Desde aquel domingo en el que entablé la primera conversación con Marcela y Nacho, establecimos una buena relación. Esta pareja amablemente tomó mi número de teléfono del grupo de WhatsApp de vecinos del edificio y me escribieron. Nos agregamos mutuamente a la agenda y comenzamos a desarrollar un lazo afectivo, así prosiguió la situación:
Decidimos organizar un asado para el sábado por la noche, solicitamos autorización al consorcio para usar el quincho y, por consiguiente, la terraza, y nos la concedieron sin problemas. En mi mente traviesa rondaba la idea de que el matrimonio me propondría hacer un trío en la terraza, pensando en que Marcela se entregaría hoy (era una idea lujuriosa) y me deleité con pensamientos provocativos sobre cómo disfrutaríamos con Nacho ambos al mismo tiempo.
Nacho subió primero, llevando la carne, y yo seguí poco después con el carbón, la tabla y demás elementos. Mientras salábamos la carne, Nacho me dijo: "Espero que no te ofendas, pero Marcela estuvo hablándome de ti desde el jueves y quería que fueras nuestro invitado especial".
-"Tú debiste hacer algo" -me recriminó.
– No entendí a qué se refería con esa acusación. "¿Qué cosa?" -pregunté un tanto desconcertado.
–Todo el tiempo habla de Martín esto, Martín lo otro. Está encantada contigo -concluyó.
Tragué saliva, aceleré el paso, fingí desentendimiento y fui a encender el fuego. ¿Sería que mi fantasía se haría realidad?
–¿Por qué tarda tanto en subir? -pregunté impaciente, a lo que él respondió
–Bueno, se está haciendo de rogar. Ya conoces a las mujeres, probablemente se esté arreglando para venir al asado -y nos reímos.
(Y yo deseándola intensamente, Nacho me la puso en bandeja de plata)
Para mi decepción, vi a Marce abrir la puerta, pero venía con Francesca, su hija. Adiós fantasía del trío...
Marcela lucía un short negro de tela suave que le sentaba perfecto, combinado con una blusa floreada en tono celeste, un poco suelta que le cubría la parte trasera. En ese momento, deseaba descubrir qué ropa interior llevaba debajo. Sin dudas, ese short ajustado de tela suave habría resaltado sus curvas traseras. Con el cabello suelto, recién alisado y con un aroma a jabón, recién bañada y, a diferencia de otros días, no llevaba sus clásicos anteojos, sino unos con montura negra pero con aumento, un toque nerd y sexy que me volvía loco.
Calzaba unas sandalias color arena de una marca brasileña, fabricadas en material sintético con una plataforma de aproximadamente 5 centímetros. Sus uñas, tanto de manos como de pies, estaban pintadas de negro. Dada mi debilidad por los pies femeninos, describiría los suyos como de tipo egipcio, con el dedo gordo destacando y los demás en línea descendente, perfectos y deseables para mí. No pude encontrar ninguna imperfección, era una diosa de pies a cabeza.
Me limpié las manos y me agaché para recoger a Franche. Me encariñé rápidamente con esta pequeña, aunque los conocía desde poco tiempo, esta criatura era mi adoración. Era la consentida de todo el edificio, quizás por ser la más pequeña de la vecindad. Marce se acercó a nosotros y me dio un beso en la mejilla.
Los tres quedamos abrazados, madre, hija y yo, y llegó a mi mente la lejana fantasía de vernos a los tres como una familia.
–Gracias por aceptar nuestra invitación- me agradeció mirándome a los ojos, y conversamos un rato mientras la niña se acercaba a los brazos de Nacho, su papá.
Después de ese bello momento, una atmósfera de silencio nos envolvió, como si nos faltara tema de conversación. La rubia estaba a mi lado, yo preparando la carne en la mesada y ella lavando los tomates y lechugas en el fregadero para…
Preparar la ensalada fue como si quisiera comunicarse conmigo sin atreverse; siendo ambos bastante reservados, no se nos ocurría ningún tema de conversación. La observaba de reojo constantemente, me gustaba mucho.
Cuando pensé en una tontería para iniciar una charla, ella se dirigió hacia Nacho, quien estaba cerca de la parrilla. Le susurró algo al oído y él asintió.
"Vuelvo enseguida, revisa si el carbón está encendido correctamente", me indicó Nacho mientras llevaba en brazos a Francesca hacia su departamento para buscar el peluche favorito de la niña y su vaso de agua.
Una vez solos, Marce los acompañó hasta la puerta y, al regresar, se acercó tímidamente a mí y me tocó el hombro.
"Maaarrr... ¿Podemos hablar?", me dijo sonrojada.
