Antes de continuar con la historia, permítanme describir a Daniela, la reciente amiga de mi esposa.
Daniela, soltera de 55 años, perteneciente a una familia bastante adinerada de la ciudad, Domina con un sumiso fijo 24/7, Pedro, y otro ocasional al que llama para sesiones junto a Pedro, es una profesional del BDSM muy solicitada y con tarifas bastante elevadas, hasta aquí todo normal, pero además es obsesiva con las personas, codiciosa con los objetos, completamente manipuladora hasta lograr lo que quiere, para después menospreciar, resumiendo, una persona desagradable.
Continuemos, después de la comida y una vez que mi Domina terminó y recogió todos los utensilios utilizados, limpió la mesa y barrió el suelo por si había caído algo, procedí a comer en la cocina, coloqué todos los platos y cubiertos en el lavavajillas y lo puse en marcha.
- ¿Qué es ese ruido, perra? -me dijo mi Domina.
- Es el lavavajillas, mi Domina, acabo de ponerlo -respondí.
- Pero ahora quiero descansar y no escuchar ese ruido, apágalo -ordenó.
- Sí, mi Domina -y me dirigí a tumbarme junto al sofá por si necesitaba algo de mí.
Unas dos horas después, sentí una fuerte presión en los testículos y era ella quien se levantaba del sofá, indicándome que la acompañara al baño de abajo para que pudiera orinar y posteriormente limpiarla, así lo hice lamiendo su área genital hasta dejarla seca de gotas de orina.
- Esta tarde saldré a comprar cosas para la casa, así que no esperes cenar conmigo, prepárate algo y espérame a mi regreso por si necesito algo de ti, te permito que, si has terminado tus tareas, veas la televisión, pero siéntate en el suelo, no quiero que ensucies el sofá con tus genitales y trasero, y asegúrate de obedecerme, ya que encenderé la cámara -advirtió.
Subí con ella al dormitorio para ayudarla a vestirse, le puse un tanga blanco, un vestido de seda de colores con tirantes y saqué un sujetador, que ella rechazó diciendo que con el calor que hacía no llevaría sujetador, y que además, a Daniela no le gustaban los sujetadores, no tenía ninguno en casa.
Llegó a medianoche, yo la recibí de rodillas en la puerta y al entrar me lanzó las llaves del coche indicándome que sacara todas las bolsas de la compra y las guardara en su sitio, luego me pidió que la siguiera al salón.
Una vez en el salón, y tras guardar todas las compras, tomé dos bolsas y me pidió que las llevara a mi habitación, sacara los objetos de sus cajas y los colocara en la cama, para luego llamarla cuando terminara.
- Todo está listo, mi Domina -informé.
- Subiré ahora que necesito prepararme -comentó.
Un rato después subió vestida con un corsé negro, similar al que utilizaba Daniela, pero de tela en lugar de cuero, con el pecho al descubierto, sujeto por unos aros dentro del corsé, un tanga negro de encaje, medias de rejilla también negras y unos zapatos de tacón de 14 centímetros de color rojo.
Yo, arrodillado junto a la cama, tuve una erección notable, lo que ella percibió y comenzó a reír.
Me indicó que me levantara para decirme las cosas que había comprado.
- He traído esto para nuestro placer porque disfrutaré haciéndolo y tú recibiendo. Te explicaré:
- Aquí tienes un látigo de cuero de 8 tiras, date la vuelta y aguanta.
Recibí un latigazo en el trasero más fuerte que el de la correa de mi pantalón, luego mostró una fusta, me pidió que me enfrentara a ella y me golpeó la erección y los testículos con la fusta, el dolor fue intenso, reduciendo mi erección a su mínima expresión, después me mostró dos pequeñas pinzas.
- Estas son para tus pezones, a ver si así esos botones salen para poder morderlos adecuadamente -explicó.
Me las colocó, y comenzamos avibraba cada vez con más intensidad. Ella se reía porque disponía de un mando a distancia que hacía que sus pezones se moviesen y las pinzas se cerrasen con más fuerza. También me mostró dos muñequeras y dos tobilleras con cuerdas, así como unas tiras de cuero que se ataban a las patas de la cama y en cada esquina tenían un gancho, mientras que en el centro había otro. Este sistema permitía inmovilizar completamente el cuerpo, incluso la cabeza al engancharla al gancho central con el collar de perro.
Luego me mostró una colección de tres consoladores de distintos tamaños, explicándome que servirían para dilatar mi trasero, ya que era hora de empezar a jugar con ese agujero. Aseguró que lo haría de forma progresiva. Por último, se colocó un arnés con anillo en el centro y me señaló tres consoladores de diferentes tamaños, siendo el último de un tamaño impresionante, al menos unos 30 cm de largo por 8 cm de ancho, diciéndome lo siguiente:
- Te penetraré poco a poco hasta que pueda introducirte el último. Pero este también es para mí. Estoy harta de ese consolador de 16 cm. Quiero sentir mi vagina completamente llena. Lo probaremos mañana después del café. Así que aprende a colocarte el arnés para follarme con él mañana.
