La madrina de mi ahijada


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Los días anteriores al bautizo de mi ahijada, mis compadres organizaron un encuentro junto con la potencial madrina con el propósito de conocernos y ultimar algunos detalles para la celebración. Nos reunimos en el centro de la ciudad, y mi primera impresión al verla fue bastante normal, sin despertar mayor interés: una mujer baja, con un buen busto, figura regular, algo mayor que yo (28 años), ya que en aquel tiempo yo tenía 23 años y estaba soltero.

Después de pasear y hacer algunas compras, fuimos a almorzar y pasamos un rato agradable conversando, sin imaginar que algo más pudiera surgir de ese encuentro.

Para continuar la reunión, mi compadre nos invitó a su casa, sugiriendo que tomáramos una botella de whisky que quería compartir con nosotros. Ella se fue con ellos, mientras yo regresé en mi coche para comprar algunas cosas para picar y un poco de hielo.

Llegué alrededor de las 7 de la tarde y mi compadre ya había preparado la música, algunos tragos estaban servidos y mi comadre había llevado a los niños a sus habitaciones para ver la televisión y dormir.

Comenzó la charla, la bebida, los chistes, y con la buena música vinieron las ganas de bailar. La madrina se levantó y empezó a bailar un reguetón, insinuándome con un gesto que la acompañara, mientras los compadres seguían conversando y bebiendo.

Ella se aproximaba lentamente, rozando su trasero con mi miembro que comenzaba a despertar, mientras con una mano recorría mi cuerpo, aparentando inocencia. Empecé a observarla detenidamente, apreciando su forma de moverse; sentía que me seducía con sus movimientos. Dirigí mi mirada a sus piernas, pequeñas pero bien proporcionadas, visibles debido a que llevaba un short corto, luego centré mi atención en su trasero y pude notar un hilo que se marcaba bajo su ropa, subí la mirada hacia su escote, notando cómo sus senos resaltaban en su blusa de tirantes, lo que me llevó a fantasear sobre cómo sería estar con ella. Esta situación provocó una erección en mí, que ella parecía buscar intencionalmente. Por precaución, le pedí que nos sentáramos para seguir conversando.

Mis compadres ya se estaban quedando dormidos y nos indicaron que siguiéramos bailando, ya que ellos iban a descansar tras pasar todo el día con los preparativos del bautizo.

Reducimos un poco el volumen, pusimos un merengue y ahí estábamos los dos, conscientes de lo que nos esperaba. Ella me abrazó por detrás y yo la rodeé por la cintura, bailando un poco más cerca. Se acercó a mi miembro erecto y se movía al compás de la música, estimulándose con él durante el baile. Aproveché para bajar mis manos hacia su trasero, acariciándolo sobre la tela y atrayéndola más hacia mí, lo que provocó un gemido que se unió al mío.

Ella me bajó el short e inmediatamente se dedicó a mi miembro, realizando sexo oral y llevándola hasta lo más profundo de su garganta. Luego subió para quitarme la camisa y susurrarme al oído que quería ser complacida.

Tomé la iniciativa de bajarle el short, descubriendo un sensual hilo negro con encajes, similar a los que se ven en revistas para adultos. Al descender el hilo, reveló su zona íntima depilada, firme y tentadora, con la entrada a su deseo oculta. Comencé a acariciar con mi lengua sus contornos, mientras mis manos exploraban sus senos. La giré y la puse en cuclillas para admirar su trasero, su zona anal bien definida y atractiva, denotando que ya había tenido experiencia. Mordisqueé sus nalgas y comencé a estimular su zona íntima, mientras ella se retorcía de placer y me pedía que nos entregáramos por completo.

Preparamos cojines en el suelo y me acosté boca arriba. Ella se arrodilló y empezó a penetrarse con mi miembro,

Subía y bajaba, mientras acariciaba y chupaba los senos, la sujetaba por el cuello a lo que ella respondía chocando más fuerte contra mis testículos. Comenzó a morderme las manos, me pidió que le diera nalgadas. Se levantó y se sentó de espaldas, ofreciéndome la vista de su trasero. Tomé su cabello y con la otra mano empecé a acariciar su trasero, introduciendo el pulgar, lo que la excitó aún más; se movía y gemía cada vez con más intensidad, tomó su ropa para taparse la boca mientras seguía moviéndose.

Debido a los efectos del alcohol, mi eyaculación se retrasaba un poco más y ella seguía disfrutando. En ese momento se puso de pie y me pidió que me levantara para que ella se pusiera a cuatro patas y le penetrara el trasero; sin mucha demora, preparé mi miembro con un poco de saliva y empecé a introducirlo.

Con experiencia de veterana, comenzó a moverse, a menear su trasero y sentía cómo se lo devoraba por dentro; la tuve así unos minutos aprovechando para tocarle el cabello, los senos, estimular su clítoris, agarrarla por las caderas y ella volteaba con una mirada traviesa, observándome de reojo conteniendo las ganas de gritar como una perra. No pude contenerme más y la llené de semen, su trasero chorreaba leche, entonces se dirigió al baño a limpiarse.

Nuestros amigos nos habían dicho antes de dormir que teníamos un lugar donde descansar en la habitación de invitados, y decidimos prolongar la noche hasta el amanecer; para nuestra sorpresa, solo había una cama, así que creo que ellos ya sabían lo que iba a suceder esa noche.

Desnudos, nos metimos en la cama y dormimos como si fuéramos pareja; en la madrugada continuamos con nuestras actividades, en silencio, probando diferentes posturas, complaciéndonos mutuamente.

A la mañana siguiente nos despedimos y cada uno siguió su camino.

Lo que sucedió después fue una sesión el día del bautizo y otra escapada más; era una mujer que no desperdiciaba la oportunidad de tener sexo.

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