"Siiii Marcela, dime", respondí nervioso.
Permaneció en silencio, como buscando las palabras adecuadas. Se mordió levemente el labio inferior, respiró profundo, hizo una pausa, y con cierta sensualidad, me dijo:
"Me da mucha vergüenza, pero quiero decirte algo. Desde que te conocí, me pareciste muy especial. Lo hablé con Nacho y, bueno, ¡ayyy, estoy nerviosa! ¿Te lo digo? Bueno, allá voy... "
"Quiero presentarte a una amiga", me interrumpió emocionada antes de poder continuar con la historia de su encuentro.."
Permanecí atónito, sin comprender del todo, ya que su propuesta alteró por completo mis planes.
"Emmm, siiii, adelante, no hay problema", respondí, a lo que ella, más relajada, prosiguió:
"Es una amiga del equipo de hockey, jugamos juntas. Hay mucha confianza entre nosotras y, bueno, ella está divorciada desde hace un tiempo y, por ende, está sola. Estaba buscando alguien..."
Se disculpó por haberla llamado así, cosa que ni siquiera mi novia hacía. Llamarme "Mar" me derretía por dentro.
"Es que tú eres diferente, los amigos de mi esposo son peores unos que otros. ¿No me odiarás, verdad?"
Mientras me hablaba, pude ver mi reflejo en sus gafas, me mantenía embobado.
Decidí seguir adelante con lo que sucedía, a pesar de no haber mencionado a María José, mi novia. Ya era tarde para aclarar las cosas, así que me preparé para lo que vendría a continuación.
Quedamos frente a frente, envueltos en una calma tensa. Nos miramos fijamente, ella parecía querer decir algo más, aunque yo era demasiado torpe para entenderlo. En ese momento, la niña regresó con su oso de peluche y su marido trajo un equipo de sonido para poner música.
Conectaron todo y comenzó a sonar una canción muy popular. Ella se movió al compás, moviendo esas caderas de manera encantadora. Nacho dejó su teléfono después de poner la canción y se acercó a ella, la tomó por la cintura y se dieron un dulce beso. Yo los observaba desde lejos, con el carbón ya encendido y la carne en la parrilla, deseando estar en su lugar, sujetándola por la cintura y besándola apasionadamente.
En ese momento, sonó el teléfono de Marcela: era la amiga que acababa de llegar y la esperaba abajo. Mis nervios aumentaron al comprender cuál era el objetivo, esperando que fuera lo que Marce había deseado.
"¡Ahí viene!" exclamó algo nerviosa y corrió a recibirla. Poco después, entraron las dos juntas, y Marce me la presentó directamente a mí.
"Ella es Gabriela", me la presentó.
Gabriela parecía muy simpática. Era bonita, más baja que su amiga rubia. Gaby (así me pidió que la llamara) tenía unas curvas pronunciadas. Su cabello castaño claro, lacio con ondas en las puntas, su rostro agradable con flequillo, llevaba una camiseta suelta roja pasión y unos jeans azules que realzaban sus caderas.
pero de trasero era un poco chata. O quizás la retaguardia de La Doc no tenía competencia.
Ambas se posicionaron de espaldas para preparar los tragos, el trasero de Marcela era como dos balones de fútbol juntos, sobresalía demasiado, mientras que el de Gaby simplemente estaba ahí, más discreto y medio tapado por la remera roja. Lo que llamó mi atención fue que llevaba unos elegantes zapatos stilettos boca de pez color hueso, ambas charlaban animadamente, Marce tomaba el control y dirigía la situación, en cambio Gaby susurraba al oído de su amiga y reían de vez en cuando. Nacho y yo en la parrilla supervisando que la cocción fuese adecuada cuando él desvió mi mirada hacia las dos preguntándome: – Y amigo, ¿qué opinas de Gaby? Aprovecha la oportunidad, que parece estar interesada.
– Bueno... Está atractiva– respondí, aunque en mi interior no estaba del todo convencido. A lo que Nacho replicó –¡Vamos... que esta noche te convertirás en el héroe!
En ese momento las dos se acercaron a nosotros con los tragos.
Marce estaba un poco excitada, a pesar de que había estado bebiendo desde antes de la llegada de Gaby, se notaba que las bebidas empezaban a surtir efecto.
Brindamos los cuatro, "Por los amigos que se están conociendo" fue el motivo en alusión a Gabriela y a mí.
