La joven de la paleta


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Por causalidad, tuve el placer de conocer a esta chica, ya que era amiga de una colega de trabajo, aunque ya la había visto paseando por la ciudad antes. Parecía muy simpática y casi siempre llevaba una paleta en la boca. Se podría decir que era una verdadera fanática de esa golosina. Con su cabello moreno, liso y largo, solía pensar al verla que con esa carita y esos labios se veía tan dulce como su golosina favorita.

Por casualidades del destino, tuve la oportunidad de pasar una tarde a solas con ella, la cual se prolongó más de lo esperado.

Era un día extremadamente frío en pleno invierno y la "joven de la paleta" ingresó al chat que todos utilizábamos en esa época. Yo estaba conectado y tranquilo en casa, disfrutando del calor de la calefacción y de buena música. Inmediatamente después de que ella ingresara, iniciamos una conversación.

Me resultaba estimulante dialogar con Ana, por lo que procuraba no hacerla esperar.

Pronto percibí que, aunque hablaba de cosas simples y cotidianas, parecía estar llevando la conversación hacia algo específico y que pronto me pediría un favor.

Y así fue. Al parecer necesitaba un libro sobre Diseño Gráfico, ya que deseaba hacerle un regalo a un amigo y no sabía cómo diseñarlo. Había escuchado sobre programas de ordenador que permitían crear dibujos con acabados de pintura atractivos, pero desconocía cuáles eran y cómo usarlos. Le ofrecí mi ayuda, ya que disponía de algo de tiempo libre. Sin embargo, ella insistió en que prefería aprender por sí misma, quizás para futuras ocasiones o simplemente por ser una chica curiosa y práctica. Acordamos que pasaría por mi casa a buscar el libro después de desconectarse.

El verla desconectarse me puso nervioso.

Me sentía como cuando estás por vivir un momento crucial en tu vida, y sentí la necesidad de arreglarme un poco y dejar mi habitación lista para visitas.

Después de un rato, sonó el timbre. No fue sino hasta el tercer timbrazo que me di cuenta, debido a que en mi casa el timbre sonaba muy bajo y había que prestar mucha atención. Bajé corriendo a abrir la puerta, donde encontré a Ana, congelada de frío, con los brazos cruzados y el abrigo hasta arriba, mirándome con gesto de fastidio por haberla hecho esperar.

- ¡Pensé que me dejarías afuera! - me reprochó.

- Lo siento, es que apenas se oye este timbre y estaba distraído pensando en qué sabor tendría la paleta que traerías hoy, por eso no escuchaba cuando llamabas a la puerta.

Mientras ella entraba, sonriendo, comentó que acababa de comer una paleta de sandía. Yo la miraba encantado de tenerla allí y la invité a pasar al calor del hogar.

Entró y observó la casa, mencionando que le parecía espaciosa. En realidad, mi casa en ese momento lo era, pero le dije que luego le mostraría todo con detalle. Nos dirigimos directamente hacia las escaleras que llevaban a mi habitación y finalmente llegamos a ella. Se sentó en la cama, aún con frío, tratando de calentarse con la calefacción, mientras yo buscaba el libro que me había pedido entre los de una colección que guardaba en mi apreciada estantería, repleta sobre todo de discos de vinilo.

Como soy muy ordenado en esos temas, no tardé en hallarlo y se lo di para que lo revisara en busca de la información que necesitaba para su regalo original, mientras yo me sentaba en una silla frente a ella, sugiriéndole que se quitara el abrigo.

Y se calmó.

Ayudándole a deshacerse de él, recordé un olor agradable que provenía de su cabello y, tras admirar su fascinante silueta, aunque bastante cubierta por el frío invierno, con unas curvas espectaculares, lo colgué detrás de la puerta.

Ana, que parecía más relajada, hojeaba mi libro con cuidado mientras me preguntaba si sabía en qué página se explicaba algo similar y en ese momento hice una pausa para observarla detenidamente, de arriba abajo, o mejor dicho, de arriba abajo, porque al llegar a los labios experimenté una sensación en el estómago y al levantar la vista, me encontré con sus ojos que me miraban con curiosidad.

– ¿Mathew? – me llamó, captando mi atención.

– Ah sí, perdona, es esta página. – respondí por último.

Me senté junto a ella en la cama para revisar el papel y al señalar un detalle en una imagen, mi mano rozó la suya.

Experimenté algo que me encantó.

Continuamos hablando del tema, ya que le resultaba un poco complicado y debía explicarle la técnica. Dado que no soy un buen profesor, nos tomó bastante tiempo, la verdad. Además, durante la explicación, a veces me quedaba embobado mirándola. En ciertas ocasiones, ella dirigía su mirada hacia mí y al encontrarse nuestros ojos, solíamos sonreír y enrojecer

Al menos al principio.

