Después de la inesperada y sumamente placentera experiencia de trío con mi sobrino y su amigo paraguayo en casa, ellos se dirigieron a Trujillo para encontrarse con mi hermana. Durante su estancia allí, creamos un grupo de Whatsapp llamado "la tía sensual", manteniendo una comunicación muy picante. Nos enviábamos fotos de sus genitales y de mis senos, vulva y glúteos. Estaba constantemente excitada y me masturbaba pensando en el fornido pene paraguayo que me enloquecía.
A punto de regresar a Lima, con destino a Buenos Aires, mi sobrino y su amigo me propusieron encontrarnos. Calculando su hora de llegada y el tiempo para hacer el check-in de su vuelo a Buenos Aires, les quedaban aproximadamente dos horas libres, un margen muy ajustado. Sería improbable que vinieran a mi casa, situada a más de una hora del aeropuerto. Les sugerí encontrarnos cerca y buscar un hotel. Recordé haber visto varios hoteles en la avenida Tomás Valle, camino poco habitual pero conocido por mi esposo.
Dos noches antes de la cita, comenté a mi esposo mi intención de despedir a mi sobrino en el aeropuerto. Le pareció una excelente idea y en ese instante me entregó dinero para los taxis y para almorzar juntos en el aeropuerto. Lo abracé, lo besé y le hice el amor apasionadamente, simulando un orgasmo que lo llenó de alegría.
El día de la llegada de mi sobrino, me arreglé, me duché y me puse un conjunto de lencería que mi esposo me había regalado sin estrenar. A pesar del frío, vestí un atuendo coqueto y una chaqueta. Ellos aterrizarían procedentes de Trujillo alrededor de las 11:00 am, debiendo recoger el equipaje a las 11:30. Salí de casa a las 10:00 y, debido al tráfico, llegué al aeropuerto a las 11:15. Aunque ya habían aterrizado, aún no habían recogido las maletas. Cinco minutos después aparecieron y nos encontramos los tres.
A pesar del deseo y la complicidad, en público no sabíamos cómo actuar. Nos saludamos con cierta frialdad y tomamos un taxi hacia un hotel que había avistado en la Av. Tomás Valle, cuyo nombre recordaba. El taxista, como suele pasar, sugirió uno "mejor" a una cuadra de distancia. Para evitar complicaciones, acepté su sugerencia. Viajamos los tres en la parte trasera. Yo en medio, con la vulva húmeda y excitada. Por suerte, el trayecto fue breve, apenas unos 5 minutos. Durante el camino, intercambiamos experiencias del viaje, aunque la tensión impedía una conversación fluida.
Solicité una habitación triple "para descansar" durante dos horas. Nos asignaron la habitación rápidamente y subimos juntos con las maletas. Aparentemente, el hotel era frecuentado por pasajeros en tránsito y ofrecía un ambiente limpio y cómodo. Al entrar en la habitación, la situación se relajó.
Mi sobrino me abrazó y besó diciéndome "tía, te he extrañado". Su amigo se colocó detrás de mí, besando mi cuello y hombros, expresando "señora Lucía, yo también la he extrañado". El joven paraguayo levantó mi vestido y empezó a acariciar mis glúteos. Comencé a gemir. Mi sobrino me bajó la tanga, acariciando mi vulva, y afirmó "tía, estás muy excitada", lo cual era cierto.
De forma natural, nos separamos por un momento y nos desnudamos. Me senté al borde de la cama con ambos frente a mí: el largo pene de mi sobrino y el robusto miembro de su amigo paraguayo. Por alguna razón desconocida hasta entonces, encontraba el pene del amigo especialmente atractivo y provocador, con un grosor y una forma que me volvían loca. Para ocultar mi preferencia, empecé a practicar sexo oral con el miembro de mi sobrino, siendo este solo el principio...
Después de unos instantes, cambié a mi preferido durante unos cuantos más y estuve así, intercalando unos minutos quizás.
Posteriormente me recosté. Ambos se colocaron a cada lado y cada uno empezó a lamerme un pezón. Experimenté una sensación deliciosa al tener a uno a cada lado chupando, mordisqueando, succionando un pezón. Una mano, cuyo propietario desconocía, comenzó a estimularme manualmente y me sentí tan ardiente que parecía que me derretía sobre la cama, a punto de llegar en ese instante. Sin embargo, cambiaron de posición.
Se acercaron los dos, arrodillados sobre la cama, a mi rostro. Tenía a su disposición ambos penes en mi boca y comencé a succionarlos, uno tras otro, hasta donde pude meter en mi boca las cabezas de ambos, ya no estaba segura de lo que hacía, todo fluía naturalmente. En ese preciso instante sonó mi teléfono móvil. Solo tengo activado el tono de llamadas de mi esposo y sabía que era él. Me levanté y contesté.
