Hola, me llamo Claudia y les contaré cómo perdí mi virginidad anal, algo que sucedió de una manera inesperada.
Les relato, en aquel entonces estaba en la universidad y era el cumpleaños de Raymundo, un compañero de clases al que todos llamábamos Ray. La fiesta se celebraba en su casa y sus padres no estaban presentes.
Recién había terminado con mi novio porque se había mudado a otra ciudad debido al trabajo de su padre. Aunque tenía pretendientes, no quería comprometerme tan pronto. Quería disfrutar sin ataduras. Tenía dos grandes amigas, Sandra y Laura, y las tres éramos inseparables, así que fuimos juntas a la fiesta.
Es importante mencionar que mis amigas y yo éramos muy atractivas, quizás de las más guapas de la Universidad. Sin pretender ser arrogante, creo que sobresalía. Soy alta, con un cuerpo bien proporcionado y firme, piel blanca y cabello castaño, piernas largas y bien formadas, cintura delgada, senos medianos pero firmes y un trasero redondeado, levantado y firme. Me gusta exhibir mi cuerpo, vestir de forma sensual y sentirme deseada por los hombres y envidiada por las mujeres, manteniendo siempre una distancia adecuada. No era una chica fácil, mis dos amigas tenían más experiencia en el terreno sexual, por así decirlo.
Fue una fiesta increíble, bailé con varios chicos y nos divertimos muchísimo. Había bromas y risas constantes. Conforme avanzaba la noche, los invitados se fueron retirando, hasta que quedamos cuatro chicas y cinco chicos, incluyendo al cumpleañero. Estábamos mi mejores amigas, una conocida llamada Rocío con su novio Carlos, y Erik, Daniel y Santiago, los otros tres chicos.
Comenzamos a compartir anécdotas y chistes mientras seguíamos bebiendo alcohol, y a alguien se le ocurrió jugar a verdad o reto.
Estuvimos de acuerdo y comenzamos a jugar, haciendo girar una botella para decidir quién proponía el reto o hacía la pregunta, y quién debía cumplirlo o contestar. Al principio, las preguntas y retos eran inocentes, pero con el paso del tiempo se volvieron más atrevidos y las preguntas más íntimas. En ese punto, Rocío y Carlos decidieron retirarse. Pensé en hacer lo mismo, pero mis amigas me animaron a seguir.
La botella señaló a Sandra, quien había sido elegida por Laura. Daniel tuvo la suerte de hacer la pregunta o el reto, y Sandra optó por un reto. Daniel le pidió que bailara Twerking, Ray puso música y Sandra se entregó al baile moviendo las caderas de forma sensual. Los demás no perdían detalle de su provocativo movimiento, un espectáculo que hizo que Daniel, quien estaba frente a Sandra, se levantara y la tomara por la cintura, imitando sus movimientos. Al finalizar el baile, noté cómo el bulto en los pantalones de Daniel y los demás chicos había crecido. Incluso vi a Ray acomodarse discretamente la entrepierna.
Todos aplaudieron y felicitaron a la pareja.
Fue mi turno y la botella señaló directamente hacia mí. Santiago era el elegido. Opté por la verdad, lo que generó protestas entre todos, quienes hubieran deseado que también les dedicara un baile de Twerking.
"No, no creo que pueda hacerlo, ja ja, sinceramente no me atrevo. Creo que necesitaría estar muy borracha para ello", contesté entre risas.
"Bueno, entonces que sigan las bebidas para todos, ja ja," bromeó.
Erik.
La ocurrencia provocó risas entre todos, se sirvió otra ronda de bebidas y brindamos.
Santiago, quien resultó ser el ganador, formuló la siguiente pregunta:
- ¿Estarías dispuesta a tener relaciones íntimas con alguno de los presentes en esta habitación?
Comprendí hacia dónde iba dirigida la pregunta; la atmósfera y el baile anterior me habían dejado excitada. Si bien me parecía tentador tener un encuentro sexual con alguno de los presentes, no era algo que estuviera en mis planes.
