En esta noche, disfrutaré de una cena contigo.
Servido en una cama de mil hojas,
con fragmentos de poesía y melodías.
Decorado con un destello perdido
o con el adorno de un corsé carmesí.
Calentado lentamente,
con el fuego gradual y torpe de mis manos,
hasta que hierva sobre tus labios
el beso proveniente del alma.
Después, te doraré con la mirada,
con el destello fugaz que surge
al contacto de esta con tu pubis.
Sazonado con palabras susurradas,
saboreándote según mi antojo,
liberándote de la prisión de las medias
y del deshonor de la conciencia,
y te llevaré a mis labios.
Te degustaré por partes,
saboreándote lentamente,
con esmero, hasta que mi paladar
sea impregnado de tu esencia.
Sabes que de ti
aprecio hasta tu sombra.
Después, lameré mis dedos,
empapados en los jugos de tu piel,
usando tu diminuto tanga
como improvisada servilleta,
para luego sumergir mis dedos en tu ser
y saborear el néctar de tus profundidades.
Embriagado de ti,
plenamente saciado,
me quedaré dormido
abrazado a los vestigios del placer.
Y si al despertar
me topo, por casualidad y sorpresa,
con tu desnudez por la casa,
sabré que ya no habrá espacio para la gula.
Te dejaré una nota en la mesa,
en la entrada, en un rincón vacío y solitario,
en la cual no expresaré lo que me atraes
ni la intensidad de mis sentimientos,
sabes que soy un tanto áspero,
como también sabes
que mi lenguaje
es más perturbador y lascivo,
allí solo habrá escrito:
"Amor, esta noche…
En esta noche, disfrutaré de una cena contigo".
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