Al cesar todos los sonidos en la gran casa de los Grant, los señores Grant ascendieron las escaleras hasta la alcoba de Robbie, quien les aguardaba en un estado de nerviosismo y excitación. Se había despojado de sus prendas y reposaba en su lecho envuelto tan solo por una delicada sábana de seda que mostraba la belleza de sus bien formados muslos.
Los Grant se situaron a cada lado de él, y dado que él comprendía cuál era su propósito, no se sorprendió cuando el tío se deshizo de la bata y se acostó junto a él, seguido por la tía que enseguida retiraron la sábana de seda para quedar los tres completamente desnudos.
El tío Grant comenzó a besar sus labios y acariciar sus pechos, mientras la tía se ocupaba de su miembro viril introduciéndolo en su boca, generando en él una intensa excitación. El señor Grant se arrodilló frente al rostro de su "muñeca Rebeca" y, colocando su enorme falo en su boca, le ordenó: succiona, perra... quiero verte chupar como una perra hambrienta.
La tía estimulaba el pene y se masturbaba frenéticamente, mientras su tío hacía que él absorbiera aquella enorme verga hasta lo más profundo de su garganta. Moviendo las caderas al compás de las bofetadas que le propinaba, el joven, ya transformado en su esclava sexual, en su muñeca predilecta.
Le voltearon, y usando las cintas de sus batas, lo aseguraron boca abajo a los barrotes de la cama, Erica extrajo de uno de los bolsillos un consolador y un frasco de lubricante, empapó sus tiernas y redondeadas nalgas, permitiendo que el líquido llegara hasta su propio ano, que inicialmente recibió los dedos del tío Grant, dedos que se movían de manera placentera dilatando aquella entrada virgen, hasta que la tía Erica inició la introducción del artefacto con suavidad, ocasionando en un principio algo de dolor, el cual con el tiempo fue tornándose menos agudo y más placentero. Verdaderamente aquel joven había nacido para servir a alguien, y su destino le ofrecía la respuesta en esos momentos.
Una vez que su orificio soportó por completo el consolador, y el señor Grant no pudo contenerse más, separaron sus nalgas para que él se colocara encima, posicionando la enorme cabeza de su miembro en el dilatado ano de su sobrino y comenzó a introducir toda su verga en ese trasero que jamás había sido penetrado por un hombre.
Con abundante aceite y entre gemidos de placer y quejidos de dolor, aquel falo inmenso se adentraba en el apretado ano de Rebeca, dejando visibles rastros de sangre. Erica, excitada, le besaba en los labios, guardaba el consolador y compartía saliva con su esposo, quien fuera de sí, al ver que le había destrozado el trasero a su sobrino, incrementaba su vigor, golpeándole las nalgas, propinándole bofetadas y diciéndole las expresiones más obscenas que el joven había oído. Sin embargo, estas palabras le gustaban, pues él había nacido para ser sumiso, humillado y utilizado como un objeto sexual.
La iniciación había dado comienzo, finalmente el tío Grant sacó su inmenso pene cubierto de la sangre de aquel recto dilatado, y situándose sobre el rostro de su sobrino, derramó todo su semen en sus labios, seguido por la tía, un chorro de esperma caliente recorrió su rostro ahora más excitante que nunca, pues había sido tomado y convertido en el juguete sexual de la familia.
Esa noche durmió plácidamente, sintiendo algo de incomodidad en su trasero, pero el gozo superó cualquier molestia. A la mañana siguiente, tras el desayuno, la tía le informó: Robbie, tu tío ha preparado algo especial para ti, un regalo que todos deseamos ofrecerte. En tu habitación he dejado un atuendo que queremos que te pongas y cuando te indiquemos, baja a la piscina de esa manera.
Robbie asintió con complicidad, intuyendo de qué se trataba y aquello le resultó excitante. Sin perder tiempo, se encaminó hacia su cuarto y sobre la cama encontró únicamente un diminuto tanga y una corta bata transparente. Despojándose de su vestimenta anterior, se colocó la diminuta prenda que se ajustaba suavemente entre sus nalgas,
Luego, se vistió con esa bata y descendió las escaleras. Cruzó el jardín y al llegar a la piscina, se percató de que no solo estaban sus tíos. También estaban la cocinera, su asistente, el jardinero y el conductor, todos completamente desnudos y con copas de vino en sus manos.
También notó que la señora Grant estaba recostada, con las piernas abiertas y al lado de ella, la asistente de la cocinera, una joven hermosa con cabello rizado y hermosos senos, se masturbaba. Su tío Grant estaba en el borde de la piscina, con el agua a la altura del pecho y detrás de él, moviéndose suavemente, el jardinero, al parecer tenía su trasero lleno de miembro viril.
La cocinera y el conductor yacían en una tumbona, mientras su tía los acariciaba. Luego llegó Rebeca, moviendo sus caderas, y al llegar, todos abandonaron lo que estaban haciendo para contemplar aquel hermoso espectáculo. Como autómatas se dirigieron hacia el joven, quien solo pudo quitarse la bata y entre todos le arrancaron el hilo, todas las bocas comenzaron a chuparlo, las mujeres le pasaban la lengua por todo el cuerpo, lo acostaron en una tumbona y sin más, el jardinero, que momentos antes estaba ocupado con el tío, ahora lubricó su enorme miembro para introducirlo en aquel estrecho trasero.
Y lo penetró, también lo hizo el conductor y nuevamente el tío Grant. Las mujeres se masturbaban y se orinaban sobre él, le golpearon en el rostro, en las nalgas, lo arrastraron y lo abusaron, lo cual, lejos de incomodarlo, lo excitaba aún más. Sin duda, Rebeca nació para ser promiscua y ser sometida.
En el siguiente capítulo les contaré nuevas confidencias y perversiones de los Grant y su hermosa Rebeca, la encantadora muñeca del placer.
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