Terminado el brindis, Marce comenzó a bailar para su esposo, como mencioné antes, se movía muy bien, parecía un espectáculo de striptease privado solo para él, movía las caderas como una odalisca y lo más atrevido fue cuando realizó un movimiento estilo "perreo" y puso su trasero cerca del bulto de Nachito y lo rozó justo ahí. El chico, sin dudarlo, motivado por la situación, la atrajo hacia él y le dio un beso, tomando por sorpresa a su esposa, y cuando Gaby y yo nos descuidamos, él tomó su mano y la llevó afuera del salón acristalado donde estábamos nosotros, buscando la penumbra de la terraza para estar a solas. A Nacho se le erizó la piel cuando Marce hizo el perreo, y debo admitir que a mí también al presenciar eso, y cuando se marcharon a contemplar las estrellas en busca de intimidad.
Gaby se quedó conmigo, me observó detenidamente y notó que yo estaba bien dotado, se acercó a mí y, sin saber qué hacer a continuación, corté un pedazo de carne y se lo ofrecí a probar.
– ¡Mmm, qué delicioso! – expresó entusiasmada, saboreó la carne y se llevó mis dedos a la boca, momento en el cual me percaté de que tenía brackets, algo que me resultó muy atractivo en una mujer de 43 años como Gabriela.
Rompiendo el hielo, dimos el primer paso y comenzamos a conocernos, me contó que estaba divorciada desde hacía mucho tiempo, que tenía una hija adolescente y que le resultaba difícil rehacer su vida, que no había encontrado a la persona adecuada, etc., etc.
Yo levantaba la vista observando a la pareja en la oscuridad, muy compenetrados, se fundieron en un apasionado beso como si estuviesen solos, ni Gaby ni yo ni siquiera Francesca, que corría de un lado a otro, parecíamos interferir en esa excitación mutua, éramos invisibles para ellos, Marce acorraló a su marido contra el cálido cemento del balcón y ahí estaban, beso tras beso, como mencioné antes, ella dirigía. Nacho le acariciaba la espalda y lentamente fue descendiendo las manos hasta llegar a las redondeadas nalgas de su esposa, donde las dejó reposar, una en cada mejilla, levantándole la blusa celeste estampada. Se besaron apasionadamente como una pareja adolescente mientras sus manos recorrían su espalda, ya bajo la blusa y terminaban en la tela de gasa de ese short negro. Él le acariciaba el trasero sin tapujos.
Seguimos conversando con Gaby, pero no lograba concentrarme del todo, estaba más pendiente de Marcela afuera dándose arrumacos con su marido.
Para mi tranquilidad mental, la niña fue a buscarlos, aparentemente quería beber agua, y los hizo regresar a ambos al interior del lugar donde estábamos nosotros. Marce entró descalza con los anteojos en la mano y Nacho tenía la camisa fuera del pantalón en la parte delantera, estando solos en la oscuridad, ella se la desabrochó para.hacerle una masturbación justo en ese momento cuando estaban en plena situación íntima, él tenía el miembro al descubierto y ella lo estimuló lentamente mientras él la tocaba con entusiasmo y era comprensible.
Afortunadamente, la chica los interrumpió, de lo contrario habrían tenido relaciones sexuales en ese momento. Se podía notar lo apasionados que eran.
En ese momento las cosas con Gaby iban bien, me estaba ayudando con la parrilla, era muy servicial, no se preocupaba por nada. Marce vino tranquila, dejó de lado su excitación afuera. Estaba pendiente de cómo iba la situación entre su amiga y yo y vio que todo iba sobre ruedas. Sin embargo, estaba algo celosa, no le gustaba mucho la idea de vernos tan cercanos con la chica de brackets. Gaby tenía fama de ser elegante, no congeniaba fácilmente con cualquiera, pero afortunadamente pareció simpatizar conmigo.
Me tocó el hombro interrumpiendo mi charla con Gabriela y me pidió que revisara su talón, al parecer tenía una astilla hincada y le dolía.
Por supuesto, fui a asistirla, ella apoyó las manos en los hombros de Gaby y yo tomé su pie derecho desde atrás, ese talón estaba bastante sucio debido a que andaba descalza, aunque era un pie hermoso. Le quité un poco de suciedad, fui palpando en busca de la zona dolorida cuando me dijo:
–Ayyy... aquí es... me duele muchooo!!!
Le faltó casi gemir para lograr desconcentrarme por completo, fue una expresión muy sensual. Presioné y extraje algo, era una astilla pequeña, probablemente de la leña que habíamos puesto para encender el fuego.
Después de eso la llevé al banco de madera, ella apoyada en mi hombro levantando el pie adolorido, colocó su trasero en la tabla que usaríamos como asiento más tarde y olvidé tanto el asado como a su amiga, incluso a su esposo presente. Hice que extendiera la pierna, yo arrodillado y ella sentada, le di unos masajes en el pie para aliviarla.
