Llevo medio año saliendo con Manuel, mi novio, y como bien sabéis, nuestra relación se mantiene en secreto.
Hoy decidí visitarlo en su taller de carpintería.
Al llegar, me encontré con una hermosa casa de pequeño tamaño, pintada de azul y con un cartel que anunciaba: Manuel, carpintero.
Toqué la puerta y allí salió él, vestido con su uniforme de trabajo: una camisa y unos pantalones.
-Adelante, mi hermosa- me dijo, y al pasar, me dio una palmada en la retaguardia.
Dentro del taller, pude ver una gran cantidad de muebles.
-Tienes un gran talento para hacer muebles, querido- le dije, acariciando su cabello.
-Aquí nació la belleza de mueble que le he entregado a mi escritora favorita- respondió él, agarrándome fuertemente de las nalgas y besándome apasionadamente.
Su atrevida caricia y sus besos llenos de pasión comenzaron a estremecer mi cuerpo.
Para mayor privacidad, le pregunté si contaba con un cuarto donde pudiéramos estar a solas.
Manuel asintió y cerró la puerta con cuidado antes de llevarme a una habitación al fondo, donde solo había una mesa.
-Siempre he fantaseado con hacer el amor en mi lugar de trabajo- confesó, mientras empezaba a desvestirme y yo hacía lo mismo con él.
Desnudos, me senté en la mesa y abrí las piernas.
-Deseo que estés dentro de mí- le susurré con sensualidad.
-Espera un momento, cariño. Por ahora quiero dedicarme a explorar tu intimidad- comentó, inclinándose para empezar a acariciar mi zona íntima con su lengua haciendo maravillas. Mis gemidos llenaban el lugar, mientras lo incitaba a profundizar su exploración.
Manuel movía su lengua con destreza, creando círculos rápidos y profundos, humedeciendo mi piel con saliva y devorando mi esencia. Cuando introdujo cuatro dedos en mi interior, mi placer se intensificó, arqueando mi cuerpo de excitación.
Después de saborear sus dedos, acariciar mis senos y explorarme con avidez, Manuel me sorprendió penetrándome. Envuelta en sus brazos, mis piernas rodeaban su cintura, permitiendo que cada embestida se sintiera más intensa.
Para una mayor conexión, pasamos al suelo, donde entre besos apasionados, continuó con sus movimientos. La intensidad aumentaba y la mesa se sacudía con cada embestida, mientras Manuel se deleitaba besando mis pechos.
La excitación de esta posición que recomiendo encarecidamente -daba lugar a besos ardientes entre Manuel y yo.
Al final, con la boca inflamada por la pasión y su semen en mi interior, experimenté un placer profundo al sentirlo en mí.
Concluyendo con un grito de éxtasis, Manuel colapsó exhausto en el suelo.
-Fantasía cumplida- le dije, acurrucándome en su pecho mientras me abrazaba.
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