Ella observa desde la cama, sus manos aprisionadas en su espalda, sus ojos expresan todo lo que la mordaza no puede transmitir, su cabello es un desorden, apuntando en todas direcciones, el maquillaje corrido en sus ojos solo realza su aspecto, recorres su cuerpo con la mirada, deteniéndote en su miembro, erguido y firme, una gota de presemen brillando en la punta te invita a probarlo y lo haces, lo acaricias con tu lengua, lo saboreas y él se retuerce provocando que te atragantes ligeramente.
- Eso está mal.
Le das un golpe en el muslo y retomas tu posición, casi devorándolo de un bocado, lucha por mantenerse tranquilo sabiendo que un azote no será el único castigo si persiste en su desobediencia, aunque secretamente deseas que siga desobedeciendo para poder asà reprenderlo, pasas los dientes cerca de su glande, seguramente habrÃa gritado de no ser por la mordaza, lo repites y él se retuerce intentando liberar sus manos, tú te rÃes.
- Oh cariño, parece que no me dejas otra opción, es hora de disciplinarte.
Niega desesperado, pero sus ojos suplican que lo hagas, que lo domines, y no puedes negarle ese deseo.
Llevas tus labios a su pecho y comienzas a morder y chupar, dejando marcas, él es tuyo y lo reconoce, al igual que todos los demás deberÃan hacerlo, las marcas lucen tan bien, tomas uno de sus pezones y tiras con tus dientes, sabes que le duele y quieres intensificar esa sensación, agarras su cabello con fuerza y lo acercas a tu rostro de manera brusca.
- Voy a disfrutar mucho de ti.
Sus ojos ruegan que continúes.
Tomas la fusta y comienzas a repartir golpes por sus piernas, ascendiendo por sus muslos, al llegar a su miembro lo rozas suavemente como una caricia prometedora, asciendes con golpes rápidos por su pecho, incidiendo varias veces en sus pezones, le propinas un golpe leve en la mejilla y luego colocas la fusta bajo su barbilla, elevando su cabeza.
- Si resistes los que faltan, te permitiré llegar al clÃmax.
Asiente desesperado, sin saber lo que le espera.
Descargas un golpe fuerte justo en la punta de su pene, el lÃquido preseminal salpica de manera obscena, repites la acción y desciendes hasta sus testÃculos, gime desesperado, está al borde, lo percibes en su mirada.
Sueltas la fusta y tomas su miembro, colocando tu pulgar en la punta, reteniendo su orgasmo.
- ¿Deseas esto? ¿Deseas eyacular?
Asiente desesperadamente.
- Me temo que no.
Su desesperación se intensifica y se retuerce.
Te rÃes antes de llevarlo a tu boca, no tarda en alcanzar el clÃmax.
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