Jhon se hallaba de regreso a su hogar después de una tarde un tanto "productiva" en la vivienda de la profesora Rivers, en general habÃa resultado bien, pero le quedaba un deseo insatisfecho.
No es que le resultara imposible quedarse y disfrutar, pero el riesgo aún era considerable; conocÃa la tendencia a chismorrear de la gente y temÃa que el esposo de la profesora se enterase, era un problema que preferÃa eludir tanto como fuese posible, al menos hasta que ellos mismos se separasen, pero no querÃa apagar sus ansias con un método poco satisfactorio, mientras pensaba en ello, su teléfono sonó y se dio cuenta de que era su tÃa, asà que sencillamente contestó.
—¿Qué tal, tÃa Alice?— respondió Jhon.
—¿Has terminado ya ese encargo?— preguntó la mujer al otro lado de la lÃnea.
—Lo resolvà fácilmente, ahora voy de regreso a casa— contestó él.
—¡Espero que esta vez no te paguen con vales de regalo!— replicó la mujer.
—Vamos, eso solo ocurrió una vez— dijo el chico.
—Pasarás por un par de cosas para la cena— comentó la mujer.
Él asintió mientras tomaba nota de los pedidos de su tÃa.
—¿Es todo, tÃa?— preguntó Jhon al guardar la lista.
—Asà es, no te demores— respondió ella.
—Entonces nos vemos, mi cachorro está en celo— dijo Jhon sintiendo su propia respiración.
Escuchó un gemido ahogado al otro lado de la lÃnea antes de que se interrumpiera la comunicación; él simplemente colgó y prosiguió caminando por la calle como si nada hubiese sucedido.
En ese instante, Alice dejó caer su teléfono y se esforzó por controlar su respiración, tratando de mantener el dominio sobre sà misma; sabÃa que ese joven le habÃa hecho algo, pero era imposible evitarlo. Acudir a alguna autoridad serÃa una locura, nadie le creerÃa que su sobrino la habÃa hipnotizado o algo por el estilo; huir de allà tampoco era una opción, sabÃa que tenÃa poco tiempo antes de que comenzara a desvestirse hasta quedar en ropa interior. La gente de su vecindario ya la consideraba una paria, abandonar la casa mientras se quitaba la ropa no ayudarÃa en nada a su reputación.
—¡No tengo mucho tiempo!— se dijo a sà misma mientras cerraba puertas y ventanas de su casa, procurando dejar fuera a su sobrino.
Una vez se aseguró de que la última ventana estaba cerrada adecuadamente, comenzó a despojarse de la larga falda y la blusa negra que llevaba puestas, quedando únicamente con un conjunto Ãntimo sencillo pero elegante: un sostén de media copa que realzaba su busto aún generoso, unas pantaletas de corte francés que destacaban su trasero generoso y firme, y unas pantimedias negras que resaltaban sobre su tez pálida como porcelana.
Se observó en un espejo de cuerpo entero que tenÃa en la sala principal, sintiendo cómo la excitación se apoderaba de ella en ese preciso instante.
—Debo esconderme, ¡si me descubre, estoy perdida!— se dijo a sà misma, y salió corriendo hacia el ático.
Subió las escaleras que llevaban al ático y se aseguró de cerrar bien la puerta tras de sÃ, tomando un breve respiro.
Allà guardaban adornos para festividades y objetos que no usaban, por lo que serÃa imposible para su sobrino acceder al ático aunque entrara a la casa; él tendrÃa que devolverla a la normalidad si querÃa bajar, y sabÃa que su sobrino ni siquiera sabÃa cómo encender el horno, asà que solo le quedaba esperar.
—¡Hola, tÃa Alice!— saludó su sobrino Jhon desde atrás.
El rostro de la mujer se transformó en terror al escuchar aquella voz, intentó huir, pero no logró evitar que las ágiles manos de su sobrino capturaran sus pechos y comenzara a jugar con ellos.
—¿Qué está sucediendo?— balbuceó con dificultad, ya que Jhon estaba estimulando los pezones por encima de su
—Un mago hábil jamás desvela sus trucos — mencionó mientras, con sus dientes, consiguió abrir el cierre del sujetador. Una vez logrado, acarició con su lengua la espalda al descubierto de la mujer, quien solamente pudo gemir en respuesta.
—¿Ese truco era de tu tÃo? ¿Dónde lo aprendiste? — preguntó Alice, recordando la pasión que su difunto esposo solÃa mostrar.