Volví la vista hacia todos, y procederé a describirlos:
Erik destacaba por ser el más alto y atlético, muy atractivo con su piel bronceada y aspecto viril. Con cabello castaño, ojos verdes y expresivos, resultaba ser el más deseable de todos. Me atraía su presencia física, a pesar de que no destacaba por su brillantez; solía enfocarse en temas relacionados con deportes y bandas de música, intereses que no compartía. No obstante, no descartaba la idea de tener un encuentro sexual con él, aunque no consideraba establecer una relación debido a nuestras diferencias de intereses.
Por otro lado, Santiago también lucía atractivo e inteligente, de complexión atlética aunque menos musculoso y alto en comparación con Erik. Tenía la piel muy blanca y el cabello oscuro. Sus conversaciones solían ser sumamente interesantes, abordando una amplia gama de temas. Sin embargo, su actitud arrogante me incomodaba. A pesar de ser una mujer inteligente, en ocasiones, durante las conversaciones grupales, sentía que su actitud soberbia me ridiculizaba. Aunque su inteligencia me resultaba atractiva, su forma de ser engreída generaba una mezcla de atracción y rechazo en mí. De hecho, ante sus intentos de invitarme a salir, de los cuales me había distanciado, mi antipatía hacia él superaba cualquier atractivo físico que pudiera tener.
Ray se caracterizaba por ser un chico amable y carismático, delgado y de piel blanca, con una sonrisa encantadora y unos ojos expresivos y magnéticos. Mostraba respeto y gran sentido del humor, por lo que también consideraba la posibilidad de tener un encuentro íntimo con él. Finalmente, Daniel era un joven de piel morena, delgado pero tonificado, no tan agraciado facialmente, aunque desprendía un aire pícaro y simpático. Aunque quizás no resultara tan atractivo como los anteriores, tampoco me disgustaría la idea de tener una experiencia sexual con él.
Ante la pregunta de Santiago, respondí afirmativamente, admitiendo que estaría dispuesta a intimar con alguno de ellos, aunque evitando dar nombres o detalles, lo cual me ruborizó ligeramente.
Las bromas sobre quién lograría conquistarme iniciaron, presionándome para revelar mis preferencias. Con cierta timidez, les respondí:
- Todos ustedes son muy atractivos, pero no se hagan ilusiones. No soy una persona que cede fácilmente, así que olviden la idea de conquistar a esta "palomita".
Giré la botella, apuntando la boca hacia Santiago, quien eligió el desafío. El extremo opuesto indicaba un espacio vacío entre Laura y yo. No estaba segura de a quién le correspondía plantear el reto, pero mi amiga Laura se apresuró y le pidió a Santiago bailar como stripper. Una vez más, Ray se levantó para poner música, Santiago se subió a la mesa de centro, se sirvió una nueva ronda de bebidas y nos acomodamos mis amigas y yo en el sofá, frente a Santiago, listas para disfrutar de su provocativo baile.
Comenzamos a chiflar, aplaudir y gritar para animarlo mientras daba inicio a su sensual actuación. Bailaba con destreza, mostrando un ritmo cautivador y movimientos sumamente sugerentes. Al desabotonar lentamente su camisa, reveló un torso definido, aunque no tan musculoso como el de Erik. Se notaba que se mantenía en forma, lo que aumentó su atractivo. Cuando tomó mi mano y la deslizó por su pecho, experimenté un escalofrío que me llevó a retirarla rápidamente. Santiago respondió con una mirada pícara ante mi reacción nerviosa, mientras mis amigas mostraban emoción y entusiasmo. Al darme la espalda y comenzar a desabrochar el cierre de su pantalón, el ambiente se llenó de excitación. Con movimientos seductores, se quitó los pantalones, dejando al descubierto su firme trasero cubierto por un ceñido bóxer que realzaba sus atributos. Nuestros gritos resonaban en la habitación. Nos reímos cuando, al intentar despojarse de los pantalones, tropezó momentáneamente, pero logró recuperarse y continuar con su seductor baile.Da la vuelta y se sitúa frente a nosotras, continúa bailando de manera seductora, en
el bóxer se marca su miembro viril, definitivamente está muy bien dotado, me quedé observando su protuberancia como una tonta, inmóvil, no sé, tal vez estaba aturdida por el alcohol o excesivamente excitada, pero no perdía detalle, de repente siento un empujón en la parte trasera de mi cabeza y mi rostro choca contra el miembro de Santiago, apenas un instante, logré sentir ese fuste cálido y palpitante sobre mis labios y mejilla y el embriagador aroma masculino de su miembro invadió mis fosas nasales, un olor a miembro viril excitado, una descarga de adrenalina recorrió mi cuerpo y me alejé al instante, mi rostro se ruborizó intensamente, avergonzada, todos estallaron en carcajadas, le reproché a mi amiga Laura por empujarme, pero en mi interior sentía mi zona íntima arder, totalmente empapada, la excitación que experimentaba era intensa.
