme los pantalones, sino también de arrastrarme y lanzarme a la zanja. Sin lugar a dudas, una chica muy peligrosa, si lo pensaba detenidamente. En ese momento, solo podía pensar en salir de allí. Por suerte, mi celular y documentos, al estar en mi chaqueta, no fueron robados. Sin embargo, yo estaba sin pantalones y con los genitales expuestos, y al intentar salir a la superficie no pude evitar algunos leves golpes en mi escroto y pene. Miré la hora y habían pasado 3 horas; eran casi las 12 de la noche. El lugar seguía oscuro, así que me puse la chaqueta como si fuera una falda y salí de allí hacia una calle donde vi un taxi pasar. Hice señas, me subí y logré llegar a casa cerca de la 1 de la mañana.
Realmente no podía creer cómo todo había terminado así. Cuando pensé que ese día alguien me iba a complacer, lo que realmente ocurrió fue que estuve a punto de ser castrado. Reflexioné sobre qué venganza tomar contra ella. Después de todo, no es que la hubiese intentado violar; todo había sido consensuado, y ella se había aprovechado de mis deseos y me había hecho esa cosa. Se me pasó por la mente violarla literalmente, después de lo que me había hecho. Si la denunciaba, ella seguramente se defendería y cambiaría la situación en su contra. Por lo tanto, lo consideré, pero el problema era cómo hacerlo. Siempre tomaba una sola ruta a su supuesta casa, y esas zonas normalmente están bien iluminadas. No tendría oportunidad, a menos que la citara nuevamente, diciéndole que la perdonaba y una vez allí, la drogara y la sometiera después de casi destrozarme las partes íntimas. Sin embargo, después de lo que acababa de pasar, ella no parecía ser una chica común, lo que haría que notara algo extraño y no lo aceptara. Cuanto más pensaba en cómo hacerlo, más me estresaba, así que opté por ir a bañarme, ya que estaba sucio por la tierra, y luego dormí.
Al día siguiente, teníamos clase nuevamente y ella tenía clase conmigo en el mismo salón. La verdad es que me aterraba y me daba vergüenza cómo la vería de nuevo a los ojos, o si siquiera la vería. Luego de lo sucedido, ella podría haberlo contado a todo el mundo, lo que me aterrorizaba aún más, o incluso inventar una versión dañina de los hechos. Sin embargo, al llegar, a pesar de ser puntual, ella no estaba en el aula, y aunque esperé, no apareció. De hecho, no volvería por el resto del ciclo.
Pregunté a una de sus amigas con las que se juntaba, y la única información que me dio es que desde ese día que faltó, ella nunca más se comunicó con nadie, literalmente desapareció. Aunque tampoco me preocupaba, ya que al ser la quinta semana del primer ciclo, quizás no le fue bien en sus exámenes y decidió retirarse. Sin embargo, cuando tuve la oportunidad de ver el registro de calificaciones del profesor, ella ya figuraba como inhabilitada, pero en la primera unidad había obtenido buenas notas.
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