—En esas noches, ustedes dos no eran precisamente discretos — respondió el joven chico, soltando el sostén y dejando al descubierto los senos de la mujer.
Ella se apartó de él al notar la oportunidad y trató de enfrentarlo mientras se cubrÃa los pechos con ambas manos.
—¡Aléjate o gritaré! — amenazó ella, intentando sonar firme.
—TÃa Alice, ambos sabemos que el ático está insonorizado, nadie nos oirá — respondió Jhon con naturalidad.
Ella intentó dirigirse hacia la puerta del ático, pero fue detenida por su sobrino, quien la sostuvo mientras ella se resistÃa en vano. Él la arrastró hasta unos colchones inflables y la dejó caer en ellos.
La mujer cayó de espaldas sobre los colchones e intentó levantarse para huir, momento que Jhon aprovechó para rasgar las medias y las bragas de su tÃa, dejándola desnuda. Alice se quedó quieta al sentir cómo sus prendas eran destrozadas, quedando en una posición comprometedora con su intimidad expuesta.
Jhon aprovechó ese instante y se lanzó hacia la entrepierna de la mujer, introduciendo su lengua entre sus húmedos pliegues.
Alice quedó atónita al sentir la lengua de su sobrino explorando su intimidad, como si no fuera la primera vez que lo hiciera.
Recuerdos vÃvidos de sus "sueños húmedos" surgieron en su mente, donde siempre terminaba dejando manchas de sus fluidos Ãntimos en las sábanas. Como si todo se aclarara en ese momento, ella reaccionó.
—¿Fuiste tú todas esas noches? — preguntó con dificultad, sintiendo cómo la excitación crecÃa.
Jhon se detuvo momentáneamente de sus acciones para responder.
—¡Y dirás que nunca te gustó! — replicó Jhon.
—¡Eres un joven sucio, soy tu tÃa! — expresó la mujer, aferrándose a los lados del colchón hinchable sin mucha convicción.
—¡Tú eres la mujer que se casó con el hermano de mi padre! ¡No tenemos parentesco sanguÃneo! — aclaró el joven.
Una mirada furiosa de la mujer recibió una sonrisa por parte del joven, quien prosiguió.
—Creo que es hora de pulir tus modales, mi querida tÃa — dijo Jhon mientras tomaba una tablet.
Acto seguido, activó la pantalla y reprodujo una espiral rosada que capturó de inmediato la atención de la mujer.
—Esa espiral — murmuró apenas Alice.
—Oh, la recuerdas — afirmó Jhon con una sonrisa.
—Yo... tengo que... reflexionar — expresó ella con esfuerzo, sin apartar la mirada de la pantalla.
—¡Ah, ah, ah! ¿Qué te he dicho sobre reflexionar mientras ves la espiral? — interrumpió Jhon, sonriendo.
—No... tengo que... pensar... solo... obedecer — repitió con dificultad.
—¡Exacto, tú no debes pensar! — afirmó él—. Solo obedecerme.
Tras unos minutos, Jhon notó el cambio en la actitud de su tÃa, por lo que comenzó a moldear su psique.
—¡Nunca debes oponerte! — afirmó Jhon.
—No... oponerme — respondió ella.
—¡Eres mi hembra y yo soy tu amo! — continuó Jhon.
—Soy tu hembra y tú mi amo — repitió la mujer.
—¡Ya no debes huir ni esconderte! Debes esperarme sumisa y obediente cuando llegue a casa — ordenó Jhon.
—Debo... esperarte... sumisa... obediente... — respondió ella.
en su residencia— replicó ella
John se mostró complacido, por lo cual incrementó la velocidad de la espiral al mismo tiempo que un sonido blanco surgÃa de la nada, provocando una extraña reacción en la mujer.
La mujer comenzó a recitar una serie de expresiones de veneración y sumisión hacia su sobrino mientras empezaba a acariciarse.
—Me considero la subordinada sexual de mi varón— llevó una de sus manos a su parte Ãntima y la otra a uno de sus senos para estimular su pezón.
—Soy su sumisa fémina— dos de sus dedos se introdujeron en su húmeda vagina.
—Tu voluntad es mi precepto— al culminar esa frase, su cuerpo se doblegó ante el orgasmo autoinfligido.
Transcurrieron unos minutos antes de que ella se pusiera de pie por sà misma y se arrodillara frente a su señor
—¡Su mujer se halla presente, mi señor!— expresó ella con una sonrisa malintencionada en su semblante.
Jhon se situó frente a la mujer y aguardó.