Finaliza el baile y Santiago se coloca los pantalones, pero deja su torso al descubierto, lo cual lo hace lucir muy atractivo, no deja de mirarme y no puedo mantenerle la mirada, ahora es su turno al ser el último en llevar a cabo un reto y hace girar la botella, lentamente se detiene y nuevamente la boca apunta hacia mí y el otro extremo hacia Santiago, protesto por ser tocada nuevamente, pero mis protestas son desestimadas entre risas de todos, así que les digo:
- Está bien, acepto, pero exijo verdad, no me verán realizando twerking, lo siento chicos.
Santiago me observa detenidamente y, con una sonrisa pícara, suelta su pregunta:
- Bien, Claudia, cuéntanos con detalles, cómo fue la primera vez que te penetraron analmente.
No esperaba una cuestión tan íntima y con voz débil, vacilé a la hora de responder.
- No entiendo, ¿a qué te refieres con ser penetrada analmente?
- Pues eso, relata la primera vez que te penetraron por detrás -respondió Santiago.
Todos me miraban, aguardando mi respuesta, aunque a pesar de no ser una Santa, jamás había practicado sexo anal y a pesar de que algunos de los chicos con los que estuve me lo propusieron, me negué y conservé mi virginidad anal, pese a considerarme abierta en cuanto al tema sexual.
Mis amigas eran las responsables de que hasta el momento no hubiera cedido mi retaguardia y es que en una ocasión, en una charla entre amigas, Sandra me contó que lo había experimentado una sola vez y que había sentido el peor dolor de su vida, por lo que decidió no repetirlo y Laura me mencionó que de vez en cuando se dejaba introducir un dedo, pero que no le agradaba, se sentía incómoda y no tenía intenciones de traspasar esa línea, por tanto, cuando mi pareja me lo propuso, me negué en rotundo, así que respondí con firmeza:
- Lo siento chicos, pero no les contaré nada, porque jamás he practicado sexo anal.
- No te creo, Claudia, mientes, tienes el mejor trasero de la escuela, no creo que no te lo hayan solicitado y te hayas resistido, vamos, sé sincera y cuéntanos -insistió Santiago.
- La verdad es que me lo han pedido, ustedes los hombres siempre desean la retaguardia, pero no la he concedido porque provoca mucho dolor y no resulta placentero para las mujeres, es simplemente un capricho masculino y solo ustedes disfrutan de ello.
- Eso no es cierto, el noventa por ciento de las mujeres que lo prueban, les encanta y lo repiten, de hecho, personalmente he practicado sexo anal con muchas mujeres y todas después han vuelto para repetir la experiencia. Si a una chica le duele es porque el hombre no sabe cómo llevar a cabo el sexo anal -repliqué con la soberbia y arrogancia que me caracterizan.
Otra vez me irritó su actitud tan engreída, y sin pensarlo intenté dejarlo en ridículo y respondí riendo y burlándome de él:
- Jaja, son solo historias inventadas, dudo mucho que hayas tenido ese tipo de experiencias, de hecho, aunque te he visto con chicas, jamás te he visto en una relación estable, es solo un farol.
Me da la impresión de que sales con chicas solo para aparentar y hasta podrías ser homosexual.
Todos se rieron de mi contestación, me sentí satisfecha por finalmente ridiculizar a ese atractivo pero arrogante chico y vengarme de las veces que me había hecho quedar en ridículo.
- No soy homosexual y estoy seguro de que podemos tener relaciones sin dolor, puro placer y disfrute, y estarás gemiendo y gozando, e incluso me pedirás que lo haga de nuevo por detrás. – desafió.
