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La mujer del sacerdote (parte 1)


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Otra celebración más en la parroquia. En ese lugar estaba el sacerdote danzando con los demás, los asistentes formando un círculo con panderetas y las mujeres moviéndose en una fila que se desplazaba dentro y fuera de la rueda. Los espectadores aplaudiendo y entonando cánticos en coro. Tengo que reconocer que, dejando de lado lo espiritual, sonaba muy agradable y la danza era armoniosa también. Yo participaba entusiasta, aplaudiendo y animando a todos, y la fila pasaba junto a las mesas alrededor de la pista de baile. En ese momento me invitaron a unirme y me animé a incorporarme a la fila.

Después de que terminamos, algunos jóvenes permanecieron en el centro de la pista bailando y riendo. Era inevitable notar a los padres orgullosos de sus hijos, de sus hijos bien educados. Cuando me aproximaba a las mesas para charlar con ellos, siempre me comentaban sobre la generosidad o altruismo de sus hijos, las obras benéficas a las que habían asistido, sus excelentes calificaciones, las relaciones amorosas igualmente correctas que tenían. Eso me molestaba. Quizás porque no había podido tener hijos, o mi esposo, del cual nunca sabremos nada.

Nuestra religión siempre ha sido de esa manera, al igual que todas, conservadora. Centrada en el servicio a los seres humanos. A mí no me incomoda, prefiero ocuparme del hogar y tener todo en orden en lugar de salir a trabajar, incluso en algo que me guste. Lo que considero erróneo es acabar con un hombre borracho, irresponsable o violento. Lástima por las mujeres que tienen que soportar eso.

En particular, la nueva familia "Muy humildes" así los apodé. Esta familia se unió recientemente a nuestra comunidad. Antes pertenecían a otra iglesia. Se marcharon porque no permitían que las mujeres vistieran de manera más convencional, con pantalones y blusas. Yo comprendía la razón. Tanto la mujer, Casandra, como su hija Jimena tenían bustos prominentes. Aun estando vestidas, se notaría su tamaño. En ese festejo, Casandra llevaba un discreto escote que mostraba ligeramente el comienzo de sus senos blancos. La joven o más bien mujer, que rondaba los 22 años, lucía una blusa que cubría todo adecuadamente, pero aún así se notaba la prominencia de su busto. Martín, un ingeniero y según se dice un buen esposo y bailarín. Su otro hijo era guapo, no se parecía en nada a Martín. Los rasgos de su hijo Ocra eran más finos y delicados, otorgándole un rostro más masculino; con pómulos ligeramente resaltados, mandíbula cuadrada y una nariz pequeña, con cejas pobladas, moreno y más alto que su padre. En cambio, Martín tenía una apariencia más tosca, con facciones más bastas, además de ser un hombre corpulento, aunque amigable. Quién sabe, tal vez en su juventud era más atractivo.

Luego surgió una nueva familia y yo me quedé observando a otra. Los llamé "los Sumisos". Siempre accedían a las propuestas que se sometían a votación en las reuniones, nunca discrepaban, siempre obedecían, en pocas palabras, los más dóciles. Conversé bastante con la esposa, quien me confesó tener miedo de que su hijo fuera homosexual, y sus ojos destellaron de furia intentando ocultarlo. También mencionó que últimamente cerraba la puerta con llave cuando un amigo, que no pertenecía a la iglesia, lo visitaba, y que solo escuchaba susurros y risas provenientes de la habitación. Su hijo lo negaba todo. Por su comportamiento, en realidad no parecía ser cierto, le dije; fíjate cómo baila con las chicas, todas lo conocen, además ellas no le son indiferentes. Ella observó con más atención y pareció calmarse un poco.

— Observa cómo Martín y Casandra se han integrado tan bien a la iglesia. Conocen todos los bailes y juegos —comenté.

— Sí, es lo que veo. Es algo extraño que los hijos también lo hagan, ¿no te parece?

— Sí, un poco, pero bueno, ya tienen veintitantos, no es tan sorprendente —se sumió en sus pensamientos— yo también aprendí rápido, mis padres me obligaron, decían que así las familias me verían con buenos ojos.

