Esta es la narración de la primera vez en que fui desleal a mi pareja. Para que se hagan una idea de cómo soy, mido 1.60, tengo cabello rubio y ojos verdes, un trasero tonificado por el gimnasio y también mis piernas, mis pechos son pequeños pero proporcionados.
Esa vez mi pareja y yo tuvimos nuestra primera pelea después de meses de relación. Íbamos a asistir a una fiesta, la cual mi mejor amigo vendría a recogernos a mi casa alrededor de las 9 pm. Por la discusión decidimos no ir. Yo, por mi parte, decidí quedarme dormida casi todo el día y olvidé avisarle a mi amigo.
Durante la noche, escuché un golpe en la puerta y al mirar vi que era mi mejor amigo. Le invité a pasar, ya que aún no me había cambiado para la fiesta al decidir no ir, y olvidé avisarle. Él me recomendó que me cambiara rápidamente para intentar llegar a tiempo, pero sin ánimos, le conté el motivo.
Al relatarle lo sucedido, se sorprendió de que mi pareja se había peleado conmigo y me había dejado sola, ya que cualquier hombre daría lo que fuera por estar conmigo y evitar una pelea. En ese momento, empecé a ver a mi mejor amigo de manera diferente y decidí arreglarme, no para la fiesta, sino para otra cosa. Mi amigo, sorprendido por lo que vendría a continuación, me esperó.
Terminé de arreglarme y le pedí que entrara a mi habitación. Me encontraba con un pequeño top negro, dejando al descubierto mi abdomen y cintura, y una minifalda roja a cuadros. Al ver su reacción, supe que le encantó mi apariencia.
Sin saber qué decir, le indiqué que se sentara en el sillón de mi habitación. Acto seguido, me acerqué a él y comencé a besarlo mientras movía las caderas. Él posó sus manos en mis glúteos, ya que llevaba puesta solo una minifalda y una tanguita. Entre besos intensos, estaba muy excitada. Mi amigo me levantó en el aire y me acostó en la cama. Levantó mi top y, mientras me besaba, me acariciaba. Bajó la tanga y continuó.
En medio de la excitación, metí la mano en su pantalón y noté lo duro y grande que estaba. Le hice quitarse los pantalones y le pedí que se acostara. Subí sobre él y empezamos a besarnos mientras me movía. Le pedí que se pusiera un condón y, sin dudarlo, accedió. Seguimos besándonos mientras me movía sobre él. Comenzó a frotar su miembro en mi zona íntima. Por lo caliente que estaba, no me importó y pronto sentí su penetración, lo cual me resultó placentero ya que ambos estábamos muy excitados.
Comencé a cabalgar sobre él y no podía contener los gemidos de placer. Después de unos movimientos lentos, cambié de posición y él continuó con movimientos más intensos mientras me sujetaba de los brazos.
Los gemidos eran cada vez más fuertes hasta que finalmente se retiró y acabó en mi espalda. Luego, simplemente nos acostamos y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente, retomamos nuestra intimidad al despertar, pero esa es una historia aparte que contaré si recibimos apoyo suficiente.
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