- Por favor, deja de hablar tonterías, hablas demasiado – respondí riendo.
- Pues te lo demostraré aquí mismo y con todos los presentes como testigos. – sentenció.
Todos me miraron esperando mi respuesta ante tal desafío, imaginé las burlas si retrocedía, así que le propuse una condición que seguramente no aceptaría:
- Si gano, tendrás que pasear desnudo por la calle y dar la vuelta a toda la manzana.
Sonriendo y con una actitud de extrema confianza simplemente aceptó:
- Acepto.
No podía creer hasta dónde había llegado, mi corazón latía a mil por hora, pero a pesar de todo estaba sumamente excitada.
Con total descaro y arrogancia preguntó si alguien tenía lubricante, vaselina o aceite de bebé, y Ray se apresuró a ir a su habitación por un bote de lubricante. Al entregárselo a Santiago, le dijo que podríamos usar la habitación de sus padres.
Sentía todas las miradas, mis amigas me observaban con los ojos bien abiertos, incrédulas, los demás chicos con una sonrisa burlona. Experimentaba una mezcla de emociones difíciles de describir: vergüenza, miedo, excitación. Tomé mi vaso de licor y lo bebí de un solo trago para darme valor, al mismo tiempo que Santiago me tomaba de la mano y nos dirigíamos a la habitación. Mis piernas temblaban, sentía que debía salir corriendo, pero no lo hice. Mi mente era un caos, mil pensamientos cruzaban por mi cabeza.
Al cerrar la puerta de la habitación, recordé a mis amigas y volví a sentir miedo. Tomé sus manos y, mirándolo fijamente a los ojos, le dije:
- Recuerda tu promesa, tengo miedo, por favor, no me lastimes. Si duele, por favor, no insistas. Prométemelo.
- Tranquilízate, cariño. Déjame a mí. Soy un experto. Solo relájate y confía en mí. Te prometo que si algo no te gusta, no te obligaré. Pero estoy seguro de que disfrutarás y querrás repetirlo - respondió, mientras acercaba sus labios a los míos y me daba un tierno beso. Me sorprendió y hice algo inesperado: me recosté en su pecho como una gatita asustada, mi cuerpo temblaba.
Me abrazó con ternura, sentí el calor de su piel. Tomó mi rostro y me miró con dulzura, parecía otra persona y me dijo:
- No tengas miedo, cariño. Sería incapaz de lastimarte. Y me dio un apasionado beso en los labios.
Nuestras lenguas se encontraron, su lengua exploraba mi boca con placer y me fue despojando de la ropa. Primero cayó mi blusa y luego mis pantalones. Besó mi cuello, mordió el lóbulo de mi oreja y su lengua recorrió la parte posterior, erizándome la piel. Nunca imaginé que el chico al que odiaba por su arrogancia pudiera ser tan tierno en la intimidad.
Me quitó el sostén y sus labios besaron mis pechos, los lamió y succionó mis pezones endurecidos, acariciándolos con suavidad.
- Hermosa, qué bellos pechos, mi amor, mi cielo, son tan hermosos.
Me atrajo hacia la cama, se sentó en ella y me tomó de la cintura para darme la vuelta, dejando mi trasero frente a su rostro, expuesto en todo su esplendor, solo con mi tanga puesta.
- Mi amor, qué hermoso trasero tienes, el mejor sin duda, no sabes cuántas veces he soñado con este momento - confesó.
Comenzó a acariciar mis nalgas suavemente y mi piel se erizó. Apartó la tela de mi tanga, que se encontraba enterrada en mis glúteos, y con la yema de su dedo rozó mi esfínter. Todo mi cuerpo se estremeció y apreté involuntariamente las nalgas, no pensé que...
Si mi esfínter fuera más sensible, me habría encantado esa leve caricia, por lo que apreté mis labios para silenciar cualquier gemido.
- Calma, cariño, relájate, solo disfruta, no te haré daño - le dijo antes de empezar a besar mis nalgas con maestría; sentía el calor de sus labios recorriendo mi piel, lo cual me llevaba a arquear mi colita instintivamente.
