Ocurrió hace unos años, mis compañeros de la universidad decidieron tener un bebé, por lo que nos invitaron a diversas reuniones. Siempre estuve muy cerca de ambos, Jennifer era mi amiga más cercana y confidente, una mujer morena y curvilínea con facciones atractivas y unos senos impresionantes (su mayor atributo, sin duda), con larga cabellera oscura, tal vez no la más hermosa pero siempre muy sensual y capaz de despertar deseos en algunos compañeros, incluido su actual pareja, Alonso, un buen amigo con el que compartí muchos momentos en la universidad y con quien desarrollé una amistad genuina y siempre cordial.
Terminamos la universidad y seguimos manteniendo una sólida relación junto con otros amigos cercanos. Jennifer siempre fue mi confidente y sé que le atraía, aunque nunca pasó nada más allá de algunos roces que despertaban cierto deseo en mí, muchas veces promovidos por ella. Ella me gustaba y lo sabía, siempre he sido dedicado al ejercicio y poseo un cuerpo que, sin ser pretencioso, sé que mis compañeros envidiaban y que atraía a varias amigas, incluida Jennifer, por supuesto. Siempre fui algo varonil, de tez oscura, con piernas y nalgas pronunciadas, fuerte pero sin exagerar, y de carácter jovial para crear un buen ambiente, por así decirlo. Jennifer conocía aspectos de mí que seguramente seguían despertando interés sexual en ella, pero después de más de 10 años de amistad, las cosas eran así, simplemente amistad.
Como mencioné, llegó el momento de su embarazo. Jennifer y yo seguimos manteniendo conversaciones a través del celular y, aunque yo solía ser más abierto sobre mis intimidades, un día me sorprendió al contarme que se había distanciado de Alonso desde que quedó embarazada, debido a un problema sexual, ya que aparentemente a él no le interesaba durante esa etapa de sus vidas.
Tuve la oportunidad de verlos cuando ella tenía aproximadamente 4 meses de embarazo y, sinceramente, en aquella ocasión me fui más que excitado de su casa, ya que Jennifer llevaba una blusa algo suelta que dejaba entrever esos senos que, desde que la conocí, habían sido objeto de mis fantasías. Ella notó mis miradas más intensas, pero como siempre, solo observó sin expresar molestia. Fue maravilloso ver ese día sus senos tan libres, ahora más grandes, o al menos así lo parecían en ese momento. Sin embargo, ya habían pasado 2 meses desde entonces y me imaginaba que aquellos senos estaban a punto de reventar. Siempre he tenido cierta inclinación por los senos de las mujeres embarazadas, por lo que, a medida que Jennifer me hablaba al respecto, una fuerte erección se apoderó de mí como nunca antes. Mi miembro estaba completamente erecto y no era para menos. Siempre quise creer en la inocencia de Jennifer, pero no estaba seguro de si me lo contaba a propósito, ya que en alguna ocasión ella había descubierto mi fetiche por los senos de mujeres embarazadas y quizás lo había tomado en cuenta…
En fin, acordamos tomar un café en su casa, ya que ambos estábamos libres, algo que ya habíamos hecho varias veces. Solía llegar antes de que Alonso regresara del trabajo y charlábamos de manera más íntima como amigos. Aquel día parecía transcurrir de la misma manera, pero yo estaba excitado y con mi mente siempre traviesa y sucia.
Llegué a su casa, toqué el timbre y me recibió ella, la morena con su larga cabellera negra y lacia, luciendo un vestido morado amplio para ocultar su barriguita de embarazo pero que dejaba al descubierto sus torneadas y gruesas piernas. No podía dejar de notar su habitual expresión coqueta, pero eso era algo que
A mí me excitaba más, pero de todas formas, levanté la mirada hacia donde más me interesaba y las vi; esas tetas estaban bellas, enormes y con venas que parecían latir por la presión que sentía en el pecho. No sé cómo logré controlar mi erección al saludarla, ni cómo no me reprochó por lo directa que fue mi mirada hacia sus senos, pero ella simplemente me saludó como de costumbre, invitándome a pasar, así que lo hice. Me senté en la mesa del comedor y ella se dirigió a la cocina, regresando poco después con café para los dos.
Se sentó frente a mí bastante cerca, colocando esos senos al descubierto sobre la mesa como si nada, se notaba que no llevaba sostén y debió darse cuenta de mi atención a ese detalle, ya que comentó - Disculpa que no lleve sostén, es que mis pechos me duelen mucho por la cantidad de leche que tengo, no sé cómo hacen otras mujeres para soportarlo -. Entre risas, le dije que no se preocupara, que no era la primera vez que veía a una embarazada lidiando con esos problemas, a lo que ella respondió - Sí, lo sé, ya me has contado varias cosas al respecto - y ambos nos reímos sabiendo a qué se refería.
Continuamos conversando trivialidades y yo seguía hipnotizado por esos enormes pechos, mi pene latía debajo de la mesa y ella no tenía reparos en taparse un poco los senos. Más tarde surgió el tema de su abstinencia sexual y tratando de ayudar, le mencioné a Alonso que podría ser algo común, que no todos eran fetichistas o excitables como yo, lo que nos hizo reír nuevamente, pero la carga sexual aumentaba cada vez más.
