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Descubiertos por mi hermana con sus panties en la ducha


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Para el final de cada período de vacaciones de verano, mientras mi madre visita a familiares, mi hermana y yo solemos quedarnos en casa, ya sea por trabajo o estudios, guardando secretos como tener visitas a escondidas.

Esta anécdota transcurre cuando yo tenía 20 años, siendo mi hermana dos años mayor, habíamos compartido muchas experiencias, pero ninguna como la de ese verano en particular.

Esa noche, al regresar a casa después de un largo día de trabajo, escuché ruidos provenientes de la habitación de mi hermana. Movido por la curiosidad, me acerqué a la puerta entornada y pude ver a mi hermana con un chico, presumiblemente un amigo, en plena acción.

En ese instante, sentí cómo mi miembro comenzaba a reaccionar, aunque tenía mis reservas respecto a lo que estaba presenciando. Aun así, decidí quedarme observando la escena. Ambos estaban desnudos y entregados al acto, disfrutando mutuamente. Mis pensamientos se volvieron cada vez más provocativos mientras los escuchaba intercambiar palabras subidas de tono y observaba sus movimientos.

La excitación crecía en mí y, sin poder resistirme, comencé a acariciarme por encima del pantalón, notando cómo mi erección se hacía más evidente con cada cambio de posición que presenciaba. Mientras mi hermana se ponía a cuatro patas, su amigo la penetraba desde atrás sujetándola del cabello.

El morbo me invadía a medida que mi miembro palpitaba. Escuchaba cómo el chico elogiaba las nalgas de mi hermana y se disponía a eyacular sobre ellas, mientras yo seguía tocándome con avidez y curiosidad, hasta presenciar cómo la llenaba de su semen. En ese momento, mi hermana comenzó a gemir intensamente, lo que me hizo intuir que también había alcanzado el clímax. Con rapidez, salí de puntillas de su habitación y fui a mi cuarto, donde recordé lo acontecido y terminé masturbándome hasta el orgasmo antes de quedarme dormido.

A la mañana siguiente, desperté con el recuerdo vívido de la noche anterior y me dirigí al baño para ducharme, pero la excitación persistía. Al ver un cesto de ropa compartido, divisé unas sensuales pantaletas negras que mi hermana había dejado encima. Sin pensarlo dos veces, las tomé, las olí y las froté contra mi miembro erecto. Acto seguido, me desnudé, entré en la ducha sin abrir el grifo, permaneciendo de pie mientras inhalaba el aroma de las pantaletas y me estimulaba.

El embriagador olor de su intimidad impregnado en la tela avivaba mis recuerdos de la noche anterior. Aquella fragancia mezclada con fluidos despertaba en mí un deseo ardiente. Concentrado en mis acciones, no había cerrado con seguro la puerta.

De repente, mi hermana abrió la puerta del baño bruscamente, creyendo que estaba vacío, y me descubrió con sus panties en la cara, completamente desnudo y con mi pene en plena erección. Permaneció en silencio por un instante, como si aquella escena le excitara y le dejara desconcertada al mismo tiempo. Sus mejillas se tornaron sonrosadas, pero su expresión cambió rápidamente.

Acercándose a mí, mi hermana me reprochó el uso de sus pantaletas, tildándome de pervertido y cuestionando mis acciones. A pesar de ello, permaneció allí de pie, vestida con un pijama de shorts cortos ligeramente transparente, dejando entrever un poco de vello en el monte de Venus. Su camisón corto, completaba el escenario, y pude notar...

y delgada dejaban entrever que sus pezones se marcaban, noté que se endurecían y que sus mejillas adquirían un tono rojizo.

Yo, paralizado y sin saber qué decir, le confesé que la noche anterior no pude evitar mirarla junto a su amigo en la cama a través de la puerta, que fue sin intención ya que llegué del trabajo y solo quería saludar, pero que aquella escena me excitó demasiado y no pude resistir la tentación de tomar sus bragas y fantasear con todo lo que mis ojos habían visto. Ella se acercó y me preguntó qué había observado y le conté sobre lo excitante que era verla girando encima de su amigo o cuando estaban en cuatro teniendo relaciones.

En ese momento noté cómo su mirada se posaba en mi entrepierna, y me susurró suavemente si me había gustado lo que presencié, también me preguntó qué sensaciones había experimentado, a lo que le respondí que me fascinó y me generó mucho deseo, tanto que me vi obligado a tocarme mientras los veía, fue entonces cuando le propuse que se duchara conmigo y que guardaría el secreto, que aprovecháramos que estábamos a solas, a lo que ella me respondió que todo aquello era un poco extraño y sucio, que yo era su hermano, pero que le excitaba que le hablara de esa manera.

Al estar cerca de mí, comencé a acariciar su cabello y tomé su mano con firmeza para colocarla en mi entrepierna, su reacción fue empezar a masturbarme mientras escuchaba mi respiración entrecortada, al mismo tiempo que yo empezaba a gemir de placer, mis manos se dirigieron hacia sus pechos, pudiendo sentir lo delicioso que eran sus pezones en mis palmas, rápidamente intenté desabrochar su blusa, pero ella sonrió y me pidió que no se lo dijera a nadie, se la quitó, dejándome ver sus pechos al completo, mi corazón latía rápido lleno de excitación y deseo.