Aprovechando la situación, me bajó completamente la tanguita y, separando mis nalgas, contempló mi esfínter para luego expresar:
- Vaya, cariño, lo tienes bastante apretado, tan tierno y rosadito... será un auténtico placer disfrutarlo y hacerte disfrutar a ti.
Al sentir su lengua tocar por primera vez mi orificio, todo mi ser tembló, mis piernas se debilitaron y un suspiro de placer escapó de mis labios; continuó su ataque, su lengua explorando una y otra vez mi agujero mientras sus dedos alcanzaban mi intimidad y acariciaban mi clítoris. La punta de su lengua buscaba adentrarse en mi entrada y, al sentir que lo conseguía ligeramente, me hizo arquear aún más la espalda. En un arrebato, colocó su rostro entre mis nalgas y su lengua recorrió toda mi intimidad, desde mi clítoris hasta mi trasero, dedicándose a explorar mi trasero durante unos 10 minutos; apretaba mis nalgas con firmeza, abriéndolas para deleitarse lamiendo mi anito. La saliva se deslizaba por mis muslos, me sentía en el paraíso. No pude evitar gemir y exclamar:
- ¡Oh, Santiago, qué haces, se siente tan bien, me harás llegar al clímax, aghh!
- Llega al clímax, amor, solo disfruta y goza - respondió.
Sus dedos se adentraron en mi húmeda zona íntima y continuó estimulando mi trasero con mayor intensidad. Finalmente, no pude contenerme más y llegué a un intenso clímax, mi cuerpo entero comenzó a convulsionar. Me agarró con más fuerza de la cintura y, hundiendo su rostro entre mis nalgas, absorbió mis jugos vaginales y anales. Mis piernas temblaban de placer, estaba teniendo un orgasmo largo y él no me soltó hasta que terminó.
Se levantó y me pidió que me recostara boca abajo en la cama. Colocó una almohada debajo de mi vientre para elevar mi cintura y, aprovechando para quitarse la ropa, alcancé a ver su miembro largo, venoso y con una cabeza rosada y brillante, definitivamente un bello ejemplar viril. Era la hora de perder la virginidad de mi trasero.
Arrodillándose entre mis piernas, volvió a enfocarse en mi colita, mordisqueando mis nalgas y lamiéndome con pasión, llevándome al suspiro con cada lametón. Una vez que tuvo mi trasero bien lubricado con saliva, sentí la yema de su dedo posándose en mi orificio anal, acariciando y masajeando en círculos mi esfínter. Con cada vez más presión, su dedo venció la resistencia de mi esfínter y se introdujo en mi trasero. Instintivamente apreté mis nalgas, no sentía dolor, pero tampoco era placentero.
- Tranquila, cariño, solo es un dedo, no te haré daño, debo dilatar tu colita poco a poco; relájate y sentirás el placer.
Manteniendo su dedo en su sitio, continuó acariciándome y esperó pacientemente a que me relajara. Cuando finalmente lo logré, empezó a rotar su dedo, acariciando el interior de mi trasero. Comencé a experimentar placer tal como me había prometido, dejándome llevar. La suave caricia en mi zona más íntima se sentía divina. Después, comenzó a introducir y sacar su dedo con suavidad, y al alcanzar un recipiente de lubricante al alcance de su brazo en la cama, un chorro de líquido frío se deslizó entre mis nalgas. Masajeó toda mi entrada anal con el lubricante en círculos, tal vez había aplicado un poco más de lo necesario, ya que sentí cómo se deslizaba entre mis piernas. Presionó nuevamente su dedo, logrando que mi trasero se abriera sin resistencia alguna; lo introdujo hasta el fondo y no pude evitar gemir de placer. Continuó con el movimiento de entrada y salida con su dedo, añadiendo más lubricante en mi interior. Cuando sintió que entraba y salía con facilidad, insertó un segundo dedo, lo cual me hizo dar un respingo.
- Mantén la calma, no aprietes cariño, tu trasero se expande de manera muy eficiente, pero es necesario abrirlo progresivamente para que no sientas dolor, descubrirás la gran cantidad de placer que puede brindarte tu colita.
