El cubano y yo


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En cuanto a mi pareja, mantenemos una relación sexual muy satisfactoria. Él me ha regalado lencería sensual y un primer consolador de gran tamaño y color negro que inicialmente me sorprendió. Al principio dudé en usarlo, pero finalmente, tras excitarme, terminé pidiéndolo más, algo similar a lo que sucedió la primera vez que intimamos.

En un trabajo anterior, tenía un colega homosexual que solía mostrar videos de hombres negros con penes enormes que parecía que forzaban a las mujeres en las escenas. Mis compañeras y yo solíamos reírnos viendo a esas anacondas perforando a las mujeres indefensas.

Incluso un simpático jugador de baloncesto afrodescendiente me insistió en salir con él, asegurándome que le "gustaba". A pesar de haber visto esos videos previamente, no me dio miedo. Una compañera coqueta, que ya había tenido relaciones con otros hombres, aceptó salir con él debido a mi novio celoso en ese momento. Ahora mi pareja tiene un comportamiento más pervertido conmigo.

La compañera que salió con el afrodescendiente comentó que este la llevó a cenar y bailar, vistiendo de forma provocativa. Durante el baile, sintió cómo el afrodescendiente rozaba su zona pélvica, aprovechando la ocasión para insinuar sus intenciones.

Luego de varios tragos, mi compañera se sintió excitada y accedió a ir sola con el afrodescendiente a un motel. Aunque llegaron en taxi, durante el trayecto, el afrodescendiente la excitó tanto que casi alcanza el clímax en el mismo vehículo. Al llegar al motel, él ya le había quitado la ropa interior y los pantalones, y no quiso perder el tiempo. Después de un encuentro íntimo, el afrodescendiente insistió en estar conmigo, aunque yo nunca le hice caso. Aunque siempre me pregunté si lo que mi compañera relataba era verdad.

Volviendo al presente, mi esposo se ha vuelto muy morboso conmigo. Siempre me toma fotos, graba videos y me hace sentir deseada.

Un día le mencioné de manera casual que un afrodescendiente enorme había llegado, y él aprovechó la situación para seducirme, evocando el consolador negro que poseemos y recordando la historia de mi compañera con el jugador de baloncesto. Esa noche quedé plenamente satisfecha y excitada.

Le dije a mi esposo que llamara a la tienda donde trabajo, pero él prefirió que lo hiciera desde mi celular. Aunque al principio estaba indecisa, finalmente acepté, y al llamar, me informaron que la mujer del afrodescendiente estaba en Cuba y tardaría en regresar.

Cuando el afrodescendiente llegó a mi trabajo a recoger lo que había comprado, mi esposo me indicó que me vistiera con unos pantalones ajustados, tanga diminuta, blusa escotada y que fuera amable pero no insinuante.

Al verme, el afrodescendiente no dejaba de mirar mi trasero. Me volteé intencionalmente varias veces para permitirle apreciarlo mejor. Me preguntó si estaba casada y si aceptaría salir a cenar por agradecimiento. Dado que ya tenía "luz verde", acepté y me llevó a un restaurante de mariscos, donde pidió ostiones, asegurándome que eso lo excitaba y preguntándome si alguna vez había estado con un afrodescendiente, muy atrevido él.

A pesar de que estoy casada y mi esposo ya no tiene celos con respecto a los afrodescendientes, pues es una fantasía que quiere cumplir, seguimos cenando. En un momento, fui al baño a retocarme y sentía casi la respiración del afrodescendiente en mi trasero, su mirada deslizándose por mi tanga. Me invitó a salir por la noche, pero le dije que solo saldría si era con mi esposo, a pesar de que él no es celoso. El afrodescendiente aceptó.

Mi esposo me recomendó vestir un vestido corto con una tanga diminuta, sin sujetador y llevar un saco como parte de mi atuendo para la noche, sugiriéndome que luciera lo más provocativa posible.