— Yo también, pero no me gusta bailar, me da vergüenza —en realidad sentía que hacía el ridículo— … Mira, mira, no sabía que su hijo podía bailar de esa manera, jajaja, qué ritmo tiene

— Pobre Carlos,

sentirá mal si le arrebatan la posición jaja

— Carlos es extremadamente competitivo, el año pasado perdió en baloncesto y este año prefirió abstenerse de participar

— Tiene poca determinación, mientras que Ocra, por otro lado, muestra su dominio sutilmente sobre Carlos, quien solo puede seguirle. ¡Ah! También observa a tu hijo, muy astuto, aprovechando para coquetear con esa chica —solo estaban bailando, pero quería animarla.

— No deberías decir esas cosas, Cindy, podrían escucharte; solo buscan ser amigos

— Sabemos que las relaciones a menudo comienzan a esta edad. No sería sorprendente si surgiera algo aquí.

Permanecí seria al notar cómo Ocra bajaba su mano más de lo habitual por la cintura de las chicas o rozaba sutilmente sus senos con sus brazos robustos. Era evidente si uno prestaba suficiente atención cuando interactuaba con su hermana. Me pareció curioso pero más allá de eso, me resultó excitante. Es como cuando estamos en la iglesia y veo al padre; no porque sea atractivo, sino porque imagino que no lleva nada debajo de la sotana y que su miembro cuelga grande y grueso. Últimamente tengo pensamientos de ese tipo con frecuencia. O aquella vez que vi a un par de jóvenes; ella arrodillada y yo observando al joven de espaldas, temí lo peor. Pero resulta que solo le estaba amarrando los cordones. Al notar que el chico era más joven y ella mayor, todo cobró sentido. Sin embargo, en ese instante mi corazón dio un vuelco.

Despedimos al pastor, a mi esposo y a mí. Recogimos nuestras cosas y nos retiramos a casa. Al llegar, nos sentamos en el sofá y comenzamos a chismorrear. Comentamos sobre cómo estaban vestidos, qué gestos hacían, si alguien había pecado o hablado mal de otros. Esas cosas.

— Me agrada Martin, es un hombre muy generoso. Hoy expresó su deseo de agradecer por la cálida bienvenida que su familia recibió y propuso ofrecer la comida para la próxima celebración.

— Es un gesto noble, ¿aunque sea mucho?

— Bueno, Cindy, para él no hay medida en aspectos como ese; además, su esposa es muy elegante, se dirige con gran distinción. Ni hablar de sus hijos. Hace dos días me sorprendió su hijo Ocram, que se sabía de memoria numerosos pasajes. No falló en ninguno. Juraría que ese joven conoce todo el libro de memoria. Y su forma de expresarse es excelente. Su hija también es persuasiva y noble. Lo noté cuando el grupo dudaba en viajar tan lejos para brindar ayuda. Ella pronunció un breve discurso sobre la dificultad del amor, el matrimonio y el camino a recorrer, insinuando que si no podían enfrentar ese viaje, ¿cómo podrían prepararse para otros desafíos?

— Utilizó la culpa, funcionó como era de esperarse

— Claro, pero son pocos los jóvenes que se expresan de esa manera, y menos aún si son nuevos en ello. Esos dos jóvenes están muy bien educados.

— ¿No crees que podrían representar algún peligro?

— No estoy segura. Se han portado de manera impecable. Incluso su esposa se ofreció a organizar y encargarse del próximo evento. Siempre viene bien contar con un par de manos extra.

— Pues aquí tienes una

Comencé a acariciarle la entrepierna y percibí su reacción. Su miembro empezó a endurecerse. Bajé su cierre y él se desabrochó los pantalones. Su pene saltó. Empecé a estimularlo con mis dedos y él inclinó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Exhalaba levemente.

— ¿Te gustó ver cómo a Casandra le asomaban los pechos? —Él asintió —Se movían de forma hipnótica cuando bailaba, casi se transparentaban los pezones. Y qué decir de las piernas de la mamá de Carlos, qué muslos tiene esa mujer...

Gemía, siempre disfrutaba escuchar palabras subidas de tono y que aumentara la intensidad. Fantaseaba con otras mujeres. Decía que de esa manera purgaba todos sus pensamientos para evitar problemas. Levanté mi vestido y me monté en él. Sentía su entrada en mi vagina, apenas penetrando mis labios húmedos. Lo besaba y me movía ligeramente, lo justo para que no se saliera. Después de unos minutos, llegó al clímax. Yo estaba empapada. Me levanté y le sonreí. Él me mandó a limpiarme de inmediato, diciéndome que no podía andar así. Se levantó, se fue a limpiar y a rezar pidiendo perdón por ambos. Yo no me limpié, me pasé la noche pensando.

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