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Esperma en mis pies


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Lo que voy a relatar cambió mi existencia para siempre. Soy Paola, de nacionalidad mexicana y tengo 30 años. Esto ocurrió hace muchísimo tiempo, pero desde ese día mi vida tomó otro rumbo.

Contaba con 21 años, y mi hermana se encontraba a punto de contraer matrimonio, por lo que necesitaba unos zapatos de tacón para la boda. Al ingresar a una zapatería, comencé a buscar un par que me gustara. Al divisar unos tacones que llamaron mi atención, solicité a una dependienta que me los mostrara en mi talla. Sin embargo, para que entiendan el contexto, debo describir mi figura física. Soy bajita, mido 1.55, pero mi anatomía atrae mucho la mirada masculina, ya que tengo poco busto, pero una prominente cadera y muslos. Además, tiendo a sentir calor, por lo que prefiero usar vestidos, y los hombres suelen fijarse en mis piernas, aunque eso no me incomoda.

Lo que más destaca es que mis pies son grandes en proporción a mi estatura: calzo talla 8 (talla mexicana, 11 americana).

Cuando pedí a la vendedora tacones talla 8, ella se sorprendió, pero no emitió comentario alguno. Más tarde regresó y me informó:

-Solo dispongo en talla 7.

Intenté ponérmelos, pero no me ajustaban. En ese instante, algo inesperado sucedió. Al quitarme mis tenis y medias para probar los tacones, los hombres cercanos se quedaron mirando mis pies descalzos como si fueran una delicia. Mientras trataba de calzarme los tacones, más hombres se acercaban para observar mis pies. De repente, noté a uno de ellos masturbarse a escondidas mientras miraba mis pies. Volteé la mirada para no verlo, pero gradualmente percibí que otros hombres hacían lo mismo.

Entonces, el gerente de la tienda se aproximó y expresó:

-Señorita, por favor, acompáñeme, en la bodega creo que tenemos un par de su talla.

Así que lo seguí hacia la bodega donde almacenaban los zapatos. Me condujo hasta el fondo de la bodega y me indicó que me sentara en un banco que había allí. De pronto, varios hombres entraron en la bodega y el gerente cerró la puerta. Alarmada, le pregunté qué ocurría. Sin embargo, el gerente respondió:

-No se preocupe, simplemente quítese los tenis.

Cuestioné la necesidad, pero él se acercó y ordenó "¡Quíteselos!" quitándome los tenis por la fuerza. Así que me quedé descalza y todos los hombres sacaron sus miembros y comenzaron a masturbarse contemplando mis pies. Quise huir o gritar, pero me quedé paralizada, cerré los ojos para evitar verlos. De pronto, sentí que alguien tomaba mi pie y lo acercaba a su nariz. Curiosamente, en lugar de incomodarme, aquello me excitó sobremanera. Nunca antes habían acariciado mis pies de esa forma, fue una sensación embriagadora.

Luego, percibí que otros hombres seguían el ejemplo y oculté mis pies detrás de mí. Uno de ellos gritó "Dejen ver esos pies enormes, maldita jovencita" y agarró mis tobillos, tirando hacia adelante. Caí del banco y aterricé en el suelo de un brinco. Acto seguido, el mismo individuo se posicionó sobre mis piernas para inmovilizarlas y evitó que me moviera. No supe qué ocurría, pues en vez de sentir miedo, me embargaba una excitación extrema. Entonces, otros hombres comenzaron a acariciar mis pies y uno de ellos empezó a chupármelos. Recorrían sus lenguas entre mis dedos (dada su longitud) y yo me encontraba cada vez más ardiente y lubricada. Posteriormente, noté cómo algo caía sobre mi pie, pensé que era saliva, pero tenía una consistencia más densa. Al mirar, advertí que uno de los hombres eyaculaba sobre mis pies. Quedé desconcertada.

Luego, otros siguieron el mismo camino y acabaron eyaculando sobre mis pies, sintiendo cómo el esperma escurría entre mis dedos, en las plantas y sobre mis piernas. Mis pies quedaron completamente cubiertos de semen y yo...

No pronuncié ni una sola palabra. Posteriormente oí al director indicarles que salieran por una salida trasera, y al final todos se marcharon, dejándome sola y con mis pies manchados de esperma.

Comencé a llorar y de pronto la vendedora irrumpió en la bodega. Al verme sentada en el suelo, simplemente me ofreció ayuda o me sugirió llamar a alguien. Rechacé la oferta, expresando mi deseo de regresar a casa. Ella me aconsejó ir al baño a higienizarme y así lo hice. Amablemente, la vendedora me obsequió unas sandalias de baño de tono rosado, con las cuales regresé a mi hogar, pues mis zapatos deportivos estaban completamente manchados de semen y los deseché en el basurero.

Al llegar a mi casa, no había nadie, así que decidí tomar un baño. Sin embargo, mientras me bañaba, empecé a imaginar a todos los hombres eyaculando en mis pies y en sus falos, lo que me excitó de nuevo. Entonces, comencé a acariciarme con los dedos mientras pensaba en todo el semen escurriendo entre mis dedos y sus lenguas lamiendo mis pies.

A partir de ese día, esa obsesión se apoderó de mí y comenzó mi trayectoria como meretriz vendiendo mis pies.

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