En cuanto entramos al bar, el hombre de piel oscura ya nos esperaba. Bailé con él y sentí su miembro erecto sobre mi estómago debido a su gran estatura. En un movimiento, lo pasó por mis glúteos. Comencé a experimentar sensaciones similares a las que mi amiga tuvo con aquel jugador de baloncesto. Mi esposo anunció que nos retirábamos para ir a un lugar más íntimo. El hombre de piel oscura preguntó si podíamos ir a su casa, ya que su esposa estaba en Cuba, como mencioné anteriormente. Al llegar a su casa, puso una canción sensual para bailar y me ofreció una bebida para relajarme. Continuaba frotando su prominente bulto en mis glúteos y susurrándome al oído si disfrutaba.

Por supuesto, me gustaba, pero no tanto el baile como su imponente miembro. Nos sentamos y, a propósito, crucé las piernas para que él pudiera ver. Le dijo a mi marido lo afortunado que era y el hermoso y escultural cuerpo que tenía, confesando su debilidad por las mujeres con curvas.

Con esa tensión en el ambiente, mi esposo comenzó a besarme y a acariciarme, deslizando sus manos por mis piernas. Instintivamente, abrí mis piernas para que el hombre de piel oscura pudiera ver mi entrepierna cubierta solo por una diminuta tanga transparente. En ese momento, ya estaba mojada como nunca antes. Mi esposo hizo una señal al hombre de piel oscura, quien se acercó para acariciar mis piernas. Yo estaba ardiendo, así que empecé a moverme y él introdujo su mano en mi húmeda zona íntima, deslizando dos dedos y provocándome tanto placer que casi llego al clímax. Entre ambos me quitaron la ropa, me voltearon y el hombre de piel oscura se sumergió en mi vagina con tal intensidad que parecía disfrutarlo como el mejor postre de su vida.

Mi esposo me filmaba mientras yo estaba a punto de estallar. Busqué el miembro del hombre de piel oscura con mi mano, que estaba tan excitada que ni siquiera sabía cómo estaba. Más tarde, me dijo que medía 24 cm, siendo grueso y voluminoso, incluso más que el del jugador de baloncesto que mi amiga experimentó una vez. Se lo practiqué con desenfreno, convirtiendo la situación en una escena digna de una película para adultos. Mientras el hombre de piel oscura me acariciaba, le pedí que esperara un momento, me giré y sentí cómo su imponente miembro se abría paso suavemente por mi cavidad, rogándole que no me lastimara y solo utilizara la punta. Mi esposo hizo una seña y le permitió penetrarme por completo. Grité de placer, completamente desinhibida y ansiosa por tener relaciones. Cuando estoy excitada, no importa lo que entre en mí, así que me entregué por completo. Luego me volteó y comenzó a acariciar mis pechos, posicionándose para introducir de nuevo su boca en mi ser, lo cual me llevó al clímax nuevamente. Así continuamos hasta que el hombre de piel oscura eyaculó sobre mi rostro y pechos, ya que su esposa no estaba en casa.

Nos quedamos dormidos durante un par de horas. Al despertar, pedí indicaciones para ir al baño y él me acompañó, proporcionándome una toalla. Una vez más, comenzó a excitarme, su miembro se endureció y me penetró brevemente, haciéndome llegar al éxtasis. Me prestó un traje de baño de su esposa, el cual ajustaba perfectamente a mis medidas, todo para continuar con sus insinuaciones. Siguió provocándome hasta que, por tercera vez, accedí y retomamos nuestra intimidad, con el consentimiento de mi esposo, quien parecía un cineasta grabando cada embestida del hombre de piel oscura. Salí de esa casa completamente satisfecha.

Quince días después, el hombre de piel oscura quiso repetir la experiencia antes de que su esposa regresara. Mi esposo acordó, asumiendo un papel más activo esta vez. Durante dos noches, fui la mujer más afortunada, siendo complacida una y otra vez. Me hicieron sentir la mujer más satisfecha de la ciudad, sin parar de hacer el amor, aunque siempre respetando mi privacidad. Ahora, el hombre de piel oscura me ha enviado un mensaje sugiriendo repetir la situación, ya que su esposa se irá a Cuba nuevamente. Solo de pensar en ello, mis pezones se erizan y me provoca escalofríos, recordando cómo en la última ocasión introdujo un dedo por mi ano mientras me penetraba y manifestando su deseo de experimentar. Quizás lo considere y quizás le conceda su deseo, solo mi excitación lo dirá.

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