Me dijo que lo hacía muy bien y que le gustaba mucho, hasta cerró los ojos, yo deseaba continuar y llevarme esos cinco dedos suyos a la boca.
Tomó confianza y extendió la otra pierna, entregándome su pie izquierdo para que también lo aliviara de la tensión.
–Maaarrr... Lo haces muy biennn... Mmmm como me gusta.
Me decía en total relajación. Yo ya estaba completamente excitado, los pies de una mujer son mi debilidad y los pies de Marcela eran realmente hermosos.
De repente, el marido nos interrumpió:
–Bueno bueno, a poner la mesa– y nos devolvió a la realidad.
Ella se quedó sentada, dispuesta a ayudar, pero le pedí que se mantuviera quieta, la agarré de ambas pantorrillas para ayudarla a girar y sentarse de cara a la mesa. Su piel era tan suave y blanca que no se sentía ni un rastro de vello. Me obedeció y esperó la comida sentada, fui a sacar la carne de la parrilla y allí estaba ella, con un trasero espectacular, sus redondas nalgas sobresalían por encima de la tabla de manera exuberante, era algo para ver y no para solo contarlo.
Nacho se sentó al extremo, Marce junto a Franche y yo enfrente de ella con Gaby a mi lado.
Comimos, bebimos y pasamos un buen rato, cuando de improvisto sentí el pie de Gaby sobre mi calzado subiendo lentamente por dentro de mis pantalones hasta que lo sentí en mi pantorrilla. Tuvo un movimiento torpe, dejó caer el tenedor al suelo y al subir, acarició mi inusual bulto sobre los pantalones (entre los masajes a los pies de Marcela y el juego de Gaby subiendo su pie descalzo por mi pierna, me tenía absolutamente excitado). No mostró sorpresa y mantuvo la mano allí, moviéndola como si mi miembro erecto fuera una palanca de cambios.
–Bueno chicos, me tengo que ir, gracias por esta maravillosa velada– dijo ella, sin retirar la mano de allí, hacía movimientos como si mi erección fuese una palanca de cambios.
A estas alturas, Nacho y yo teníamos una complicidad increíble, me indicó con gestos como queriendo decir "Vamos, acompáñala, amigo", yo entendí perfectamente y con mi miembro erecto, me levanté como pude y les dije –La acompaño y vuelvo.
Bajamos por las escaleras porqueEl elevador nunca subió, Gaby ardía de fiebre, descendimos un nivel y ella tomó la iniciativa acorralándome contra la pared.
Llegamos a mi puerta como pudimos, afortunadamente no había ningún vecino curioso afuera y, con la llave en mano, abrí la puerta con dificultad. Entramos, le quité la camiseta y ella hizo lo mismo con la mía. Llevaba un sostén negro que realzaba sus senos, debajo del pantalón llevaba una braga negra a juego con el sostén. Debo admitir que tenía mejor busto que trasero, pero a esa altura de la noche eso era lo de menos.
Al llegar a la habitación, sólo nos deteníamos de besarnos para desvestirnos, me empujó bruscamente haciéndome sentar violentamente en la cama y se sentó sobre mí. Para entonces estábamos completamente desnudos. Fue una noche de intensas erecciones, las cuales fueron provocadas por Marcela y ahora Gabriela, quien me tenía completamente excitado.
Se sentó sobre mí sin dificultad y, debido a lo mojada que estaba, entró por completo, cabalgaba desesperadamente como si ella hiciera todo el trabajo, yo le chupaba los senos y eso la encendía aún más, hasta que soltó unos gemidos profundos y tuvo un intenso y anhelado orgasmo, sentí realmente cómo llegaba al clímax, parecía algo que había estado reprimiendo durante mucho tiempo. La abracé fuertemente, yo aún no lograba llegar al clímax y ella se quedó un rato con mi miembro rígido clavado en su interior, ni siquiera con mi novia había experimentado una situación similar.
Gaby se levantó satisfecha y dejó su fluido sobre mí, me preguntó por el baño y se dirigió allí tapándose la entrepierna.
Regresó del baño mientras yo la esperaba ansioso por más, seguía con el pene erecto esperándola en la cama tocándome para mantener la erección.
–¿Todo eso es para mí? –me dijo y, sin dejar que le respondiera, se lanzó y me practicó sexo oral con entusiasmo. Tome su cabeza y la hice que me lo chupara entero, no tenía problema en hacer una garganta profunda. Estábamos en lo mejor cuando escuché la puerta de los vecinos de abajo cerrarse, ya estaban en su departamento.