Las sensaciones que experimentaba estando en mi habitación con aquella chica me llevaron a buscar un momento en el que, en lugar de mirarla a los ojos, pasé a observarla a los labios y luego acariciar su mejilla con una mano, con algo de temor pero decidido, anticipando una reacción que intuía sería favorable en el ambiente.

Ella puso su palma sobre la mía y me dedicó una sonrisa tímida, por lo que no pude sino intentar acercarme para besarla, cerrando los ojos en el camino hacia sus labios mientras seguía acariciándola.

Nuestro primer beso fue breve y suave.

Descrito en cámara lenta, su labio superior se fundió con el mío y se separaron lentamente, como si lo hicieran molécula a molécula.

Por supuesto, quedé con ganas de más, así que busqué una versión más prolongada de ese primer contacto.

Eran besos suaves, mutuos. Tranquilos. Sin una finalidad clara más allá de disfrutar el momento. Saboreé el gusto a sandía de la piruleta que había comido hace poco y que me pareció delicioso. Nuevamente retenía su labio entre los míos, dejando que se deslizara hasta que su superficie se agotaba y entonces debía volver a empezar para no estar un segundo sin sentir su boca. A veces lo hacía con el labio superior, otras veces repetía succionando lentamente el inferior, inclinaba la cabeza para permitir que ambos labios se rozaran suavemente.

¡Cómo disfrutaba de eso!

Jugar a ese juego con Ana, sin prisas, me hacía sentir maravillosamente bien, por eso continuamos besándonos, intercalando mordiscos suaves, roces y travesuras en las que nuestras lenguas pronto participaron. La mía rodeaba la suya, se unían, se enredaban...

Busqué su lengua fuera de su boca para poder acariciarla y chuparla suavemente, sintiendo un deseo creciente mientras mis manos acariciaban su cintura, costados o muslos.

Comencé a saborear también su cuello.

Ella inclinaba la cabeza para facilitarme el acceso y me acariciaba el pelo, atrayéndome hacia ella, mientras yo me concentraba en recorrer su piel con mis caricias orales, podía escucharlas xmlDocentes.su ritmo respiratorio se aceleró. De manera instintiva, sus gestos me indicaban cuál era el siguiente paso para hacerla sentir cómoda, por lo que me movía con mi boca húmeda explorando cada parte de su cuello y garganta. Escuchaba atentamente sus suspiros para identificar cuáles eran las zonas más sensibles en las que debía concentrarme para brindarles la mejor atención.

Continué suavemente succionando cerca de su nuez, deslizando mi lengua por ambos lados de su cuello y exhalando suavemente sobre él... Mientras tanto, empecé a acariciar su pecho sobre la ropa. Besé su barbilla y aproveché el momento para saborear nuevamente su boca. Simultáneamente, introduje mi mano debajo de su camiseta hasta llegar a su sugerente sostén negro, decorado con encaje y tirantes fuertes que realzaban sus generosos senos. La acaricié por encima de la tela, con los ojos cerrados y respirando agitadamente, pero pronto retiré la prenda para sentir su piel directamente, disfrutando del erótico contacto con mis dedos. Finalmente pude estimular sus pezones con suaves caricias, observando cómo se endurecían. Los rodeaba con mis dedos y los acariciaba lentamente, centrando mi atención en cada uno por separado, deleitándome en las sensaciones que invadían mi cuerpo a través de ese suave contacto y también a través del húmedo roce de mi boca con la de Ana.

En un momento dado, sentí la urgencia de levantar su camiseta y mirarla fijamente a los ojos. Fue entonces cuando deslicé la punta de mi lengua alrededor de uno de sus pezones, para luego succionarlo con mis labios.

Ella se mordía el labio mientras observaba cómo disfrutaba deleitándome con sus pechos.

Exploré lentamente su escote con besos detallados, disfrutando de llenar mi boca con sus deliciosos senos, tan manejables y exquisitos.

Mi excitación estaba en su punto máximo.

Sin embargo, deseaba saborear una vez más el fresco aroma a sandía que su dulce boca me había dejado anteriormente, así que volví a enfocarme en sus labios.

Mientras acariciaba su cabello, desabrochaba lentamente la cremallera de su pantalón y desabotonaba el botón. Continué besando su cuello y lóbulos de las orejas mientras deslizaba mi mano para acariciar su sexo sobre la ropa interior. Con un dedo, presionaba suavemente de abajo hacia arriba y trazaba círculos sobre su zona más sensible, sintiendo cómo empapaba la tela con facilidad. Todo esto mientras permanecía recostado a su lado en la cama, explorando su piel.