Traté de tranquilizarme, la sensación de tener dos dedos dentro de mi cuerpo era incómoda, pero soportable. Al cabo de unos segundos, disfrutaba con sus dedos, notaba mi colita cada vez más relajada y abierta, se encargaba de dilatarme expertamente y yo gozaba como nunca, levantaba más mi colita para que pudiera introducir más profundamente sus dedos. Los movía en círculos y los abría como si fueran tijeras, ejerciendo una suave presión en mis paredes internas y ampliándolas. En ese momento, separó sus dedos al máximo y aplicó más lubricante que se introdujo directamente en mi interior, sentí el líquido frío invadiendo mi ser y sus dedos distribuyéndolo por todo mi trasero. Disfrutaba intensamente de lo que me hacía, retiró sus dedos y experimenté un vacío. Al mirar hacia atrás, estuve a punto de pedirle que los introdujera de nuevo, pero al reflejarme en el espejo del tocador vi cómo embadurnaba su enorme miembro con lubricante, se veía imponente y grueso. Me invadió el miedo nuevamente y le dije:
- Es demasiado grande, no creo que vaya a caber, recuerda que si me lastima, detente.
- No te preocupes, confía en mí. ¿Recuerdas cómo tu colita se fue dilatando poco a poco? Al principio, no podía introducir un dedo, luego dos, y estoy seguro de que no te dolió, ¿verdad?
- No, la verdad es que no. Al principio algo incómodo, pero no doloroso. Sin embargo, tu miembro es mucho más grueso que dos dedos.
- Sí, sentirás algo similar, algo de incomodidad al principio, pero no dolor. Una vez que te relajes, te sorprenderá el placer que puede proporcionarte un miembro. Si disfrutaste con dos dedos, con mi miembro te sumergirás en un éxtasis de placer, al ser más ancho y más largo, te estimulará de forma más intensa y placentera que los dedos.
- Tienes una colita preciosa, es una lástima que no hayas experimentado el placer que puede brindarte. Simplemente relájate y te aseguro que disfrutarás como nunca cuando mi miembro te recorra por dentro.
Se posicionó entre mis piernas y ejerció presión en mi espalda, obligándome a arquear la cintura y levantar mi trasero. Sentí el cálido roce de la cabeza de su miembro entre mis nalgas, recorriendo el canal de arriba abajo y deteniéndose un instante en mi hoyito para ejercer un poco de presión. La sensación era exquisita, la cabeza de su miembro se sentía cálida y suave, y emanaba un poco de líquido preseminal.
- Así, nena, disfruta. ¿Sientes mi miembro? Goza, no tengas miedo y relájate.
Comenzó con un vaivén delicioso que me relajó, estuvo así un rato y poco a poco fui sintiéndome más tranquila. Fue entonces cuando me dijo:
- Haz un poco de presión como cuando vas al baño, te resultará aún más placentero.
Seguí sus instrucciones y el contacto se volvió más íntimo. Continuó con el mismo ritmo durante unos veinte minutos, alternando entre presionar y soltar, mencionaba que me estaba "besando" la cola con su miembro. Cada vez sentía mi trasero más dilatado, más sensible, mi cuerpo más relajado. El miedo había desaparecido por completo. Se acomodó nuevamente, me sostuvo fuertemente de la cintura con ambas manos, me hizo arquear más la espalda, abrir más mis piernas y aumentar la presión de su miembro contra mi ano. Sentí cómo mi colita se abría y ya no había marcha atrás, mi esfínter se vio obligado a ceder ante el tamaño de su enorme hongo y lo sobrepasó. El dolor que experimenté fue intenso, como si me partieran en dos, y solté un grito fuerte de dolor que seguramente resonó en todo el edificio.
- ¡Sácalo, sácalo, me duele! -grité sin importarme si podían escucharme.
Un par de lágrimas surcaron mis mejillas, no me soltó, me mantenía firmemente sujeta por la cintura. Intentaba liberarme, empujarlo con mis manos, sin éxito. Se quedó inmóvil e intentaba calmarme.
- Tranquila, relájate. Ya has superado la parte más gruesa, pronto desaparecerá el dolor.
- Experimentarás un gran placer - me dijo mientras continuaba acariciando mis glúteos y mi espalda.