Él preguntó cómo iba todo y le respondí que muy bien. Le dije que estábamos en el Tanta del aeropuerto, que acabábamos de realizar el pedido y que ya esperábamos la comida. Le mencioné que afortunadamente encontramos una mesa para tres y que estábamos cómodos. Me pidió hablar con mi sobrino, quien estaba nervioso, pero le di el teléfono. Mientras él hablaba, me acosté, el amigo paraguayo me introdujo su miembro en mi boca y (supongo) por la excitación del momento, eyaculó casi de inmediato, llenándome la boca de semen y continuó eyaculando sobre mi nariz y mejillas. Mi sobrino me devolvió el teléfono y tuve que mantenerlo alejado de mi oreja y boca para no ensuciarlo. Agradecí nuevamente a mi esposo por el almuerzo y colgamos.
El paraguayo se recostó satisfecho. Mi sobrino me dijo "tía, yo también" y comencé a practicarle sexo oral, con el semen de su amigo en mi boca y rostro. En muy poco tiempo, él también eyaculó. Mucho más que su amigo. Todo fuera de mi boca. Sentí que mi rostro entero estaba cubierto de semen.
Así nos recostamos los tres. Yo en medio. Estaba extasiada, aunque aún no había tenido un solo orgasmo. Pero allí, en medio de los dos, me sentía muy feliz, muy dichosa, con mucha suerte.
Ambos empezaron a acariciarme y a besarme la cara llena de semen. Ambos recorrían mi rostro con sus lenguas, ambos me besaban apasionadamente. El paraguayo se levantó y prácticamente se sentó en mi rostro. Tenía sus testículos justo en mi boca, empecé a lamerlos y se descontroló, empezó a gemir de placer y a decirme "qué zorra eres, señora Lucía", eso me excitó más y cuando sentí que mis piernas eran levantadas por mi sobrino, las elevé al máximo para dejarle mi trasero a disposición.
Entendió y humedeció sus dedos con saliva, luego me penetró analmente. Seguía teniendo a su amigo sentado sobre mi rostro, casi sofocándome. Con la excitación de la penetración, lo empujé un poco hacia adelante y comencé a lamerle el trasero. Me dijo "¿qué estás haciendo, señora Lucía?", pero se dejó hacer. Sentí que era la primera mujer en realizar esa acción y me sentí bien, y él también.
Con mi lengua en su trasero y el miembro de mi sobrino en mi recto, experimenté el primer orgasmo. El paraguayo se levantó y se recostó a mi lado, me dijo "sube, señora Lucía". Subí y le entregué mi zona íntima. Mi sobrino se colocó detrás y me utilizó por detrás. Experimenté un orgasmo tras otro. Vaginal y anal, vaginal y anal, perdí la cuenta. No soy multiorgásmica, pero esa tarde llegué y volví a llegar y seguí llegando. En algún momento ambos alcanzaron el clímax, supongo que casi al unísono. Pues lo siguiente que recuerdo es temblar en la cama, casi incapaz de controlar mis piernas, entre los dos.
Descansamos unos 20 minutos o algo así. Verifiqué la hora en mi reloj y nos quedaban unos 15 minutos. Me levanté y arrodillada comencé a practicar sexo oral a un pene y luego al otro. Dado lo jóvenes que eran ambos, se erectaron muy rápidamente. Quería el miembro paraguayo en mi trasero. No me importaba lo mucho que me ardería. Pero no quería mostrar preferencias. Sin embargo, tuve suerte. Mi sobrino me dijo: "sube, tía" y subí sobre él. Mi parte trasera quedaba libre para su amigo paraguayo.
Sentí sus dedos agregar saliva. Experimenté como su cabeza comenzaba a empujar, me sentí abriéndome, en ese momento me sentí en el paraíso con ese miembro grueso que entonces adoraba, llenando mi recto. Olvidé a mi sobrino. Todo era ese pene paraguayo grueso en mi trasero. Llegué, volví a llegar. Ambos llegaron.
Comprobamos la hora y había pasado el tiempo prudencial para llegar al aeropuerto. Ellos se vistieron. Yo me duché rápidamente. Tenía la cara aún con rastros de semen, y la zona íntima y el trasero llenos. Salimos apresuradamente hacia el aeropuerto. Por suerte llegaron algo tarde, pero a tiempo.
Regresé a casa. Me bañé. Poco después, antes de abordar el avión, en un mensaje privado, el paraguayo me expresó que me amaba. Cosas de jóvenes pensé, pero me hizo sentir muy bien. Le respondí que me encantó estar con él y que esperaba que vuelva siempre. Luego dormí hasta que llegó mi esposo.
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