Ella dirigió sus manos hacia el pantalón del afortunado joven, el cual abrió para comenzar a acariciar con suavidad ese miembro que se estaba erigiendo.
Jhon acariciaba con delicadeza la cabeza de la mujer, percibiendo cómo ella atendÃa con devoción su miembro. Ella empezó a lamer su falo como si fuera un dulce desde la base hasta la punta, dedicando tiernos besos en sus testÃculos.
—¿Dime, tÃa, seguirás oponiéndote a ser mi mujer sumisa?— inquirió Jhon como si desconociera la respuesta.
—No, mi señor, ¿cómo podrÃa resistirme a este gran miembro? Soy adicta a él— respondió con franqueza la mujer.
Después de unos gratos minutos, Jhon eyaculó en su rostro y senos. La imagen de su tÃa con su cara cubierta de semen fue suficiente para recuperar su erección, la cual requerÃa ser atendida correctamente.
Jhon se acomodó junto a su tÃa y simplemente le indicó.
—¡Cabalga mi falo!— dijo Jhon con firmeza a su reciente esclava.
—Por supuesto, señor, como usted ordene— respondió ella velozmente adoptando la posición de "vaquera invertida" para empezar a penetrarse a sà misma, ascendiendo y descendiendo por ese falo con un inusitado deseo.
Jhon se sintió extasiado, su tÃa poseÃa mucha más destreza en la cama que la profesora Rivers, lo cual decÃa bastante de una viuda.
—¡Mueve ese trasero, puta! Lo estás haciendo muy bien— dijo Jhon mientras azotaba las nalgas de su tÃa.
—¡Gracias, varón mÃo! Haré lo que sea para complacerte— fue la respuesta de la mujer.
Alicia prosiguió estimulando el falo de Jhon hasta que percibió cómo su cuerpo se acercaba al éxtasis.
—¡Mi señor, estoy a punto de alcanzar el clÃmax!— expresó Alice con la voz cargada de deseo.
—Yo asimismo, ¡mi puta! ¡Preparada para recibir mi semilla en tu vulva!— fue la réplica de Jhon.
—¡SÃ, mi señor! No sabes cuánto he anhelado este momento— respondió Alice sintiéndose en total éxtasis.
Jhon no vaciló ni un instante y depositó todo en la mujer, quien lo acogió con una extraña alegrÃa.
Ella se dejó caer sobre el cuerpo de su actual amante, Jhon solo pudo sonreÃr, realmente no esperaba tomar el control sobre su tÃa tan pronto, pero no se quejaba.
Algo le indicaba que en los próximos dÃas su verano serÃa sumamente emocionante.
Ambos estaban fatigados por la acción, asà que se quedaron dormidos en el ático uno al lado del otro.
Los primeros rayos del sol se filtraban por la pequeña ventana del ático cuando el celular de Jhon cobró vida en su pantalón.
El somnoliento chico buscó a tientas el dispositivo en su pantalón, sabiendo bien quién estarÃa llamándole.
Cuando aceptó la llamada, la voz de su profesora, la señora Rivers, se escuchó al otro lado.
—¡Hola Jhon! Buenos dÃas— dijo la voz alegre de su profesora.
—¡Por supuesto que no, Sra. Rivers, ¿en qué puedo ayudarte?— mencionó él, mientras observaba cómo su tÃa aún se encontraba profundamente dormida a su lado.
—¿Señora Rivers? Me llamas asÃ, jovencito, después de esa noche llámame Clara— fue la réplica de la mujer.
Jhon
En ese instante, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al ver cómo ella habÃa comprendido a la perfección toda la nueva programación que él le habÃa proporcionado.
—Excelente, Clara. ¿A qué se debe esta llamada? —preguntó él, sintiéndose increÃblemente afortunado.
—¿Te importarÃa si voy a tu domicilio en este momento? —dijo ella con un tono juguetón y cariñoso en su voz.
—Por supuesto, Clara. No habrá ningún inconveniente —respondió él, acariciando con suavidad a la mujer que estaba a su lado para despertarla.
—¡Entendido! Dame una hora y estaré allà contigo —dijo la mujer antes de colgar.
—Ha llegado el momento, mi amada gatita —mencionó Jhon, observando cómo ella despertaba con tranquilidad.
—¿Hallaste la vasija de oro al final del espectro? —preguntó la mujer con voz adormilada.
—Y voy a requerir de tu colaboración, mi amor —respondió él acercando su rostro para brindarle un apasionado beso.
—Por supuesto, mi señor. Tus deseos serán órdenes para mà —respondió la mujer.
¡Continuará!
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