Como por arte de magia, el intenso dolor empezó a disminuir y mis gritos se fueron apagando. Sentía cómo latía la punta de su miembro en mi interior, sin moverse, disfrutando la estrechez de mi trasero. Entonces, me preguntó:
- ¿Ya se ha calmado el dolor?
- Duele, pero es más tolerable. Siento ardor y una sensación de adormecimiento en el trasero - respondí.
Luego, comenzó un movimiento lento, avanzando dos pasos y retrocediendo uno, poco a poco conquistando mi trasero. Percibía cómo mis pliegues internos se abrían con un leve ardor, pero el suave roce de su miembro contra mis paredes internas me generaba cada vez más placer. Después de un rato, anunció:
- Ya tienes la mitad de mi miembro dentro, ¿lo sientes?
Ciertamente, lo sentía. Parecía que iba a estallar, y aún faltaba la otra mitad de su miembro, pero intenté relajarme y dejarme llevar.
De ahora en adelante, los movimientos se hicieron más largos y profundos. Retiraba su miembro hasta dejar solo la punta dentro y luego lo introducía suavemente, profundizando cada vez más, provocándome jadeos. Después de un tiempo, sentí su vello púbico acariciar mis glúteos, y de repente, me introdujo la parte final de su miembro de un solo golpe, su pelvis impactó contra mis glúteos y un nuevo grito brotó de mi boca. Se quedó inmóvil nuevamente para que mi trasero se adaptara al tamaño de su miembro.
- Listo, ahora eres mía. Tienes un trasero increíble, el mejor trasero que alguna vez haya tenido, no sabes lo mucho que lo estoy disfrutando, ¡ahhh, qué suavidad, calor y cómo aprietas mi miembro, ahhh!
Me sentía completamente llena, como si la punta de su miembro me estirara por dentro, un calor interno que me invadía. Aunque el dolor no se había ido del todo, el placer que experimentaba aumentaba con cada instante.
Después de unos minutos de inmovilidad, anunció:
- Ya no sientes dolor, ¿verdad?
Con un gesto de cabeza afirmativo, en ese momento me dijo:
- Prepárate, porque comienza la verdadera acción. Te haré disfrutar y gemir de placer, será el mejor momento que hayas tenido en tu vida.
¿Apenas comenzaba la acción? ¿Qué había sido todo lo previo? Pensé, pero pronto encontraría la respuesta. Se recostó sobre mi cuerpo, un brazo rodeaba mi cuello y el otro abrazaba mi cintura, su pecho contra mi espalda y su boca besaba mi nuca, cuello y orejas. Comenzó a embestirme con movimientos largos y profundos, susurrándome palabras dulces al oído. Me sentía deshaciéndome en sus brazos, sus venas rozaban mi interior y en cada embestida sus testículos chocaban con mis glúteos, haciéndome gemir de placer. Una corriente eléctrica recorría mi cuerpo en cada embestida, me estaba volviendo loca, un placer inesperado, jamás imaginé que mi trasero pudiera proporcionarme semejante gozo.
Me siguió llevando al éxtasis durante más de quince minutos, me sentía como una marioneta en sus brazos. Cada embestida era más rápida y profunda, clavándome de tal forma que me hundía en la cama, mis ojos se ponían en blanco y gemía con todas mis fuerzas, acompañando sus movimientos. Empecé a responder a sus movimientos, el contacto se hacía más intenso; relajaba el trasero para permitirle una mayor profundidad y lo contraía al retirarse. Entonces, lo escuché gemir.
- ¡Oh, nena, qué delicia, me encanta! Me harás acabar si sigues así. Me excita cómo aprietas mi miembro.
Escuchar su disfrute me hizo sentir poderosa, como si tuviera el control de la situación. Redujo la velocidad de sus embestidas, permitiéndole llegar a lo más profundo, momento en el cual apretaba con fuerza provocándole un placer indescriptible. Sentía su miembro contrayéndose e hinchándose en mi interior. En ese instante, sentí su mano dirigirse a mi zona íntima y un par de dedos penetraron en mi interior. Mi cuerpo comenzó a convulsionarse, mis piernas temblaban, empecé a experimentar un orgasmo gritando de placer, mis espasmos se expandían y apretaba el trasero involuntariamente con más fuerza.