- Sí, Ama. Lo haré como usted diga. ¿Le parece bien si despejo un cajón para guardar todos los juguetes?
- Haz lo que quieras, pero debes tenerlos siempre limpios y a mano para usarlos.
- Sí, Ama. Así lo haré.
- Ah, por último, un regalo solo para ti.
Abrió un paquete y sacó un disfraz de mucama provocativa, compuesto por una cofia, un delantal que llegaba justo debajo de la entrepierna, unas medias blancas y unas zapatillas también blancas.
- Deberás ponértelo después de atenderme en el baño y llevártelo puesto todo el tiempo. Te dejaré un tanga blanco que te entregaré y una bata para salir a abrir la puerta, pero si evita que alguien te vea, pregunta primero quién es para decidir si puedes dejar el paquete u otra cosa en el porche. Si es una vecina, dile que no puedes salir en ese momento.
- Sí, Ama.
- Esta tarde, después de ir de compras, quedé con Daniela. Ella me ayudó a escoger los juguetes y me invitó a su casa el sábado. Me dijo que te llevara para que conocieras a su esclavo Pedro y a otra ama que llevaría a su sumisa. Le dije que te lo preguntaría, ya que hay un acuerdo entre nosotros dos.
- Dime, perrita, ¿qué opinas?
- Tomándome la libertad de decirle a mi Ama que, por el momento, no me siento del todo preparado para presentarme como su sumiso ante otras personas. Sin embargo, si a mi Ama le ilusiona y no abordamos temas tabú entre nosotros, estoy de acuerdo en acompañarla.
- Lo pensaré y se lo diré a Daniela y a ti antes del sábado.
- Sí, Ama, como usted decida.
- Bueno, ahora a la cama. Mañana probaremos algunos de estos juguetes. Cuando te levantes, coloca las tiras con anillas en la cama.
A la mañana siguiente, preparé mi cama tal como me indicó mi Ama. Me vestí con el disfraz de mucama provocativa y bajé a hacer el café. Subí y me coloqué en la postura que ella indicó a su lado de la cama. Mientras ella tomaba café, se levantó pisándome los genitales como de costumbre. Se percató de que ya llevaba puesto el arnés sin ningún consolador y decidió cuál colocarme. Me felicitó por la iniciativa y me indicó que me pusiera el consolador mediano, de unos 20 cm de largo por 6 cm de ancho. El consolador grande lo dejaríamos para otro día. Luego me llevó al baño, donde en el plato de la ducha me ordenó arrodillarme y abrir la boca para que recibiera todo su chorro de orina acumulado durante la noche. Me pidió que lo tragase todo y que luego le dijese cómo sabía.
Así lo hice. Abrí la boca y recibí su chorro de orina en mi interior, saboreando el líquido que emanaba de su ser. Me supo a un néctar celestial y así se lo comuniqué, sacando la lengua para limpiar toda su zona íntima. Posteriormente, la ayudé a ducharse y me ordenó que fuese por el consolador, que me esperaba en la cama.
Me coloqué sobre ella, pero me indicó que primero
le practicara sexo oral y estimulara con un juguete íntimo su zona genital, introduciéndolo completamente cuando estuviera excitada, sin detenerme, hasta que hiciera contacto con su cuerpo, repitiendo el proceso hasta que alcanzara el clímax y me pidiera detenerme, experimentando intensos orgasmos y eyaculaciones recurrentes, liberando un líquido similar al squirt, producto de la excitación.
Al terminar, me indicó que volviera a estimular su zona íntima para limpiar los fluidos expulsados y luego me dirigiera a mi cama, donde me ató a los anillos y revelaría el motivo de la situación.
- Bien, ahora que estás inmovilizada y boca abajo, te explicaré el castigo y su razón.
- No limpiaste la habitación del fondo, recibirás 20 azotes.
- En la esquina del techo de la escalera, encontré una telaraña con su ocupante, otros 20 azotes y 10 adicionales por tener que encargarme yo misma.
- En mi baño, noté salpicaduras en el espejo y restos de pasta dental en el lavabo, 10 azotes más.
- Sin embargo, esta mañana mostraste iniciativa con el juego de roles y me hiciste disfrutar de manera diferente, por lo que te quito 10 azotes.
Tomó el látigo de cuero y procedió a darme los 40 azotes, dejando enrojecidas y algunas zonas con marcas sangrantes y moradas en mis glúteos, piernas, pies y espalda.
Gracias, mi Ama, por la lección. Aprenderé a hacer las cosas como deseas. Estas palabras brotaron no solo de mis labios, sino de mi corazón, aceptando plenamente mi rol de sumiso y esclavo de mi esposa, ahora y para siempre, mi dueña.
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