Entonces, le quité el pantalón lentamente mientras acariciaba con la lengua sus muslos, trazando patrones imaginarios. Aparté su tanga hacia un lado sin quitarla por completo, y finalmente pude tocar su clítoris, presionándolo, frotándolo y mimándolo sin ninguna barrera. Realicé círculos suaves y movimientos de fricción de abajo hacia arriba, mientras mi boca se hacía agua y ansiaba devorarlo por completo.

Junté saliva para humedecer la punta de mi lengua y, en un arrebato de deseo, la deslicé lentamente por la zona que tanto disfrutaba de mis caricias, añadiendo humedad adicional a sus propios fluidos para luego lamerla por completo y extenderlos por toda su vulva. Acomodé mis labios alrededor de su clítoris y comencé a succionar con intensidad creciente, combinando suaves lamidas de manera insistente.

Tomé un respiro para acariciarla con mis dedos en ese momento en el que todo fluía con mayor suavidad, disfrutando de cada instante.

Al pasar su lengua plana, utilizando toda su extensión, por los labios de su sexo, luego introducirla un poco dentro de ella y jugar explorando en su interior.

Mi compañera, recostada sobre la cama y prácticamente desnuda, se movía y acariciaba mi cabello con el pretexto de sujetarme la cabeza y orientarme para que siguiera el ritmo de sus gemidos. Mientras tanto, yo disfrutaba de tener su clítoris entre mis labios y poder saborearlo en mis papilas gustativas. Lo rozaba con determinación, buscando enloquecer a Ana y provocar que levantara sus caderas para intentar sentir más intensamente cómo la estimulaba.

Luego, al acelerar la succión, comencé a tener un deseo que por el momento preferí mantener en secreto, pero me propuse esforzarme para satisfacerlo. Mis dedos jugueteaban en la entrada de su sexo, humedeciéndose y mostrando la intención de penetrarla, mientras pasaba de besar y acariciar su clítoris a devorarlo casi por completo, lamiéndolo como si fuera un delicioso caramelo que deseaba disfrutar plenamente.

Finalmente introduje mi dedo índice en ella, moviéndolo y acariciando las paredes internas para buscar el mayor placer posible y así retribuir el placer que yo sentía al practicarle ese exquisito cunnilingus.

Después de jugar un poco con mi dedo, también empecé a mover el dedo corazón, introduciéndolos y sacándolos de ella, primero suavemente y luego con más intensidad, mientras mi lengua seguía explorando en busca de todo el placer que pudiera ofrecerle a Ana.

Tomé un breve descanso para prolongar la delicia de sentirla, y, dándome un capricho adicional, me puse de pie y, lentamente, desabroché mi pantalón liberando mi miembro para rozarlo delicadamente contra su clítoris. Quería que sintiera la punta hinchada, enrojecida, caliente, acariciándola solo como provocación, jugando, mientras me acercaba a su oído con su sabor aún en mis labios y le preguntaba, algo avergonzado, si se encontraba tan cómoda como para que continuara hasta llevarla al orgasmo con las caricias de mi boca.

Ella respondió que era exactamente lo que deseaba en ese instante.

Volviendo de nuevo a centrarme en mi objetivo, y mientras retomaba su clítoris entre mis labios, tomé sus manos para que se sentara en la cama y me mirara a los ojos mientras la saboreaba sin dejar un solo milímetro sin probar, sin piedad, introduciendo mis dedos y moviéndolos rápidamente.

No tardó en alcanzar el clímax. Aunque no lo anunció, me di cuenta al elevar sus caderas e ingravidecer mi cabeza entre sus muslos, evitando que me alejara en ningún momento, al mismo tiempo que yo sujetaba firmemente sus muslos y agarraba su trasero para que ella también se entregara al orgasmo. Respiraba agitadamente mientras confesaba que disfrutaba de ese momento y me incitaba diciendo: "Sí, tómalo todo".

Supongo que era algo psicológico, pero resultó increíblemente dulce para mí.

Finalmente, la chica de la piruleta se quedó reposando tranquilamente en la cama, exhausta, mientras yo recorría su cuerpo con pequeños besos suaves, acercándome a sus labios. Para abrazarla, besarla, tranquilizarla y seguir disfrutando del inmenso placer de acariciar su piel.

Entre caricias y risas, ambos nos calmamos... al menos por el momento, porque sabíamos que se avecinaba una segunda etapa en la que podría entregarme completamente a ella.

Por supuesto, la visita guiada por mi casa tuvo que posponerse para otro día y tuve que ayudar a Ana a terminar su regalo a tiempo, ya que nos habíamos distraído más de la cuenta. Pero valió la pena.

Además, por si alguien se lo está preguntando, también recibí mis propias caricias íntimas orales. Y a Ana, con su adicción a las piruletas, le resultaba muy excitante y poseía excelentes habilidades.

Aunque... eso ya sería otra historia para contar.

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