Entonces ella comentó - Tú, que eres bien travieso, ¿es verdad que el dolor de los senos se alivia cuando se libera un poco de leche? -. Nervioso, respondí - Bueno, la verdad es que no estoy seguro, no soy mujer, pero podrías pedirle a Alonso que te ayude un poco con eso, parece que explotarán si no lo hacen pronto -. A su vez, ella comentó - Ay, tu amigo, si espero a que él lo haga, será hasta la eternidad -, justo en ese momento, su blusa se empezó a manchar de humedad alrededor del pezón, lo cual me tenía fuera de control. - Uf, Jennifer, me conoces muy bien y no podré resistir esta situación si los tienes tan libres y goteando leche, soy hombre -, a lo que ella rió y dijo - No, no es por ser hombre, es porque eres un travieso y caliente, jajaja, pero está bien, ya sé cómo eres, de hecho, aprovechando y como amigos, ¿te importaría ayudarme con lo que tu amigo no quiere hacer? -. Sorprendido y viendo su mirada inquisitiva y cargada de deseo, le pregunté - ¿A qué te refieres exactamente? -, a lo que ella respondió - Vamos, no me hagas pedirlo, a sacarme la leche de los senos que ya no aguanto más.
Dicho esto, sacó un pecho de su vestido, dejándomelo a la vista de forma explícita, con esas venas palpitantes, un pezón grande y también oscuro, brillante por el líquido que lo rodeaba, no pude resistirme y como impulsado por un resorte, me levanté, me arrodillé a su lado y comencé a succionar su pezón como si fuera el bebé más hambriento del mundo. Estaba fascinado, chupaba ese gran pecho, lo acariciaba con ambas manos adorándolo, ella a veces se quejaba del dolor pero parecía no importarle, prefería que le succionara el pecho y se lo apretara a quedarse con el dolor y la excitación que sentía. El otro pecho aún estaba bajo el vestido y, como reaccionando al primero, comenzó a humedecer la tela de su ropa, oscureciéndola, me aparté de su primer pezón, jaleé su vestido liberando por completo ambos senos y su vientre de embarazada.
Me acerqué y empecé a lamer su otro pezón como si estuviera poseído, ella solo gemía de placer pidiéndome que no parara, que era delicioso y que lo deseaba tanto, me agradecía por hacerlo, mientras yo estaba extasiado con esos pechos que siempre había deseado en mi boca y en su mejor momento. - Toda mi vida quise mamar tus tetas, Jennifer - le dije haciendo un esfuerzo por hablar sin soltar sus maravillosos senos bañados en mi saliva y su leche -, son hermosas -, seguía repitiéndolo,
En el momento en que ella abrió aún más las piernas y acarició su entrepierna, el inconfundible aroma de su vagina empapada llegó a mi nariz y me excitó como un toro - Te deseo, Jennifer.
Ella, resistiéndose, respondió diciendo que no, ya que Alonso llegaría pronto. Insistí un poco más, pero ella no cedía. Hasta que finalmente me dijo - Alonso estará aquí en minutos y no es apropiado que nos encuentre así. ¿Qué te parece si lo dejamos para otro día y ahora te hago sexo oral rápidamente, pero apresúrate que debo cambiarme - A lo que respondí afirmativamente, me levanté, bajé mi cierre enfrente de ella que permanecía sentada con las piernas abiertas en una silla del comedor, expectante. Según lo que me dijo después, siempre quiso ver mi pene y mi cuerpo. Saqué mi miembro erecto que apuntaba hacia ella, la cual lo tomó rápidamente con sus manos mientras continuaba bajando mis pantalones, quedando atrapados a mitad del camino, impidiéndome moverme más, aunque no hacía falta.
Ella acercó sus senos debajo de mi pene mientras me masturbaba con una mano, luego los levantó y los lamió, para después chupar mi pene con una pasión y habilidad que nunca imaginé en ella. Lamió la punta, acarició mis testículos y volvió a introducirlo en su boca, lo llenó de saliva y lo llevó a sus pechos hinchados y mojados para darme mucho, muchísimo placer. Aceleraba con una mirada lujuriosa que jamás creí posible, mientras yo sentía cada vez más la urgencia de alcanzar el clímax, a pesar de que lo demoraba para prolongar el placer. Ella intensificaba sus movimientos y me animaba a eyacular en sus senos, diciendo que me lo había ganado por hacer lo que mi amigo no quería.
Sus palabras y la increíble paja me excitaban, hasta que en un espasmo incontrolable no pude contenerme más, eyaculando repetidamente sobre su cuello, barbilla y sus senos. Atónito observé cómo se formaba un coctel de semen, saliva y leche materna entre sus pechos, convirtiéndolos en un festín visual para los hombres más lujuriosos.
Extasiado contemplé la obra maestra que eran sus senos, ella con una expresión de deseo y lujuria absoluta, llevó uno de sus pezones a su boca para chuparlo y con sus manos recogió el resto de mi semen que bañaba sus pechos, llevándoselo a la boca y humedeciéndose con él como si fuera la crema más exquisita.
Cerró los ojos y respiró durante medio minuto, luego pidió pasar y me informó - Voy a arreglarme, Alonso no tardará en llegar - reaccioné, ordené mi ropa y esperé a que saliera Jennifer.
Cuando salió, estaba vestida de forma menos provocativa, con una apariencia más tranquila pero una mirada sugerente y sonrojada, como si deseara algo más a pesar del placer recibido.
Convenimos en repetir la experiencia y explorar más, y luego llegó Alonso. Hablamos como si nada hubiera pasado, pero mucho había cambiado desde entonces.
FIN
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