Regreso de un extenso viaje laboral, introduzco la llave en la cerradura con cuidado, ansío sorprenderte. Abro la puerta y avanzo hacia la sala, sin divisarte en ninguna parte, mantengo silencio y percibo unos gemidos persistentes, me dejo llevar por ellos, me desplazo de manera sigilosa y sin generar ruido para no interrumpir.
Observo a través de la puerta del dormitorio sin ser visto, tu vestido reposa en el suelo junto a tus braguitas blancas que lucen empapadas. Te encuentras completamente desvestida, contemplo cada rincón de tu anatomía, tus piernas anhelan ser acariciadas, tu zona íntima caliente y palpitante, tus senos se agitan por la pasión con la que te estimulas, tu boca trata de contener los gemidos mordiéndose los labios.
Empiezo a excitarme considerablemente, introduzco mi mano dentro de mi pantalón, mi miembro se humedece y comienzo a acariciar su glande, me masturbo al compás de tus gemidos.
No percibes mi presencia, observo cómo tomas el vibrador que yace a tu lado y te colocas a cuatro patas mientras muerdes una almohada (tu trasero y vagina se ven irresistibles en esa postura), con una mano introduces suavemente y luego rápidamente el vibrador en tu interior, pronuncias mi nombre, me excita saber que me estás imaginando, creyendo que el vibrador es mi pene. Escucho tus palabras que se entrelazan con tus gemidos: "no pares, quiero que me hagas tuya por completo, déjame sin aliento."
El vibrador se ve muy húmedo, tu vagina no deja de segregar fluidos, estás muy agitada y alcanzas el clímax sobre la almohada, estás de espaldas a mí y aún no percibes mi mirada. Comienzas a cabalgar rápidamente y a mover tus caderas de forma extraordinaria, tus gemidos no cesan, lo cual me enloquece, estoy a punto de llegar al clímax, pues tus gemidos combinados con tus movimientos me llevan a estallar en un orgasmo.
Observo cómo incrementas la intensidad, y de repente lanzas un grito, que seguramente los vecinos escucharon. Veo caer tu desnudez sobre la cama, mientras siento mi mano cubierta de semen.
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