En el momento en que percibí un rugido escapando de sus labios, su miembro se hinchó más que nunca y lo introdujo con toda su fuerza, empezando a liberar sus chorros de esperma ardiente en mi interior. Sentí cada uno de sus chorros de leche llenando mi trasero, uno tras otro, una cantidad de semen como nunca antes.
Se desplomó sobre mí, nuestros cuerpos estaban sudorosos. Después de unos minutos, noté que su miembro perdía rigidez y le solicité que lo retirara. Comenzó a hacerlo lentamente hasta que, una vez más, la punta ensanchó mi esfínter y salió acompañada de un hilito de semen.
Con esfuerzo, me incorporé, mis piernas temblaban y mi derrière ardía. Me encaminé al baño con el semen escurriendo por mis glúteos. Santiago me siguió.
Al sentarme en el inodoro, empecé a expulsar a chorro el fluido dentro de mí con una sonrisa orgullosa por la cantidad de semen que me había inyectado; su miembro también chorreaba semen.
Una vez que terminé de drenar su semen, Santiago y yo entramos juntos a la ducha. Me bañó con delicadeza, limpiando mi trasero con cuidado, y agradecida le lavé el miembro. Mientras lo hacía, volvía a ponerse erecto y me sugirió continuar teniendo relaciones, expresándome cuánto había disfrutado y enloquecido, pero a pesar de ello, le dije que estaba cansada y que sería en otra ocasión. Le di un dulce beso amoroso. Nos secamos y vestimos.
Habían transcurrido más de dos horas, esperaba que a esa hora todos los reunidos se hubieran retirado, pero al abrir la puerta me percaté de que no era así; allí estaban todos a la espera de nosotros, observándonos detenidamente y con sorpresa, algunos esbozando una sonrisa maliciosa.
Primero salió Santiago, sonriente y jactándose dijo:
- He ganado, hice gozar a Claudia como nunca antes -exclamó.
Recuperando su actitud arrogante, a pesar de sentirme humillada y apenada, lo contradecí.
- No Santiago, la apuesta no era esa; era demostrar que podías penetrarme por atrás sin causarme dolor y me dolió enormemente.
- Es verdad -exclamó Erik.
- Todos oímos los gritos de Claudia -agregó Ray.
Todos estuvieron de acuerdo y le indicaron a Santiago que había perdido y debía cumplir con la apuesta, a lo que no tuvo más opción que aceptar.
Lo acompañamos hasta la puerta del edificio. Al ser domingo, a pesar de estar amaneciendo, la calle lucía desierta. Ahí, sin vergüenza alguna, se desnudó y salió caminando gallardo hacia la esquina, completamente desnudo. Un señor mayor que barría la calle lo avistó y sin titubear lo saludó; el hombre únicamente sonrió y movió la cabeza de un lado a otro. Posteriormente, un automóvil se detuvo para observarlo, a lo que Santiago reaccionó con indiferencia y los saludó, para luego doblar en la esquina. Mis amigas corrieron tras él para deleitarse con su figura, pero yo, consternada por el ardor en mi derrière, no les mencioné la causa. Tras un rato, apareció nuevamente en la esquina opuesta; parecía una estatua de un dios griego, con la única diferencia de su miembro, que a pesar de estar flácido, mantenía un buen tamaño. Observaba cómo caminaba, con su miembro oscilando de un lado a otro entre sus piernas, como un péndulo. No podía creer que aquel trozo de carne hubiese estado dentro de mí, haciéndome disfrutar como nunca.
Al regresar a la puerta del edificio, entre aplausos y silbidos, se vistió y me desafió mirándome de manera provocativa, diciendo:
- ¿Cuándo me das la revancha?
Sólo pude sonreír ligeramente apenada.
Y vaya que le di la revancha. Nos convertimos en amigos con beneficios y me poseyó a su antojo y cuantas veces quiso por todos mis agujeros, hasta que con el tiempo pasamos a ser pareja.
Ya han pasado algunos años y seguimos juntos, quien habría imaginado que aquel joven a quien despreciaba tanto llegaría a ser mi pareja y me conquistaría de manera tan inesperada.
Pueden enviarme sus comentarios al correo [email protected].
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