Tenía la tentación de hacerles saber, tanto a Marce como a Nacho, que Gaby estaba aquí conmigo y lo estábamos pasando bien.
Escuché a Marce hablando con Nacho, seguramente se preguntaban qué habría pasado entre nosotros, así que decidí seguir con mi plan y llevé a Gaby a la habitación contigua, que quedaba justo encima del dormitorio de la pareja.
Gabriela no puso objeción, estaba ansiosa por seguir disfrutando, nos acostamos en el suelo frío y me abalancé para practicarle sexo oral con desesperación, quería hacerla gemir para que Marcela escuchara todo, era como devolverle el favor por todas las excitaciones que ella me había provocado.
Fui descendiendo, me acomodé entre sus piernas y comencé a lamer su zona íntima con fervor, jugaba con su clítoris y ella se retorcía, soltó unos gemidos intensos y los vecinos de abajo guardaron un silencio total para escuchar mejor.
Mi amante se contorsionaba disfrutando, introduje la lengua más adentro jugando un rato, mis dedos exploraron su humedad y la masturbé con fiereza. Entre sus gritos de placer, sentí sus fluidos fluir como una avalancha, gemía desesperada y yo me tragué todo lo que emanaba de lo más íntimo de su ser, me quedé allí un rato y ella se calmó poco a poco tras ese orgasmo.
Con el pene duro como un mástil, quería liberar todo mi deseo acumulado, subí como pude y me masturbeé entre sus senos. Al rato, llegué intensamente, desahogándome por completo y actuando un poco también para que la rubia escuchara cuánto era capaz de dar.
Nacho debía tener una erección al escuchar semejante situación desde el piso de arriba, salí de Gaby y coloqué mi oído en el suelo, él quería tener relaciones pero Marcela, extrañamente, lo rechazó.
–Dale amor, mira cómo estoy –le decía su esposo, que debía tener una erección de acero, intentaba desvestirla y ella lo esquivaba, se la notaba molesta, furiosa como si no se esperara escucharnos a su amiga y a mí teniendo relaciones.
–Basta Ignacio, ¡no quiero! Me duele la
mente!!– escuchamos decirle a su pareja y salió de la habitación cerrando la puerta de golpe. Se dirigió directamente a tomar una ducha.
Gaby se sentó a mi lado y me propuso irnos de ese lugar, noté su vergüenza y la entendí perfectamente. Por mi parte, sin querer, logré mi objetivo.
Nos dirigimos al refrigerador en busca de algo para comer, solo encontramos lonchas de embutido y queso, así que preparamos unos sándwiches con pan de molde que tenía guardado. Estábamos los dos desvestidos, hablando de cosas sin importancia, preparando café, me acerqué a ella, nos miramos y nos surgió nuevamente el deseo de intimar. Sus frenillos me incitaban a ir más allá, era curioso ese nuevo fetiche que había aparecido en mi vida.
Nos acostamos y a pesar de que estaba excitada, mostraba menos expresividad, quizás por respeto a su amiga que dormía en el piso de abajo. Con ella arriba, me susurró al oído que quería quedarse con un recuerdo mío (deseaba que eyaculara dentro de ella).
Cambiamos de posición, esta vez yo arriba y ella abajo, aumenté el ritmo de mis movimientos y la poseí con todas mis fuerzas, como si estuviera enojado. Gaby ya no aguantaba más, volvía a segregar abundante flujo, gemía fuertemente y en ese momento acabé en su interior.
Quedamos exhaustos, apenas cabíamos los dos en esa cama de una plaza y media. Al parecer, me quedé dormido un rato, cuando escuché el sonido de sus tacones resonando por la casa; evidentemente, ya vestida por completo, pidió un taxi mientras se arreglaba frente al espejo del baño, era muy tarde, cerca de las 5:30 am. Intenté acompañarla hasta la vereda, pero no quiso, nos despedimos y quedó abierta la posibilidad de otro encuentro.
Cerré la puerta, regresé a la habitación y apoyé la mente sobre la almohada, recordando lo intenso de ese sábado y madrugada de domingo.
Me dirigí a la habitación contigua, donde Marcela dormía en ese momento, me recosté en el suelo frío por si la escuchaba, pero reinaba el silencio absoluto.
Todo fue inesperado, revisé mi celular y vi que tenía dos llamadas perdidas de María José.
Pensaba mucho en Marcela, en cómo nos tratábamos, en cómo nos estábamos acercando más y más. Veremos qué depara el futuro, sin dudas, en mi interior había un sentimiento hacia ella. Veremos cómo continúa esta historia.
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