De repente, mi hermana entró en la ducha conmigo, tomé mi entrepierna y la frotaba con su short mientras llevaba sus pezones a mi boca, bien erectos, ella gemía suavemente, preguntándome si me gustaban, a lo que respondía que me enloquecía de placer el pasar mi lengua y jugar con mis manos.

Mi excitación seguía en aumento, me arrodillé en la ducha y empecé a bajar rápidamente su short, para mi sorpresa no llevaba ninguna ropa interior y pude apreciar su húmeda y ligeramente velluda zona íntima, su clítoris se encontraba erecto, al eliminar toda su vestimenta, me deleité con su esencia, probando su sabor con mi boca.

Ella sujetaba mi cabeza mientras movía mi lengua y me tocaba, mencionaba que era una extraña sensación el que su propio hermano estuviera realizando sexo oral, le indiqué que podía imaginar a quien quisiera, incluso a su amigo de la noche anterior, para aumentar su placer, pero ella solo gemía y cerraba los ojos.

Le pedí que se volteara, dejándome apreciar todo su trasero frente a mi rostro, desesperadamente lo acariciaba con mis labios, le besaba y pasaba mi lengua, indicándole lo precioso que era su derrière, ella solo me dijo ¿te gustan? Sigue besando mis nalgas, en un tono acelerado y agitado, no obstante, le sugerí que las separara, mostrándome su precioso trasero y arrugado, mi lengua no paraba y lo recorría en círculos, también me deleitaba con su aroma, que me hacía desear más intensamente.

Mi mente estaba sumida en la lujuria de la situación y me puse de pie, le expresé mi deseo de penetrarla, a lo que ella se inclinó un poco y puso su trasero frente a mi entrepierna, la sujeté fuertemente por la cintura y comencé a introducirme lentamente en su húmeda zona íntima.

Mi hermana me miraba hacia atrás mientras gemía, al mismo tiempo que estimulaba su clítoris, también separaba sus nalgas con su mano, yo introducía un dedo en su ano, tiraba de su cabello hacia atrás y al acercarme a su oído le susurré ¿te gusta sentir mi miembro dentro de ti? A lo que ella respondió afirmativamente, relatando lo sensual y placentero que era.

Qué sensación tan placentera era sentir sus glúteos golpear contra mis caderas.

De repente la retiré, ella se volteó y nos besamos apasionadamente con lengua, mientras yo sujetaba sus pompis con mis manos. Luego, se agachó, me miró a los ojos, sonrió y abrió la boca para empezar a acariciar mi miembro de manera enérgica.

Su lengua se movía de un lado a otro, yo la agarraba de la cabeza y la empujaba un poco hacia abajo, sintiendo cómo lo tomaba todo hasta la garganta. Después, ella lo sacaba y lo escupía, provocándome una excitación intensa, casi al punto de llegar al clímax. Ella jugaba con su lengua a lo largo de todo mi falo, incluso se atrevía a llevarse mis testículos a la boca, todo mientras me miraba con lujuria.

De repente, ella se levantó, empezamos de nuevo a besarnos apasionadamente con el sabor de mi esencia y mi pene, mientras yo volvía a rozar su clítoris, hasta penetrarla de nuevo mientras estábamos de pie en la ducha.

Ella se lubricaba su mano y acariciaba rápidamente su clítoris, mientras yo apretaba sus nalgas y le introducía un dedo en su retaguardia, esta vez más adentro. Disfrutábamos de cada momento, para luego sacarlo y llevármelo a la boca, ella me decía que lo disfrutaba y nos besábamos de nuevo.

Sus ojos empezaron a cerrarse, su respiración se aceleraba, sus manos se movían con más rapidez en su clítoris. Le pedí que llegara al clímax y ella lo experimentó de manera deliciosa, contrayendo sus músculos vaginales y mojándose más, apretando mi pene y proporcionándome un placer inmenso al ver su rostro durante el orgasmo.

Ella gemía de placer, me pidió que eyaculara dentro de ella, me tomó de la cabeza, chupó el dedo que había estado en su ano y mi ardor se desbordó. Me revolqué de placer al sentir cómo mi semen salía y la llenaba por dentro, ella observaba mi miembro dentro de su vagina y cómo la inundaba completamente, mi respiración agitada reflejaba una sensación de placer exquisita con mi corazón latiendo con fuerza.

Entonces, saqué mi pene, nos besamos con lengua por unos instantes más, recordamos lo acontecido y ella comentó entre risas que éramos unos atrevidos, pero también expresó lo bien que lo había pasado y reiteró que era nuestro secreto, a lo que contesté afirmativamente, todavía emocionado.

Con una sonrisa, mi hermana me dijo que se iba a asear, pero me pidió que saliera del baño y esperara un rato antes de ducharme, ya que tenía compromisos académicos por la mañana. Mientras ella se aseaba, me retiré a mi habitación para rememorar con lujuria todo lo compartido. Antes de salir de casa, se acercó a mi habitación para despedirse con un beso en la mejilla, disimulando lo ocurrido, pero mencionando que esa noche traería a un amigo y que dejaría la puerta de su habitación entreabierta antes de partir.

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